Tercera parte

Las explicaciones de base psicológica individual

Con frecuencia, el modo de pensar occidental moderno presenta un condicionamiento ideológico-cultural que le hace sentir un interés predominante (y hasta excluyente) por las raíces y facetas psicológicas individuales de la conducta social. En consecuencia, abundan las descripciones y explicaciones de base psicológica individual respecto de hechos económicos, sociales y políticos, tanto en el lenguaje de la conversación corriente como en los lenguajes científico y filosófico.

Ese rasgo ideológico suele denominarse “individualismo.” Tiende a ver a la sociedad como simple suma de entidades individuales atomizadas, y atribuye importancia dominante a la iniciativa individual como fuente del dinamismo social, y a las relaciones interpersonales. Aportan también a ese contexto ideológico-cultural el racionalismo, el empirismo, el materialismo, el biologicismo y el mecanicismo.

En esa óptica, parecería imposible estudiar la sociedad o la política sin apelar a la Psicología, e indudablemente es verdad que ésta es una fuente insoslayable de conocimientos para comprender lo social. En ese sentido, el aporte de la Psicología a la Ciencia Política es muy interesante y valioso, pero no excluyente ni suficiente por sí mismo. La interacción social produce “algo más” que la simple suma de las entidades psicológicas actuantes, de modo que la Psicología (y en particular, sus enfoques “individualistas”) no basta. Esto no significa negar su importancia, indudablemente grande aún en una valoración crítica.

Sin embargo, observamos un hecho curioso: los científicos sociales hacen poco uso de las teorías psicológicas sistematizadas y apelan con frecuencia a nociones psicológicas “de sentido común,” parcializadas, simplificadas, a veces ingenuas e incluso ambiguas. Es innegable, por otra parte, que el panorama de la teoría psicológica está muy lejos de ser claro. Existen no menos de cinco corrientes teóricas (doce, según algunos autores) y son poco compatibles y hasta contradictorias entre sí.

De todos modos, en el campo de la Ciencia Política, entendida en sentido amplio, es frecuente que se tomen conceptos o enfoques psicológicos (muchas veces separados de su contexto originario) para explicar fenómenos políticos. Esto es particularmente frecuente en la llamada “corriente de la crítica social.”

Las teorías psicológicas más conocidas y usadas en estudios políticos son: - la Psicología del Estímulo-Respuesta; - la Psicología de la Gestalt; - la Teoría del Campo (“Field Theory”); - el Freudismo ortodoxo; - el Neofreudismo (versión sociologizada del psicoanálisis).

Estos enfoques no aparecen hoy como “tipos puros.” La Psicología -como otras ciencias de nuestro tiempo- tiende a combinar elementos de diverso orígen y a hacerse más ecléctica.90

La Psicología del Estímulo-Respuesta

Dentro de la gran corriente del conductismo, que invoca la tradición empírico-asociacionista, de raíz cultural anglosajona, a la que puede vincularse los nombres de J. Stuart Mill y Ernst Mach, la Psicología del Estímulo-Respuesta comienza con los estudios sobre condicionamiento de Iván Petrovich Pavlov (1849-1936), a partir de 1901, que culminan con su “teoría del reflejo condicionado.” En esos primeros años del siglo también se dedicó mucha atención a la naturaleza de la memoria y a los procesos de aprendizaje, tanto en animales como en seres humanos, como por ejemplo los trabajos de E.L. Thorndike (1874-1949) y Robert M. Yerkes (nacido en 1876). Pero la obra de este enfoque que alcanzó mayor importancia e influencia en el ámbito de las ciencias humanas fue la de John Watson.

John Watson (1878-1958) fue un psicólogo experimental norteamericano, profesor en Chicago y luego en Baltimore, fundador del behaviorismo, conductismo o psicología del comportamiento, corriente surgida como una reacción contra el uso de la introspección, habitual en la psicología experimental tradicional, y como un intento de liberar a la Psicología de las limitaciones del mentalismo y del instintivismo.

Watson consideraba que una investigación científica sólo puede fundarse en el estudio de hechos observables: un estímulo que produce una respuesta. Los hechos de conciencia, en su opinión, no pueden ser objeto de un estudio científico objetivo.

El conductismo es radicalmente empírico, orientado al experimento y la cuantificación, eminentemente práctico en su finalidad última y vinculado al proceso educativo, al punto de plantear toda una teoría del aprendizaje. Su objetivo es explicar la conducta del organismo en términos de un estímulo observable (S) y de una respuesta observable (R). Busca establecer la frecuencia con que S y R se relacionan en la experiencia del organismo, y el lapso de tiempo que transcurre entre S y R. No niega la subjetividad pero la ignora a los fines de la investigación científica. Por otra parte, postula un cierto reduccionismo fisiológico.

La relación S-R es insuficiente para explicar la compleja conducta del organismo. Pronto se le añadieron otras nociones, como la de IMPULSO (“Drive”), que es un ímpetu innato, muy parecido a la vieja noción de instinto. También se introdujo el concepto de RETRIBUCION, que es el efecto que tiene sobre el organismo que realiza la acción su propia conducta.

El conductismo, pues, conceptualiza la conducta sobre la base de la idea de que existe un organismo sujeto a estímulos y capaz de dar respuestas. El organismo en sí no es objeto de ningún postulado, y toda conducta es considerada como efecto de algún condicionamiento externo.

Algunos investigadores posteriores consideraron necesario postular, al menos, algunas capacidades interiores del organismo, evolucionando desde el simple esquema originario S-R a un esquema S-O-R (estímulo-organismo-respuesta) que caracteriza al neoconductismo.

En realidad, la Psicología conductista tiene poco que decir sobre las relaciones sociales, pese a que la conducta humana es indudablemente social, aprendida y no innata. Los conductistas se han centrado, un tanto artificiosamente, en el estudio del acto de aprendizaje aislado, del individuo aislado. Con esas limitaciones, no es extraño que las aplicaciones en el campo de las ciencias sociales, incluída la Ciencia Política, sean escasas. Citaremos algunos ejemplos: Clark Hull había anticipado su intención de escribir un libro sobre las interacciones entre organismos, pero falleció antes de poder terminarlo. En su obra “A Behavior System”91, estructurada de un modo rígidamente deductivo, en base a 17 postulados de los que deduce 133 teoremas, muchos a su vez con corolarios, solo uno de esos teoremas se refiere a la interacción social, y su utilidad en el campo de la Ciencia Política es por lo menos discutible: “Para ser repetida de modo sostenido, toda interacción social voluntaria ha de producir un refuerzo sustancial de la actividad de cada una de las partes.”

Edward C. Tolman planteó un modelo psicológico afín con el enfoque estructural-funcionalista de Talcott Parsons, referente a la teoría social92. Presenta cierto interés pero se trata de un modelo más heurístico que explicativo.

Algunos psicólogos sociales han intentado adoptar un enfoque puramente conductista, con resultados en general decepcionantes. Tal es el caso, por ejemplo, de John Dollard y Neal E. Miller, autores de una teoría de las relaciones interpersonales basada en postular que el individuo posee una mínima capacidad para aprender y retener nociones relacionales, claves-guía de la conducta motivada por estímulos externos. En su formulación, la conducta es motivada por estímulos, orientada por claves relacionales y produce respuestas retributivas que reducen el impulso y reconducen al equilibrio u homeóstasis93. Esta teoría ha sido muy criticada por su notoria insuficiencia para explicar la conducta humana.

Distinto es el caso de la obra de Carl I. Hovland y su equipo de investigadores de Yale, que constituye la más sistemática exposición de conocimientos sobre técnicas inductoras de cambios de actitud, tema de obvio interés politológico^{Ver entre otros, Carl I. Hovland et al.: COMMUNICATION AND PERSUASION: PSYCHOLOGICAL STUDIES OF OPINION CHANGE, Yale University Press, 1953.}.

También presenta cierto interés politológico la obra de George C. Homans94 sobre los comportamientos grupales, que aparecen vinculados con: - retribuciones en el pasado; - frecuencia de las retribuciones; - calidad de las retribuciones; - satisfacción con el tratamiento social; - beneficios decrecientes de las relaciones interpersonales.

Uno de los pocos estudios políticos que se basan explícitamente en la psicología conductista es “Political Participation” de Lester W. Milbrath95.

Milbrath estudia la participación o implicación en la política, definida operacionalmente por medio de acciones tales como votar, discutir de política, portar emblemas, hacer peticiones, hacer propaganda, aportar dinero a fondos electorales, buscar cargos políticos, etc.

Usa el concepto de PREDISPOSICIONES (quizás, otro modo de designar al “impulso”). Considera que el REFUERZO (o retribución) es la causa del vigor de las predisposiciones políticas, de las creencias y actitudes que llevan a acciones de participación política. El circuito de una actuación política continuada se monta, pues, según Milbrath, como la consecuencia hedonista de una sucesión de gratificaciones.

Milbrath ignora la posibilidad de que la acción política pueda aparecer sin estímulo externo: por el contrario, considera necesario que la acción política vaya precedida de un estímulo importante. Deja sin explicar algo fundamental: qué es lo que hace que determinado estímulo (S) sea “político,” o tenga repercusiones en forma de conductas políticas. Debemos conformarnos con la mención de un factor subjetivo: la actitud individual.

Como crítica general al enfoque metodológico conductista, puede decirse que es muy limitada su aplicación al estudio del hombre. La parte más sustancial de su contenido queda fuera de su rígido esquema S-R. Por otra parte, los hombres viven en un medio muy complejo y resulta casi imposible definir qué S produce determinada R. No toma en cuenta las interacciones entre diversos S y diversos R, y el rol -sin duda relevante- de los condicionamientos culturales y de las espectativas.

Por otra parte, no puede explicar la ACCION CREADORA. Trata de hacerlo apelando a explicaciones basadas en mecanismos de imitación presente y diferida, pero es evidente la existencia de situaciones en las que los hombres actúan de modo tal que es imposible que hayan aprendido su conducta por imitación.

La Psicología de la Gestalt, la Teoría del Campo y la Dinámica de Grupos

La “Gestaltpsychologie,” o Gestaltismo, o Psicología de la Forma, es una teoría psicológica sobre la percepción, que se opone al “asociacionismo” de la psicología clásica, o sea esa doctrina según la cual el principio general del desarrollo de la vida mental es la asociación de ciertos estados de conciencia elementales, lo cual llevaba a plantear la investigación psicológica, por vía del estudio analítico, como un “desmenuzamiento” del psiquismo. Frente a esa concepción “asociacionista,” el Gestaltismo plantea un enfoque netamente holístico.

El orígen del Gestaltismo es alemán. En 1891, Ehrenfels hizo las primeras descripciones de inspiración gestáltica. Helmholtz, Mering, Wertheimer, Köhler96, Koffka y Lewin lo desarrollaron en Alemania y luego en los EE.UU., tras su forzada emigración. Guillaume lo introdujo en Francia. Con el tiempo, alcanzó difusión mundial, y gran influencia en las ciencias sociales, así como en la Estética y en la Crítica del Arte.

Su punto de partida es la experiencia humana consciente, el aspecto interno o subjetivo de la conducta humana. Rechaza al positivismo, por considerarlo inapropiado para el estudio de la conducta humana y recurre a la tradición filosófica fenomenológica: a Kant, Dilthey y sobre todo a Edmund Husserl.

El Gestaltismo se basa, pues, en una reflexión fenomenológica sobre “lo vivido” y afirma que, en la percepción humana, la totalidad es vivida antes que las partes que la forman, y que el valor de cada parte depende de su participación en el conjunto. La “Gestalt” (o “forma”) es justamente el modo en que las partes se encuentran dispuestas en el todo.

El Gestaltismo procura desarrollar estudios significativos sobre la conducta humana. Podemos sintetizar sus criterios básicos en los siguientes enunciados: - hay que considerar al hombre como una entidad indivisible; - no hay que descomponer analíticamente la conducta ni el psi- quismo; - la acción del cerebro desarrolla un complejo campo de interre- laciones en contínuo fluir; - el hombre percibe su entorno en forma de unidades complejas e integradas, o sea como “gestalt” o formas totalizadas, con pau- tas estructuradas y organizadas; - la formación de esas estructuras depende de factores tales como - la similitud de los elementos presentes; - la proximidad, contigüidad, etc.; - la dirección: orígen, trayectoria, destino; - la percepción está regida por dos leyes: - la “ley de cierre,” según la cual el observador humano tiende a cerrar o “completar” las pautas parciales o fragmentadas; - la “ley de concisión,” según la cual el hombre tiende a estructurar sus percepciones según la forma más simple y “mejor”; - el enfoque gestaltista es hedonista y teleológico, y concede mucha importancia a las operaciones de integración y reorgani- zación de la experiencia (“insight”); - hay tres tipos básicos de aprendizaje: - mediante condicionamiento; - mediante ensayo y error; - mediante la reagrupación de la experiencia en una rela- ción de medio a fin (“insight”). Este tercer tipo de a- prendizaje es objeto privilegiado de estudio por parte del gestaltismo.

La Psicología de la Gestalt ha tenido gran influencia en los estudios de Psicología Social; ha sido en cambio poco utilizada por los politólogos. Al final de este apartado analizaremos los casos más conocidos y los enfoque más prometedores.

La TEORIA DEL CAMPO (“Field Theory”) es principalmente obra de uno de los creadores de la “Gestaltpsychologie,” Kurt Lewin (1890-1947), psicólogo alemán emigrado a los EE.UU. cuando se produjo el advenimiento del nazismo. Fue profesor en Berlin y luego en varias universidades norteamericanas.

Según sus propias palabras, “…difícilmente cabe llamar teoría a la teoría del campo…más exacto es denominarla método…un método para analizar las relaciones causales y erigir construcciones científicas”97.

Kurt Lewin parte de un enfoque gestaltista ortodoxo, tomando en consideración la situación total del individuo, su “espacio vital,” que es psicológico, cercado por el entorno físico (con el que interactúa) y definido en términos de presente. Para armar su modelo (con un sentido más descriptivo y heurístico que explicativo) toma muchas ideas y elementos del lenguaje de la Geometría Topológica y del Análisis Vectorial, pero no los combina en una estructura matemática formal, sino que los usa libremente, de acuerdo a sus necesidades.

Lewin creó la noción de CAMPO PSICOLOGICO para explicar la interacción de las fuerzas que emanan del sujeto y las influencias sociales. El campo psicológico es una “totalidad dinámica” que manifiesta el estado relacional de una persona con su entorno social en un momento determinado. Incluye percepciones y motivaciones. Cada situación combina influencias que generan estados de tensión, los que provocan nuevos comportamientos, en procura de nuevos estados de equilibrio.

El campo psicológico es, pues, un asiento de fuerzas y tensiones que se forman, se modifican y se reequilibran contínuamente. Un hombre dinámico (por ejemplo, el líder de un grupo) puede, con sus propias fuerzas, reorganizar las influencias sociales de su campo psicológico. Otros hombres, más pasivos, pueden evidenciar tendencias adaptativas a las tensiones, en diversas modalidades (positivas o negativas) tales como el aprendizaje, la adaptación y la frustración.

Otra noción importante de Kurt Lewin (de indudable interés sociológico y politológico) es la noción de NIVEL DE ASPIRACION, o sea la posición futura que un hombre se siente capaz de alcanzar cuando va a emprender una nueva actividad. Resultan muy interesantes sus observaciones sobre las modificaciones que sufren esas aspiraciones sobre la marcha, a medida que se experimentan triunfos y fracasos, según las diversas configuraciones psicológicas.

El espacio vital del hombre está dividido en “regiones,” que son áreas situacionales diferenciadas, que van emergiendo al nivel de la conciencia a medida que el hombre se desarrolla. Esas regiones psíquicas están vinculadas y a la vez separadas entre sí por fronteras, que eventualmente pueden convertirse en barreras.

Sobre ese modelo topológico, más bien estático, K. Lewin introduce el dinamismo psicológico por medio de “vectores” que indican los movimientos de aproximación o alejamiento de la persona, de acuerdo a las valencias (positivas o negativas) de esas regiones.

La personalidad, en este modelo, es un “sistema de regiones”; su diferenciación individual se explica en términos de cambios de región, de fuerza de vectores, de situación de fronteras, etc.

El dinamismo psíquico busca el equilibrio, la reducción de tensiones. Las tensiones incitan a abrir vías a través de las regiones, hacia objetivos determinados. El logro de un objetivo produce equilibrio. Si el objetivo no se alcanza, el desequilibrio persiste hasta que aparece otra tensión, que abra otro curso de acción. Esos objetivos pueden ser perseguidos de manera realista o irreal. Los esfuerzos frustrados pueden llevar a las personas a hundirse en la depresión o a huir hacia lo fantástico, en un desplazamiento psíquico “sustitutivo” o “imaginario.”

El esquema conceptual de Kurt Lewin es muy complejo, rico y fecundo en sugerencias. Puede ser criticado porque define el campo psicológico en términos de presente, ignorando o pasando por alto la historia del individuo, a diferencia del freudismo y otras corrientes; y porque está pobremente desarrollada su explicación del proceso de aprendizaje, del que Lewin en realidad se ocupó poco. De todos modos, es muy amplio el abanico de sugerencias que ofrece, no solo a la Psicología y a la Psicología Social sino también a la Sociología y a la Ciencia Política. Al final de este apartado, pasaremos revista a algunas aplicaciones.

La DINAMICA DE GRUPOS, en su orígen también está vinculada al nombre de Kurt Lewin, quien fundó, en vísperas de la segunda guerra mundial, el “Research Center for Group Dynamics” en el “Massachusetts Institute of Technology.” En un sentido amplio, se designa con ese nombre a un conjunto de trabajos de diversos autores, referidos a los grupos pequeños, considerados como resultantes de la interacción de fuerzas múltiples y cambiantes, a las que se procura identificar, describir y, en lo posible, medir. La dinámica de grupos vincula muy estrechamente la investigación pura y la aplicada.

Lewin considera que el grupo es una totalidad estructurada, cuyas propiedades son diferentes a la suma de las propiedades de las partes. El grupo y el entorno que lo rodea configuran un campo dinámico. Ese dinamismo, su estabilidad y modificaciones, pueden explicarse por el juego de las fuerzas psicosociales, tales como la presión de las normas sociales, la resistencia de las barreras psicológicas, la prosecución de objetivos, etc. Este modelo se presta para una representación gráfica vectorial, susceptible, a su vez, de ser operada matemáticamente.

A partir de la obra pionera de Lewin y su grupo en este terreno, la Dinámica de Grupos ha tendido a hacerse cada vez más ecléctica, y en las obras más recientes sobre el tema, junto al gestaltismo originario pueden discernirse influencias del conductismo, del psicoanálisis y del neofreudismo.

D. Cartwrigth y A. Zander98 agrupan en cinco áreas los estudios hechos sobre dinámica de grupos: - cohesión del grupo; - presiones y criterios del grupo; - motivos individuales y finalidades del grupo; - dirección (“leadership”) y logros del grupo (“performance”); -propiedades estructurales de los grupos.

Otros temas que aparecen en la bibliografía especializada99 son: - los campos de fuerza (“power fields”); - los conflictos internos del grupo; - las comunicaciones intra e intergrupales.

Muchos estudios sobre este tema tratan de establecer la interrelación de algunos factores y elementos componentes de los grupos, tales como: - estratificación social y cohesión grupal; - dirección autoritaria y uniformidad grupal; - efectos de las interrupciones sobre la actividad del grupo; - posición del dirigente, ambiente grupal y comunicación.

La simple lectura de este temario da una idea clara de sus contenidos y también de las afinidades y sugerencias que presenta para las ciencias sociales en general y para la Ciencia Política en particular. En este último caso, la dinámica de grupos se ha mostrado especialmente útil para el análisis de la estructura y dinámica de los comités y otros grupos decisorios, vale decir, en estudios de micropolítica, más que en estudios de nivel macropolítico.

Ahora vamos a pasar revista a algunas aplicaciones politológicas de estos enfoques (Gestalt, Teoría del Campo y Dinámica de Grupos) y a algunas sugerencias que provienen de ellos, y que a nuestro entender son muy fecundas.

De las experiencias de K. Lewin, una de las más importantes (y también de las más citadas) es la referente al ambiente psicológico, o sea el clima afectivo y normativo que impera en un grupo humano, y que influye fuertemente en el comportamiento de los integrantes del grupo y en los logros o fracasos del mismo.

En la experiencia en cuestión, Lewin, Lippitt y White sometieron a diversos grupos de jóvenes a tres ambientes psicológicos sucesivos: autoritario (pautas rígidas, objetivos prefijados, jerarquía y órdenes); democrático (pluralismo, confrontación, reglas básicas del juego); y liberal (tipo “laissez-faire”).

La mejor integración grupal y los mejores logros se alcanzan en un clima democrático, en el que la interacción humana aumenta la eficacia y el sentido de la responsabilidad de cada uno. El clima autoritario frustra el deseo de libertad y cohíbe la responsabilidad individual. El clima liberal produce malestar por falta de orientaciones y límites. En estos dos últimos casos, paradojalmente se producen a nivel de las conductas individuales los mismos resultados: agresividad e indiferencia hacia los fines grupales.

Otra experiencia importante se refiere a los valores propios del grupo, que operan como factor mediatizante (conjuntamente con las predisposiciones psíquicas) en la percepción de mensajes provenientes de los medios de comunicación de masas u otras fuentes.

Los mensajes llegan a nosotros “tamizados” por los valores colectivos de nuestro grupo de pertenencia. En la medida en que valoramos nuestra pertenencia al grupo, nos sentimos obligados a adoptar sus valores. Todo mensaje acorde con ellos tiene buena acogida, y si es contrario, encuentra una fuerte oposición.

Kurt Lewin solía decir, en ese sentido, que es más fácil hacer cambiar de opinión a un grupo que a un individuo. Ahora bien, al parecer la única técnica adecuada para lograr ésto es la “discusión en grupo,” que está en las antípodas de las técnicas de difusión masiva… Con respecto a éstas, un importante corolario que deriva de las experiencias antedichas es que el mensaje difundido por los medios de comunicación de masas tiene por efecto reforzar las opiniones preexistentes, más bien que hacer aceptar nuevas opiniones. Otra consecuencia es que se puede lograr una acción más precisa y eficaz del individuo si se logra clarificar y reforzar su pertenencia al grupo.

Volvamos al tema del cambio de opinión en los grupos, porque allí encontramos otra cuestión de relevante importancia para la Ciencia Política: la modificación de los hábitos colectivos. Sabemos que las tentativas de modificar hábitos sociales arraigados despierta en general grandes resistencias. Esto es un problema fundamental en el cambiante mundo moderno, que muchas veces requiere una flexibilidad mayor de la que, al parecer, están dispuestos a adoptar individualmente los hombres.

Los experimentos de Lewin y su grupo mostraron la superioridad del procedimiento de la discusión en grupo y de las decisiones tomadas en común para lograr cambios de hábitos sociales. La razón de ello estriba en que la discusión libre compromete a los individuos en una interacción social, de tal manera que la inseguridad producida por el cambio es atenuada por el sentimiento de pertenencia al grupo. El cambio individual de actitud es facilitado si se piensa que, en realidad, es el propio grupo el que está cambiando.

Según el enfoque de Lewin, un grupo (antes de que se intente un cambio) puede ser definido como un “estado casi estacionario”; un equilibrio, en definitiva, de fuerzas psicosociales. Para superar la resistencia inicial y producir un cambio, los pasos a dar son: - “descristalizar” los hábitos colectivos mediante la libre discusión; - promover nuevas normas mediante la decisión del grupo; - consolidar esas normas mediante la instauración de una organización adecuada.

De ese modo, las técnicas de la dinámica de grupos facilita el cambio de hábitos sociales de un modo que es políticamente muy importante: por consenso y con mínima coacción.

Otro enfoque muy interesante para los estudios politológicos es la llamada “teoría de la disonancia cognoscitiva” de Leo Festinger100. En síntesis, Festinger sostiene que el hombre normal tiene un estado interno que revela un grado elevado de coherencia. Sus ideas, representaciones, creencias y actos son bastante coherentes, homogéneos, equilibrados, consonantes. Si esa equilibración interna se rompe por algún motivo, el hombre experimenta un malestar que lo mueve a actuar en alguna forma para restaurarla.

Un hombre, por ejemplo, puede verse obligado a hacer un acto o una declaración contrarios a sus valores; o percibe una contradicción entre sus ideas y sentimientos personales y la representación que se hace de la opinión predominante en su grupo de pertenencia o en su sociedad, etc. Se crea entonces una “disonancia cognoscitiva” que es fuente de un malestar interior porque lesiona la anterior coherencia. En tales casos, el hombre, para reducir la disonancia, puede modificar su opinión hasta llegar a estar de acuerdo con los demás; o percibir la opinión de los demás como menos contraria a la suya de lo que es en realidad; o rechazar toda información contraria a su opinión; o interpretar esa información de una manera más acorde con su opinión; o disgustarse con la persona que disiente de su criterio, etc. En definitiva, la “disonancia” o incompatibilidad entre cogniciones distintas del individuo lo impulsan a realizar acciones orientadas a reducir la disonancia.

Esta idea (a la que parece exagerado llamar “teoría”) contiene sugerencias interesantes para los estudios politológicos, en particular para explicar la difusión y aceptación de contenidos ideológicos, habida cuenta de la escasa consistencia que en general presentan las ideologías desde el punto de vista lógico-formal. La mayoría de las personas busca adaptarse a la opinión consagrada por el grupo, o experimenta diversas distorsiones en su percepción, de modo que un mismo contenido ideológico puede ser aceptado por muy diversas personas en función de sus diferentes representaciones del mismo.

La “teoría del poder social” de John R.P. French101 es un esfuerzo por aplicar la teoría del campo en Ciencia Política. Es interesante desde un punto de vista heurístico pero adolece de algunas indefiniciones conceptuales y de una limitada operacionalidad. Está desarrollada como una estructura deductiva que abarca: - las relaciones de poder dentro de un grupo; - las formas de comunicación dentro de un grupo; - otras relaciones internas.

Consta de tres axiomas y de algunos teoremas: Axioma 1: En cualquier discrepancia de opiniones entre A y B, la potencia de la fuerza resultante que un inductor A puede ejercer sobre un inducido B para hacerle aceptar la opinión de A es proporcional a la potencia de las bases del poder de A sobre B.

French define el poder como “el máximo de fuerza que A puede ejercer sobre B menos la máxima resistencia que B puede oponer a A.”Base de poder" es la relación duradera entre A y B que permite el surgimiento del poder.

Axioma 2: La potencia de la fuerza que un inductor A ejerce sobre un inducido B para hacerle aceptar la opinión de A es proporcional a la magnitud de la discrepancia entre ambas opiniones.

Axioma 3: En una unidad (que en su lenguaje es el tiempo necesario para que todos los miembros del grupo sometidos a influencia cambien sus opiniones hasta llegar al punto de equilibrio de todas las fuerzas actuantes al comienzo de la unidad) cada una de las personas sometidas a influencia cambiarán su opinión hasta alcanzar el punto de equilibrio en el que la fuerza resultante es cero.

Ejemplos típicos de teoremas son: Teorema 1: En una estructura de poder perfectamente conectada, y para todas las posibles estructuras de opinión inicial, las opiniones de todos los miembros alcanzarán un equilibrio común igual a la media aritmética de las opiniones iniciales de todos los miembros, y esta opinión final se logrará dentro de una unidad.

Teorema 2: En un grupo conectado débilmente, los miembros no lograrán un acuerdo salvo en el caso de que existan condiciones especiales en la distribución de las opiniones iniciales.

Como vemos, es un conjunto de ideas interesantes pero conceptualmente bastante imprecisas pese a su enunciado formal (“potencia de la fuerza,” “discrepancia entre opiniones”) y muy difíciles de cuantificar, aunque sea estimativamente y, por supuesto, de operacionalizar. No obstante, sin pretender verificar o falsear la exactitud matemática de los enunciados, lo cierto es que son válidos como “enunciados de tendencia” a los fines del análisis de hechos reales: es cierto que el poder es la resultante de una interacción, que la discrepancia debilita el poder, que los miembros del grupo cambian sus opiniones hasta encontrar un nuevo equilibrio, que el vínculo grupal fuerte favorece ese proceso y que uno débil lo perjudica, etc.

La Teoría de la Organización102 ha sido la principal beneficiaria de los estudios de la Teoría del Campo y de la Dinámica de Grupos. Otros temas sociológicos y politológicos donde suelen aplicarse son las actitudes políticas, los fenómenos de formación y cambio de hábitos y de opiniones sociales y políticas, así como en algunos estudios sobre desarrollo y subdesarrollo.

Sidney Verba103 ha destacado con agudeza la importancia politológica de la llamada “hipótesis de participación,” o sea ese principio según el cual la efectividad de los cambios importantes en la conducta de los integrantes de grupos pequeños requiere la participación de los miembros en el proceso de adopción de la decisión de cambio.

En la misma obra, Verba hace un excelente análisis de las posibilidades y limitaciones que tiene la aplicación de las “teorías del pequeño grupo” en Ciencia Política. En síntesis dice que no es una panacea pero que puede resultar muy útil si se la emplea con inteligencia. En especial, hay que ser muy prudente en la extrapolación de conclusiones obtenidas en las condiciones cuasi-experimentales del pequeño grupo, a grandes grupos (sociedades globales, por ejemplo) en un nivel de observación empírica.

El Freudismo ortodoxo (Psicoanálisis freudiano)

En las ciencias sociales y en los juicios normativos sobre hechos sociales es muy frecuente encontrar explicaciones basadas en la Teoría Psicoanalítica, o mejor, en la obra de Sigmund Freud (1856-1939) psiquíatra austríaco nacido en Freiberg y muerto en Londres, fundador del Psicoanálisis. Tanto este autor como su obra son universalmente conocidos aunque con frecuencia mal comprendidos. El freudismo es, con el marxismo, uno de las dos corrientes intelectuales surgidas en los siglos XIX y XX que han alcanzado máxima difusión e influencia, y motivado también las más grandes controversias.

El impacto del freudismo sobre el pensamiento contemporáneo es muy grande. En su momento, Freud revolucionó la Psicología, pero hoy pareciera incluso tener más influencia en las ciencias sociales y en las humanidades que en el propio campo psicológico.

La Teoría Psicoanalítica es el componente principal y hasta cierto punto fundacional de ese conjunto de teorías denominado por Bleuer “psicología de las profundidades” o “psicología profunda.” Su objetivo, inspirado en razones teóricas, curativas y existenciales, es traer a la conciencia aquellas partes de la psiquis del ser que le son habitualmente desconocidas. Esa toma de conciencia del inconsciente es esencial en el enfermo para su curación, y en el sano para acceder a la totalidad de su ser. En realidad, INCONSCIENTE es sólo una palabra; no es una entidad, ni una sustancia ni un lugar: es una hipótesis de trabajo (que no tiene las resonancias ideológico-filosófico-religiosas de palabras tales como espíritu o alma) que permite nombrar lo que en la psicología humana no puede ser captado directamente por la conciencia.

En general, el pensamiento de los grandes creadores suele ser presentado en forma desvinculada de sus fuentes, como si fueran grandes torres aisladas. Pero así como no puede entenderse a Marx sin pasar (como mínimo) por Hegel, Feuerbach y David Ricardo, tampoco puede entenderse bien a Freud sin tener alguna idea del trabajo preparatorio que hizo el pensamiento occidental para acceder a esa “psicología de las profundidades,” desde las “representaciones inconscientes” de Leibnitz, el “inconsciente” de Herbart, los “sueños” de Carus, hasta la “filosofía del inconsciente” de von Hartmann; y desde los remotos atisbos de Paracelso, pasando por los trabajos de Mesmer sobre “magnetismo animal” (con todas sus tergiversaciones) y P. Janet, hasta la Escuela de la Salpêtrière, con Charcot y la Escuela de Nancy, con Liébault y Bernheim, y sus trabajos sobre hipnotismo y sugestión.

De los tres últimos mencionados, Freud fue discípulo directo. “Allí fue -escribirá más tarde- donde recibí las más fuertes impresiones relativas a la posibilidad de fuertes procesos que, sin embargo, permanecen ocultos a la conciencia de los hombres.”

El término PSICOANALISIS fue acuñado por Freud en base a ciertas analogías entre el trabajo del terapeuta y el del químico. Apareció por primera vez en publicaciones del año 1896 y fue definido por Freud desde tres puntos de vista, diferentes pero concatenados: - como procedimiento de investigación de procesos mentales que serían prácticamente inaccesibles de otro modo; - como método para el tratamiento de trastornos neuróticos; - como conjunto de concepciones psicológicas que van formando una nueva disciplina científica.

Saldría completamente fuera de los límites y de la intención de este trabajo una descripción completa del vastísimo campo psicoanalítico. Aquí no va a interesar especialmente una parte del tercer punto de vista: los lineamientos generales del Psicoanálisis como teoría científica de la psicología individual profunda; y sobre todo sus repercusiones en el modo de entender lo social.

Como características generales del Psicoanálisis freudiano podemos mencionar las siguientes: - se basa en una visión del hombre predominantemente biológica (organicista, materialista); - piensa los procesos en términos evolucionistas darwinianos, o más exactamente lamarckianos, ya que Freud creía que los caracteres adquiridos pueden trasmitirse por vía genética; - su enfoque básico es instintual e individualista; - es determinista y considera que en la investigación toda acción humana tiene relevancia y significación: que se debe deducir a partir de lo que se manifiesta en la conciencia lo que hay debajo de su superficie. Afirma, pues, la existencia de una relación determinista entre la acción manifiesta y la motivación inconsciente; - en su teoría, Freud generalizó los resultados de una prolongada introspección, conjuntamente con las observaciones provenientes de una larga tarea clínica, propia y de otros.

Su esquema o modelo básico de la psicología humana se basa en la afirmación de la existencia de una energía impulsora, innata en el hombre, muy semejante al “élan vital” de Bergson, a la que llamó LIBIDO (deseo, apetito, aspiración). Luego de 1923, también la denominó ID, y también EROS104.

Todos los procesos mentales (excepto la recepción de estímulos externos) derivan de la interacción de esas fuerzas instintivas, que son de orígen orgánico. Son características de la libido: - está gobernada por el “principio del placer”; -es indiferente a la moralidad; - es indiferente s su propia seguridad; - recibe su placer del acto de la descarga, sin intermediación del ego.

Los INSTINTOS BASICOS (conservación, preservación, etc.) son sistemas de dirección de los impulsos libidinales. Su estructura está superpuesta al id y su función es imprimir direccionalidad y sentido a las energías libidinales,que originariamente no lo tienen.

El EGO se desarrolla en el ser humano aproximadamente a partir de los seis meses de edad. Es una estructura mediadora entre el puro impulso del id y la realidad del entorno externo. Está gobernado por el “principio de realidad.”

El SUPEREGO es una instancia de la personalidad, cuya función es equiparable a la de un juez o censor del ego. La conciencia moral, la auto-observación, la formación de ideales, son algunas de sus manifestaciones. Según la ortodoxia freudiana, el superego es heredero del complejo de Edipo, producido por interiorización de las exigencias y prohibiciones familiares.

El CUERPO, en este esquema, puede ser visto como un receptáculo dividido en áreas de diferente valor erógeno, y conectado con el entorno de forma poco precisa. Las “zonas erógenas” (oral, anal y genital) son utilizadas por Freud en su teoría de la personalidad y del desarrollo del carácter.

Esta “visión topográfica” o esquema básico del aparato psíquico puede representarse gráficamente del siguiente modo: ENTORNO —————————————————————– CUERPO ^ GENITAL ANAL ORAL | EGO <—> SUPEREGO placer | —— v dolor CONSCIENTE —————————————————————– SUBCONSCIENTE ^ ^ ^ INSTINTOS | | | (energía libidinal INCONSCIENTE LIBIDO o ID dirigida) Cómo “funciona” este modelo? Una síntesis de la dinámica freudiana puede presentarse del siguiente modo: Los impulsos del id o libido proporcionan la energía propulsora de todo el sistema. La estructura de los instintos transforma esa energía pura en energía libidinal dirigida. En la ortodoxia freudiana, las cuestiones más importantes surgen de la relación entre el id, el ego y el superego. Los neofreudianos, en cambio, enfatizan más la importancia de las relaciones entre el ego y el entorno.

El id está totalmente inmerso en el inconsciente. Allí se originan todas las tendencias e impulsos. Sólo la interpretación psicoanalítica puede determinar el sentido profundo de la conducta humana, que se origina en este plano. Afirma, por ejemplo, que los sueños siempre tienen un significado: siempre son la satisfacción de un deseo reprimido en la vigilia, pero su contenido real aparece siempre disfrazado y oculto y debe ser interpretado.

Los impulsos o deseos que brotan del id son vitalmente suficientes para el recién nacido, pero el hombre necesita vivir en sociedad, y para ello ha de acomodar su conducta a los deseos ajenos, so pena de ser destruído. Freud reedita así la vieja tesis de Hobbes.

El ego, que funciona de acuerdo con el principio de realidad, es el encargado de reprimir los impulsos. Aunque Freud escribió como si el ego fuera un elemento concreto, es más lógico considerarlo como una función del aparato psíquico. Quizás la más importante contribución de Freud a la psicología fue la identificación de muchas funciones del ego, a las que designó con expresiones que frecuentemente utiliza hoy el pensamiento ilustrado y hasta la conversación corriente: - Represión: es impedir que un impulso entre en la conciencia; - Racionalización: es un intento de explicación coherente, lógica, moral, de un acto o hecho cuyos motivos verdaderos no se perciben; - Proyección: es expulsar de sí y localizar en otro (persona o cosa) algo que no se reconoce o que se rechaza de sí mismo; - Introyección: es hacer pasar, en forma fantasmática, de “afuera” a “adentro” objetos o cualidades propias de los mismos. Se relaciona también con la identificación del yo con otra persona o con alguna de sus cualidades; - Regresión: Dentro de un proceso psíquico, es ir hacia atrás en la secuencia de los estadios del desarrollo psíquico; - Formación reactiva: Es una actitud o hábito de sentido opuesto a un deseo reprimido, constituído como reacción contra éste; - Desplazamiento: Es el traspaso de la actitud de interés, de un objeto a otro.

Otros conceptos también usuales en el lenguaje freudiano y difundidos luego con mayor o menor exactitud en el lenguaje corriente son: sentimiento de culpabilidad, frustración, angustia, mecanismos de defensa, etc.

La teoría freudiana sobre el desarrollo de la personalidad se concentra en el estudio de los primeros cinco años de la vida. En ese período se atraviesan tres estadios, marcados por la principal fuente de placer para el individuo en cada uno de ellos: oral, anal y genital. En el estadio oral, el placer viene principalmente de comer, de “incorporar” cosas al cuerpo, y ese esquema se aplica a toda la relación con el mundo. El dolor y el temor son originados por la ausencia del factor protector primordial y fuente nutricia: la madre. El bebé se comporta enteramente según el “principio del placer,” buscando un estado cenestésico. El estadio anal comienza con la educación del control de esfínteres (hacia los dos años de edad) que es también la primera confrontación con el “principio de realidad.” Según la forma de educarlo, el niño puede hacerse “expulsivo” (cruel y destructivo); “retentivo” (mezquino y miserable) o productivo y creador (si la madre estimula positivamente sus esfuerzos). El estadio fálico es la fase siguiente de la organización infantil de la libido, caracterizada por la unificación de las pulsiones bajo la primacía de los órganos genitales. Corresponde a la culminación y declinación del complejo de Edipo (atracción sexual hacia el padre de sexo opuesto y odio por el del mismo sexo).

En el varón, el temor a la autoridad paterna y a ser castigado con la castración producen una represión del deseo sexual de la madre y una identificación con el padre. El desarrollo de la niña no es simétrico: ella ama a su padre (complejo de Electra) pero cuando descubre que ella no tiene pene comienza a envidiar a los varones y evoluciona en dirección a una actitud ambivalente hacia su padre, objeto de amor-envidia al mismo tiempo.

Ha sido necesaria esta resumida y seguramente incompleta exposición de las ideas básicas de Freud sobre la psicología individual para entender su pensamiento social. Hemos visto que el hombre, en la concepción de Freud, aparece como un ser aislado y solitario, llevado por pulsiones y deseos heredados hacia actividades muy difícilmente compatibles con una convivencia social estable y organizada. De allí el espíritu “hobbesiano” de sus ideas sobre la vida social y el rol central asignado por él a la represión en la génesis de cualquier orden social productor de cultura.

A partir de 1913, Freud escribió obras importantes sobre temas sociales. En ellas emplea la misma orientación y los mismos conceptos básicos desarrollados en sus obras sobre psicología individual. Presta preferente atención a la génesis de lo social (tabúes, totems, mitos, creencias religiosas). Con frecuencia emplea datos antropológicos que ya eran anticuados en su época, y principios genéticos que hoy resultan francamente insostenibles. La concepción freudiana de la sociedad es aristocrática, autoritaria, pesimista respecto de la naturaleza humana, y sus implicaciones políticas prácticas son radicalmente conservadoras. Como ya dijimos, su pensamiento es de neto corte hobbesiano.

Freud reconoce, por supuesto, que el hombre necesita de la sociedad para sobrevivir, y que esa necesidad lo obliga a aceptar limitaciones a sus deseos, pero destaca que se somete de mala gana, bajo constantes amenazas y presiones. Para Freud, todo individuo es, en el fondo, un enemigo de la civilización. La civilización se construye sobre la represión del hombre: una civilización no represiva es considerada por él como totalmente imposible.

Freud es individualista; manifiesta un gran rechazo por el hombre-masa. Puede encontrarse en él un anticipo de la idea del inconsciente colectivo, que luego desarrolló K.Jung y que es, indudablemente, un elemento importante en la descripción psicoanalítica de la génesis de la conducta de las masas.

En cuestiones internacionales, Freud emplea los mismos enfoques. El hombre está naturalmente impulsado desde sus instintos a agredir y dominar a los demás, y lo mismo ocurre con las naciones. La base de la sociedad y de la vigencia del derecho es la unión de los débiles en contra de los fuertes; en definitiva, la imposición de un poder colectivo sobre todos.

En su idea de la naturaleza o condición humana, Freud difiere completamente de Marx. Por ello siempre nos ha llamado la atención la combinación que importantes corrientes del pensamiento contemporáneo, desde la Escuela de Frankfurt hasta algunos representantes de la Crítica Social, han hecho de la obra de ambos pensadores. Para Freud, por ejemplo, la agresividad humana es anterior al surgimiento de la propiedad privada, de modo que la abolición de ésta no modificará sustancialmente la conducta humana. Los hombres, para Freud, no luchan por un motivo en especial, sino porque tienen que hacerlo; porque está en su naturaleza, como consecuencia de un impulso instintivo. Los actuales grupos y sociedades humanos son manifestaciones contemporáneas del comportamiento de horda. En ellos se ha desarrollado, como en los individuos, un super-ego, que obliga a respetar ciertos límites y mantener una conducta considerada socialmente adecuada.

Según nuestro criterio, son cuatro las principales obras de Freud referentes a lo social: - TOTEM Y TABU (“Totem und Tabu”-1913);105 - PSICOLOGIA DE LAS MASAS Y ANALISIS DEL YO (“Massenpsychologie und ich-analyse”-1921);106 - EL PORVENIR DE UNA ILUSION (“Die Zurunft einer Illusion”-1927);107 - EL MALESTAR EN LA CULTURA (“Das Unbehagen in der Kultur”-1930);108.

“Totem y Tabu” es la primera tentativa que hizo Freud para aplicar el punto de vista psicoanalítico a problemas de psicología social. Como él mismo dice, el tema de los tabúes está exhaustivamente tratado en esta obra, mientras que la investigación del totemismo está apenas esbozada. “Se trata de un libro que estudia el orígen de la religión y la moral…” dice Freud en el Prólogo de la edición hebrea. La obra reúne cuatro ensayos que fueron originalmente publicados en forma separada: I - EL HORROR AL INCESTO, II - EL TABU Y LA AMBIVALENCIA DE LOS SENTIMIENTOS, III - ANIMISMO, MAGIA Y OMNIPOTENCIA DE LAS IDEAS, IV - EL RETORNO INFANTIL AL TOTEMISMO.

En “El horror al incesto” describe, en base a un abundante material etnográfico aportado sobre todo por Frazer109, las particularidades del totemismo como modo primitivo de organización de los grupos humanos. Un totem “…es un animal comestible…más raramente una planta o una fuerza natural..” vinculado con el grupo humano de un modo especial: es considerado como el antepasado del clan y también como su espíritu bienhechor y protector. Los integrantes del grupo totémico no pueden matar a dicho animal, ni comerlo, ni aprovecharlo de ninguna otra forma, bajo pena de muerte.

Otra consecuencia es la “consanguinidad totémica” de los integrantes del grupo, de donde deriva una exigencia de exogamia: los miembros del mismo clan totémico no deben casarse entre sí. Ese “horror al incesto,” que se presenta como el primer valor de una naciente moral social, va aún más allá: las tribus se dividen en dos “fratrias” (clases matrimoniales) y éstas a su vez en dos o más subclases, todas exogámicas entre sí, de modo que se restringen mucho las posibilidades de elección matrimonial. Esas restricciones van también acompañadas por reglas de trato social que refuerzan el “horror al incesto”: prohibición de trato familiar y hasta de dirigir la palabra, a parientes cercanos del otro sexo: madre, hermanas, cuñadas, suegra, etc.

En “El Tabú y la ambivalencia de los sentimientos,” Freud sostiene que si se estudia el tabú con óptica psicoanalítica se encuentran muchas similitudes con las “neurosis obsesivas” de los hombres “civilizados,” con su característica ambivalencia de deseos y contradeseos. En este ensayo, quizás la parte más interesante para la Teoría Política sean las reflexiones sobre temas tales como: - La conducta para con los enemigos: reconciliación con el enemigo muerto; restricciones a observar; actos de expiación o purificación del matador; prácticas ceremoniales.

  • El tabú de los soberanos: el súbdito debe protegerse de ellos porque son portadores de una energía (“maná”) que puede ser peligrosa, y a la vez debe amarlos y protegerlos: aquí aparece nuevamente el tema de la ambivalencia, que es clásico en los estudios politológicos sobre el poder.

  • El tabú de los muertos: es debido a la contaminación o impureza derivada del contacto con los muertos, de donde deriva, por ejemplo, la prohibición de pronunciar su nombre y la necesidad de celebrar ritos propiciatorios, etc.

El ensayo titulado “Animismo, magia y omnipotencia de las ideas” comienza con una interesante reflexión de Freud sobre cómo veía él sus propios aportes a las ciencias del hombre: “…no aspiran sino a estimular a los especialistas y a sugerirles ideas que puedan utilizar en sus investigaciones…,” amplitud de criterio que no siempre es tenida en cuenta por los actuales seguidores del freudismo…

La idea básica de este ensayo es que, en la construcción de sistemas cosmovisionales (animismo, magia, religión) los hombres no se vieron impulsados sólo por “…una pura curiosidad intelectual, por la sóla ansia de saber. La necesidad práctica de someter al mundo debió de participar, indudablemente, en esos esfuerzos.”

Las concepciones del mundo, según Freud, evolucionaron a través de fases: animista (la omnipotencia está en el hombre); religiosa (la omnipotencia es transferida a los dioses) y científica (que pretende abandonar la “omnipotencia de las ideas” pero dejando rastros de ella “en nuestra confianza en el poder de la inteligencia humana”); algo comparable (aunque no igual) a la “ley de los tres estados” que según Comte habían atravesado las sociedades occidentales en su evolución histórica: teológico, metafísico y positivo; y que es retomado luego por Erik Kahler en su “Historia Universal del Hombre,” cuando plantea las diversas actitudes que puede asumir el ser humano cuando cobra conciencia de su humanidad y se visualiza a sí mismo como un ente “separado” de la Naturaleza: la magia, la religión y la ciencia serían en este caso, las grandes fases de la re-vinculación del ser individual-social con el Todo.110 El cuarto ensayo, titulado “El Retorno Infantil al Totemismo, es un intento de explicar el orígen de la religión como fundamento de la vida social, en base al concepto de totem, aunque Freud aclara que”no puede retraerse a una sola fuente un fenómeno tán complicado como la religión".

Los dos tabúes (o sea, prohibiciones) fundamentales del totemismo “con los cuales se inicia la moral humana” son la muerte del totem y el incesto. Freud esboza aquí su famosa explicación mítico-histórica (basada en algunas observaciones de Darwin) sobre esos orígenes: los hijos, que aman y odian al padre, que los protege pero los excluye del comercio con las mujeres, finalmente se dejan llevar por su odio, lo matan y lo comen, para asimilar mágicamente su fuerza; luego prima nuevamente el amor, experimentan culpa y “lo que el padre había impedido anteriormente…se lo prohibieron luego los hijos a sí mismos….”

“Totem y Tabú” es, tal vez, la obra de Freud donde más claramente se manifiesta su reduccionismo psíquico individual de la vida social, reduccionismo que potencia el rol del psiquismo inconsciente. En esta obra, Freud intenta explicar todas las costumbres primitivas en función de represiones de la libido o de neurosis obsesivas. Desconoce, en este sentido, el rol de la acción social propiamente dicha. Por otra parte, adoptando una clásica postura “eurocéntrica,” Freud considera a las sociedades primitivas como “embrionarias,” sin reconocerles una estructura autónoma, con funciones y objetivos propios.

En “Psicología de las Masas y Análisis del Yo” (1921) Freud comienza su desarrollo cuestionando la oposición entre psicología individual y psicología social o colectiva, porque “…en la vida anímica individual aparece siempre integrado…el otro,” pero reconoce claramente las diferencias que se dan entre los fenómenos “narcisistas” o “autísticos,” los fenómenos de interacción social entre dos o pocas personas, y los fenómenos de influencia simultánea de gran número de personas, o sea la psicología de las masas.

Freud parte de las observaciones de Gustave Le Bon111 sobre la aparición en la multitud de un “alma colectiva” que obra de manera completamente distinta a los individuos que la componen. Se trata de un “ser provisional” en el que emerge “lo inconsciente social” y se borran “las adquisiciones individuales.”

Aparece allí “un sentimiento de potencia invencible,” que hace más fácil “ceder a los instintos,” lo que se ve favorecido por el carácter “anónimo e irresponsable” de la multitud. La supresión de las represiones permite la manifestación, no de caracteres nuevos -sostiene Freud- sino de elementos ya existentes en el inconsciente individual.

En la multitud aparecen fenómenos de gran interés, como el “contagio mental” efecto de la “sugestionabilidad,” a veces semejante a la “fascinación del hipnotizado.” En la multitud hay una tendencia a pasar inmediatamente a la acción. “La multitud es impulsiva, versátil e irritable”; es omnipotente, influenciable, crédula, extremista. Es autoritaria e intolerante, conservadora y reacia a las novedades, y altamente sensible al poder mágico de las palabras.

Freud recuerda palabras de MacDougall, para quien el fenómeno más importante de la formación de la masa es la exaltación de la emotividad, y considera que “el nivel de la vida psíquica de la multitud” puede ser elevado por medio de una organización adecuada. Freud dice que ésto “…equivale a crear en la masa las facultades características del individuo…” La explicación psicológica de la modificación psíquica ocasionada al individuo por la masa se encuentra para Freud en “la influencia sugestiva de la masa” que es condición necesaria para que se manifieste “el prestigio del caudillo.” Detrás de esa sugestión, Freud postula la existencia en la masa de “lazos afectivos,” manifestación del Eros “…que mantiene la cohesión de todo lo existente…” No resulta entonces extraño que los regímenes políticos totalitarios, basados en la movilización incesante de las masas, siempre se hayan visualizado a sí mismos como “orgánicos.”

La multitud, dice Freud, necesita de un jefe, pero para que éste pueda dominarla “es preciso que el mismo posea ciertas cualidades: una gran convicción, una voluntad potente e imperiosa, prestigio”; cualidades que produzcan “una especie de fascinación.”

Este notable trabajo de Freud impresiona como una descripción hecha por anticipado de los fenómenos políticos de movilización de multitudes y emergencia de conductores carismáticos que años después surgirían en Alemania e Italia e implantarían regímenes totalitarios, una de cuyas víctimas ideológicas sería precisamente el movimiento psicoanalítico orientado por Freud… Aún hoy son pertinentes sus aportes para la explicación de los fenómenos políticos movimientistas y de ciertos procesos de sugestión y de construcción de liderazgos cuasi-artificiales, producidos por los modernos medios de comunicación de masas.

En el resto del ensayo, Freud analiza algunos temas especiales. En primer lugar, el caso de la Iglesia y del Ejército, a los que considera “…masas artificiales, esto es, masas sobre las que actúa una coerción exterior encaminada a preservarlas de la disolución y a evitar modificaciones de su estructura.” En esas masas artificiales “…el individuo se halla doblemente ligado…al jefe (Cristo o el General) y…a los restantes individuos de la colectividad.” También analiza la actuación de las masas con y sin conductor (que en algunos casos puede ser sustituído por una idea o una abstracción); la ausencia en las masas de esa “normal hostilidad que aparece en todo vínculo estrecho, aún amoroso”; el fenómeno de la identificación como vínculo de enlace recíproco entre los integrantes de la masa; el “efecto hipnótico del enamoramiento colectivo” que hace de la masa una experiencia “de carácter místico”; la masa vista como una resurrección moderna de la horda primitiva, etc.

Finalmente, analiza la neurosis como patología que “hace asocial al individuo,extrayéndolo de las formaciones colectivas habituales.” La neurosis es para Freud “un factor disgregador de multitudes,” e inversamente, sostiene que en una “…enérgica tendencia a la formación colectiva se atenúan las neurosis…” En este libro, pues, Freud parece anticipar, como ya dijimos, las intensas experiencias políticas de masas que sacudirían Europa pocos años después.

“El Porvenir de una Ilusión” (1927) es un libro en el que Freud desarrolla a fondo sus ideas sobre aspectos básicos de la sociedad humana. Considera que cultura y civilización son sinónimos y que muestran dos aspectos básicos de la problemática huamana: el dominio de la naturaleza y la regulación de las relaciones humanas.

La cultura ha de ser defendida contra los individuos, que se rebelan contra ella a causa de los sacrificios que les impone la vida en común, pese a ser conscientes de que la necesitan para sobrevivir. Toda civilización -sostiene Freud- se basa en la coerción y en la renuncia a los instintos. La civilización es algo “impuesto a una mayoría contraria a ella por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y coerción.”

Las prohibiciones culturales más antiguas se refieren a deseos instintivos como el incesto, el canibalismo y el homicidio. Sólo el canibalismo está completamente dominado. Los otros deseos aún se hacen sentir “detrás de la prohibición” y el homicidio se practica e incluso se ordena en nombre de altos valores, en determinadas circunstancias.

Freud reconoce, sin embargo, que existe cierto “progreso anímico” de la humanidad, que consiste en “la transformación paulatina de la coerción externa en coerción interna…por la acción del superego,” pero también anota que “…una multitud de individuos no obedecen a las prohibiciones…más que bajo la presión de la coerción externa.”

Freud considera “comprensible” que cuando la satisfacción de algunas pocas personas tiene por base la opresión de muchas otras (lo cual “sucede en todas las civilizaciones actuales”) los oprimidos sean hostiles a la civilización que sostienen con su trabajo pero de la cual no disfrutan.

Cuáles son las compensaciones que pueden obtenerse ante tánta opresión? Una es la participación en los ideales de la propia civilización -ideales forjados como secuela de los primeros logros de ésta- los cuales procuran satisfacciones “de naturaleza narcisista” y generalmente se convierten en “motivos de discordia” entre las naciones. De ese orgullo y satisfacción participan también “las clases …oprimidas…en cuanto al derecho de despreciar a los que no pertenecen a su civilización,” lo cual “les compensa de las limitaciones que la misma les impone a ellos.”

Otra compensación es el Arte, de impacto socialmente menos extenso, porque es “inasequible a las masas, absorbidas por el trabajo agotador y poco preparadas por la educación.” El Arte ofrece “satisfacciones sustitutivas compensadoras” e “intensifica los sentimientos de identificación” contribuyendo también “a la satisfacción narcisista.”

Freud analiza a continuación el orígen y función de lo que llama “el elemento más importante del inventario psíquico de una civilización…sus representaciones religiosas…o, con otras palabras…sus ilusiones.” “Ilusión” es, en el lenguaje freudiano, “una creencia cuando aparece engendrada por el impulso a la satisfacción de un deseo” sin prejuzgar si es o no verdad en sí misma. Las creencias religiosas son, según Freud, “realizaciones de los deseos más antiguos, intensos y apremiantes de la Humanidad.”

Freud dice que “la función capital de la cultura es defendernos contra la naturaleza,” pero todos sabemos que la naturaleza no está totalmente dominada: la tierra que tiembla, el agua que inunda, la tempestad que destruye, las enfermedades, el doloroso enigma de la muerte, provocan angustia y temor. Por otra parte, la imperfecta civilización en la que vivimos nos acarrea también sufrimientos.

La cultura nos defiende, en un primer paso, humanizando a la naturaleza. No convierte a las fuerzas naturales en simples seres humanos sino en dioses paternales, “conforme a un prototipo infantil y filogénico.” Esos “dioses” tienen una triple función: - conjurar los terrores que inspira la naturaleza; - conciliar al hombre con el destino y la muerte; - compensar al hombre por las privaciones que la civilización le impone.

Con el tiempo, se acentúa la importancia de esta tercera función: - compensar los daños ocasionados por la civilización; - precaver los sufrimientos que los hombres se causan entre sí; - velar por el cumplimiento de los preceptos culturales.

Surge entonces un acervo de representaciones que protege a los hombres contra la naturaleza, el destino y los daños sociales. La vida en este mundo sirve a un fin más alto; el objetivo de esa superación es la parte espiritual del hombre; lo que sucede en el mundo es conducido (aunque sea difícil de comprender) por una inteligencia superior hacia el bien; la muerte no es un fin sino un tránsito hacia una evolución superior. La Sabiduría, la Bondad y la Justicia son los atributos del “Unico Ser Divino” en el cual “nuestras civilizaciones han condensado el politeísmo de épocas anteriores.” Freud hace, evidentemente, un alegato en favor de un fundamento puramente racional de los preceptos culturales, pero se interrumpe por un repentino escrúpulo: “…los motivos puramente racionales pueden aún muy poco contra las pasiones del hombre…,” dice.

Finalmente, al analizar si conviene o no al hombre y a la sociedad perder esas “ilusiones,” Freud se pronuncia decididamente en favor de su conservación" “No extrañará -dice-…que me declare partidario de la conservación del sistema religioso como base de la educación y de la vida colectiva. Se trata de una cuestión práctica y no del valor de realidad del sistema.”

En “El Malestar en la Cultura” (1930) Freud prosigue la línea de pensamiento sobre la vida social iniciada en sus obras anteriores, abordando en este caso problemas morales y religiosos vinculados con el individuo y la sociedad. Su punto de partida es una observación de su amigo Romain Rolland sobre la “sensación de eternidad” o “sentimiento oceánico” que sería la fuente última de la religiosidad. Freud se confiesa ajeno a tales sentimientos, pero aclara que en “El Porvenir de una Ilusión” no pretendió ocuparse de “las fuentes más profundas del sentido religioso” sino de “lo que el hombre común concibe como su religión,” con sus explicaciones integrales y su solícita Providencia; en definitiva se ocupó de la vigencia y rol social de la religión.

Se plantea luego la cuestión del objeto que tendría la vida humana (“sólo la religión puede responder al interrogante sobre la finalidad de la vida,” dice) y la abandona luego para encarar otra más modesta: Qué esperan los hombres de la vida? Se responde que aspiran a la felicidad, a ser felices: en primer término a experimentar fuertes placeres, pro luego con frecuencia se conforman con no sufrir, con escapar a la desgracia.

Al hombre le resulta muy difícil llegar a ser feliz, por varios motivos: la supremacía amenazante de la naturaleza, la caducidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia o precariedad de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la familia, en el Estado y en la sociedad. De estos tres motivos, los dos primeros son más soportables porque son ineluctables, pero el tercer motivo es el más difícil de aceptar: porqué las instituciones creadas por nosotros mismos han dado tán malos resultados? Esa frustración desemboca en una “extraña actitud de hostilidad contra la cultura” pese a ser ella obra nuestra y necesaria para nuestra supervivencia. El hombre -dice Freud- “cae en la neurosis porque no logra soportar el grado de frustración que le impone la sociedad en aras de sus ideales de cultura.” Esto se expresa, por ejemplo, en una nostalgia de la vida primitiva, erróneamente visualizada como “simple, modesta y feliz.”

Intenta luego Freud hacer un análisis de los factores a los que “debe su orígen la evolución de la cultura, cómo surgió y qué determinó su derrotero ulterior” y sus dificultades. La familia primitiva (originada en la permanencia de la pulsión sexual y en la prolongada indefensión de la prole) evolucionó hacia las “alianzas fraternas” de la vida social posterior, como ya había explicado Freud en “Totem y Tabú.” Ahora bien: la vida social es frustrante porque el hombre no es “una criatura tierna y necesitada de amor” sino un ser bastante agresivo, violento y cruel. Esas tendencias agresivas “son el factor que perturba nuestra relación con los semejantes,” dice Freud.

“Los comunistas -añade a continuación- creen haber descubierto el camino hacia la redención del mal..”: la abolición de la propiedad privada. “No me concierne la crítica económica del sistema comunista…pero…puedo reconocer como vana ilusión su hipótesis psicológica”…“el instinto agresivo no es una consecuencia de la propiedad sino que regía…en épocas primitivas…” cuando la propiedad privada no existía. Señalamos nuevamente la clara disyunción planteada entre freudismo y marxismo, a través de esta crítica a un aspecto básico de la concepción antropológica marxista.

Como ya dijimos, nos llaman mucho la atención las frecuentes combinaciones posteriores entre estas dos concepciones, que si bien tienen algunos elementos en común (materialismo y determinismo, por ejemplo) tienen también muy marcadas diferencias, de las cuales quizás la principal sea la orientación general de una y otra línea de pensamiento: mientras el marxismo es un claro exponente del “encantamiento de la modernidad,” el freudismo se anticipó a los tiempos por venir, en su “desencanto de la modernidad,” propio de nuestros tiempos post-modernos…

En definitiva, concluye Freud, “…si con toda justificación reprochamos al actual estado de nuestra cultura cuán insuficientemente realiza nuestra pretensión de un sistema de vida que nos haga felices…quizás convenga que nos familiaricemos también con la idea de que existen dificultades inherentes a la esencia misma de la cultura, e inaccesibles a cualquier intento de reforma.”

La tendencia agresiva “…constituye el mayor obstáculo con que tropieza la cultura.” Esta última procura coartar la agresividad del individuo “…haciéndolo vigilar por una instancia alojada en su interior, como una guarnición militar en una ciudad conquistada.” Se trata del super-ego, cuya tensión con el ego produce “el sentimiento de culpabilidad” que se manifiesta como “necesidad de castigo,” tema al que le dedica un amplio desarrollo.

“A mi juicio -termina diciendo Freud- el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si -y hasta qué punto- el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción.” Y nosotros -más de sesenta años después- podemos terminar este resumen con las mismas palabras con que Freud termina su ensayo: “Mas, quién podría augurar el desenlace final?”

El esquema freudiano no es adecuado para formular explicaciones formalmente rigurosas de los fenómenos políticos y sociales, y de hecho se lo ha utilizado poco, aunque es incuestionable la profundidad y agudeza de muchas de sus observaciones y reflexiones. La muy citada “aplicación” que hizo Harold Lasswell112 es, en realidad, un intento de aplicar el método, no la teoría en su conjunto.

Las críticas a la teoría freudiana ortodoxa son muy conocidas: su carácter de sistema cerrado, su organización de “escuela,” con la consiguiente intolerancia teórica, su vaguedad conceptual, su falta de definición empírica, su oscilación incierta entre el uso simbólico y concreto de los vocablos. Pero indudablemente es una poderosa vertiente nutricia del pensamiento contemporáneo, como lo testimonian, por ejemplo, la “Escuela de Frankfurt” y la corriente de “Crítica Social,” que veremos luego.

El freudismo tiene valor heurístico, capacidad de sugerencia, de apertura y de ampliación de líneas de investigación. Creemos que al leerlo, todos sentimos la estimulación de un pensamiento poderoso, que se atreve a nombrar a las cosas de modos nuevos, que nos atrae y repele a la vez, que nos presenta al hombre y a la vida bajo aspectos que con frecuencia nos chocan, pero en los que también percibimos duras verdades y ominosos anticipos del drama contemporáneo. Estemos o no de acuerdo con sus teorías, hay en la historia de la ciencia contemporánea un antes y un después de Freud, que a nuestro juicio está marcado por la incorporación sin cuestionamientos de la dimensión psicológica profunda -lo emocional, lo irracional, lo inconsciente- en todos los estudios de lo humano.

El neo-freudismo (o psicoanálisis socializado)

Una característica a nuestro entender negativa de la “Escuela de Viena,” fundada por Freud y sus primeros seguidores, fue justamente su carácter de “escuela,” es decir, de cultivo grupal de un conocimiento proveniente de una fuente “paternal” y cerrado a todo cuestionamiento y revisión externa, algo opuesto al carácter abierto de la ciencia empírica corriente, que no reconoce padre ni principio de autoridad alguno. Cuando una corriente teórica se estructura como “escuela,” por elevados que sean los motivos preservadores aducidos para ello, fatalmente se configura una “ortodoxia” interna y una “heterodoxia” nutrida por todos aquellos cuyo pensamiento se aparta de la orientación originaria. Esto ocurrió con la “escuela” de Freud.

En 1911, Alfred Adler (1870-1937), médico oftalmólogo vienés, que de su especialidad había pasado a la psicoterapia, y había sido uno de los primeros discípulos de Freud, fundó su propia escuela, rompiendo con Freud y su círculo de Viena, con lo que culminaron los enfrentamientos que venían sosteniendo desde 1905 por discrepancias sobre el rol de la sexualidad en la conducta humana. Mientras Freud le asignaba un papel dinámico central, Adler ubicaba en ese lugar a “la voluntad de poder,” compensación de la inferioridad constitucional inicial del hombre. Esa voluntad de poder, en el lenguaje propio de Adler, debe entenderse más en el sentido de “dominio de sí” que de “dominio de los otros.”

Adler era socialista; no compartía, por lo tanto, la visión profundamente pesimista y hobbesiana que Freud tenía del hombre. Adler postuló la existencia de una tendencia social innata, una propensión a atender el interés general tanto como el personal.

Otros psicoanalistas, también discípulos de Freud en sus comienzos, como Carl Jung, Otto Rank y Wilhem Stekel, siguieron el ejemplo de Adler, separándose de la ortodoxia freudiana; pero indudablemente fue la obra de Adler la más fecunda en el campo del pensamiento político sistemático, en particular por medio de la llamada corriente o escuela de la “crítica social,” en la que se destacan los nombres de Karen Horney, Erich Fromm y Harry Stack Sullivan. También puede discernirse su influencia en autores importantes de otras corrientes, como Norman Brown, Herbert Marcuse y Theodore Adorno.

La escuela de la “crítica social” es un foco de convergencia de poderosas corrientes del pensamiento contemporáneo, que van desde el freudismo al marxismo, desde la Antropología Cultural hasta la Teoría del Campo y la Semántica, para enfrentar desde una actitud severamente crítica las realidades de la sociedad y la cultura contemporáneas, especialmente su versión anglosajona y específicamente norteamericana, tomada como modelo dominante y difundido mundialmente.

Karen Horney

Karen Horney (1885-1952), psicoanalista nacida en Alemania, desarrolló prácticamente toda su labor en los EE.UU. Inspiró su revisión del freudismo en las ideas de Adler, con un sesgo aún más radical, aunque algunos de los seguidores de éste llegaron a acusarla de plagio.También se percibe en sus obras la influencia de antropólogos de la corriente culturalista norteamericana, como Margaret Mead, Ruth Benedict y Edward Sapir; y de la crítica dialéctica del marxismo. En 1941 rompió sus vínculos con la ortodoxa “New York Psychoanalytic Society” y fundó la “Association for the Advancement of Psychoanalysis.”

Entre sus principales obras cabe citar “New Ways in Psychoanalysis” (1939), “Self-Analysis” (1942) y “Our Inner Conflicts: a Constructive Theory of Neurosis” (1945) entre otras. Del freudismo, Karen Horney tomó la motivación inconsciente, el determinismo psíquico, la importancia de los sueños y los mecanismos de defensa del ego. Rechazó, en cambio, la teoría del instinto: la reemplazó por la consideración teórica de las influencias del ambiente; también redujo la importancia de la motivación sexual, a la que consideró producto y no causa de la ansiedad. Otros aspectos (Edipo, Libido, Thanatos) fueron considerados consecuencias de las relaciones culturales o interpersonales.

Karen Horney fue una psiquíatra clínica, preocupada por problemas terapéuticos de índole, si se quiere, individual, pero su obra tiene partes de gran interés para las ciencias sociales en general y para la Ciencia Política en particular: - los objetivos primordiales del hombre son la seguridad y la sa-tisfacción (en ese orden); - el hombre busca el poder para autoprotegerse; - la ansiedad surge de las relaciones humanas, con sus componentes de miedo, inseguridad, soledad, hostilidad; no surge de impulsos genéticos; - la ansiedad es el orígen de la neurosis; - la ansiedad es inducida por la cultura; - la moderna cultura norteamericana es un perfecto caldo de cul-tivo de la ansiedad, y por consiguiente de la neurosis.

Karen Horney señala cinco rasgos de la cultura norteamericana contemporánea que son los factores principales de la ansiedad: - la competencia, con la inseguridad y la hostilidad que implica; - las desigualdades en el acceso a la cultura y a los demás bie-nes de la vida; - el miedo a la reprobación, agravado por el fomento de la culpabilidad; - la falta de fundamento de las relaciones humanas; -las contradicciones entre los valores culturales y las realida-des de la vida social.

Karen Horney sugirió en diversas formas que una combinación de crítica social marxista y de análisis freudiano de la neurosis puede forjar un arma coherente de crítica social, que promueva modificaciones culturales para reducir la ansiedad producida en la sociedad Karen Horney: LA PERSONALIDAD NEUROTICA DE NUESTRO TIEMPO, Bs. As., Paidós, 1963.

Erich Fromm

Erich Fromm (n. 1900 ), psicoanalista nacido en Alemania y afincado en los EE.UU., procura reinterpretar el psicoanálisis freudiano mediante la utilización de esquemas sociológicos e históricos tomados de Marx, cuya influencia es muy marcada en él; así como la de Max Weber, en su lectura de las relaciones entre capitalismo y protestantismo. Entre las principales obras de Erich Fromm cabe citar “Scape for Freedom” (1941) “Man for Himself: an Inquiry into the Psychology of Ethics” (1947), “The Sane Society” (1955) y “Marx’s Concept of Man” (1961) entre otras113.

Erich Fromm no se dedicó a la psiquiatría clínica sino a la crítica social, campo en el que alcanzó gran difusión e influencia como autor muy leído y comentado, sobre todo entre la juventud de la posguerra. Como crítico social utiliza concepciones psicoanalíticas, sobre todo adlerianas, para describir los males sociales, pero los explica en términos histórico-dialécticos esencialmente marxistas.

El interés de Erich Fromm se centra en las condiciones del medio en el que se forma la persona. Considera que el carácter es producto del ambiente, y que éste es configurado por la dinámica del sistema de producción. A diferencia de Karen Horney, Erich Fromm enfatiza más la importancia del modo de producción que la de las relaciones personales. Fromm concibe al hombre esencialmente como un productor, cuya actividad laboral define en lo esencial el sentido (o falta de sentido) de su vida. En ese contexto, Fromm considera que existen cinco necesidades humanas fundamentales: - la relación con los demás; - trascender la naturaleza; crear; - tener arraigo en un tiempo y lugar; - tener estabilidad; - tener un cuadro de orientación.

Para Fromm, el hombre occidental moderno es un solitario, enajenado de su trabajo, incapaz de mantener relaciones humanas fructíferas, insatisfecho, neurótico e infeliz. La causa de esa triste situación es el capitalismo, que exige rasgos de carácter incompatibles con las necesidades humanas: conformismo, competencia, formalidad, puntualidad, morigeración, control, racionalización, inserción en estructuras de escala sobrehumana. En esas condiciones, la vida es estéril e insatisfactoria, enajenante, proclive a la sumisión masoquista o a la dominación sádica, al conformismo o al poder.

Es el Amor -sostiene Fromm- la única fuente de seguridad interior y de relaciones humanas sólidas; de una adecuada consideración de sí mismo y de los demás. El Amor es dador de sentido a la existencia.

El valor y la repercusión de Erich Fromm como crítico social han sido grandes. No ocurre lo mismo en el plano teórico, por la debilidad conceptual y metodológica de su construcción intelectual.

Harry Stack Sullivan

Harry Stack Sullivan fue un psiquíatra clínico nacido y educado en los EE.UU., que experimentó la influencia del freudismo pero la trascendió, creando sus propios conceptos. Su obra es la estructura conceptual no freudiana más importante de que dispongamos hoy en Psiquiatría. Entre sus obras cabe citar a “The Interpersonal Theory of Psychiatry” (1953) y “The Fusion of Psychiatry and Social Science” (1964)114. Como puede advertirse desde el título de esta última obra, Sullivan fue también un notable psicólogo social, que intentó tender un amplio puente entre la Psicología y las ciencias sociales. Esta parte de su obra tiene un especial interés para la Ciencia Política.La filiación intelectual de su obra reconoce la influencia del empirismo lógico de Percy Bridgman, de la obra de antropólogos y sociólogos como George Mead, Ruth Benedict y Bronislaw Malinowski. Tomó también elementos de la Teoría del Campo, de Kurt Lewin y nociones de semántica y comunicación de Edward Sapir.

Harry Stack Sullivan es cauto, empírico, riguroso. Concibe al individuo como un “centro” de un conjunto de interacciones. Esas interacciones de algún modo “son” la persona, organismo en desarrollo, de cambiantes necesidades, que atraviesa a lo largo de su vida siete etapas de crecimiento: infancia, niñez, juvenil, preadolescente, adolescente, adolescente tardía y adulta.

Sullivan tiene del amor una idea similar a la de Fromm. Para él, las relaciones amorosas son la principal fuente de satisfacción de la vida humana. El organismo -dice Sullivan- es un homeóstato que se mueve entre dos polos de tensión absoluta: el terror y la euforia. La conducta humana está orientada a aliviar las tensiones que tienden a llevar al hombre hacia esos extremos. Hay otro generador de conductas: la ansiedad. Para Sullivan, las necesidades son específicas y pueden ser satisfechas; la ansiedad, en cambio, es general y no puede ser satisfecha del mismo modo. La seguridad es lo que nos permite relajar la ansiedad, y no se puede obtener seguridad sin ayuda del medio exterior. La satisfacción -o sea el cumplimiento de las necesidades- y la seguridad -o sea el alivio de la ansiedad- son los dos principales objetivos de los seres humanos.Una persona adulta, con una personalidad plenamente integrada, desarrolla formas de conducta que satisfacen sus necesidades internas y las exigencias externas de la sociedad. Nadie puede buscar su propia satisfacción -sostiene Sullivan- sin atender las consecuencias de sus acciones para los demás.Quizás sea ésta una de sus aportaciones más valiosas a una visión madura y equilibrada de la vida individual y social.

Tanto Sullivan como todos los autores antes mencionados han tenido mucha influencia en el pensamiento social y político contemporáneo, como expresión de una necesaria interdisciplina en el arduo proceso de conocer las dimensiones interactuantes de la dinámica existencial humana, psicológica, social, económica y política. Hay grandes áreas que la Ciencia Política no puede explorar sin apoyo de la Psicología. De ahí el interés de este repaso que acabamos de hacer.


  1. Eugène J. Meehan: PENSAMIENTO POLITICO CONTEMPORANEO, Madrid, Revista de Occidente, 1973.↩︎

  2. Clark L. Hull:A BEHAVIOR SYSTEM, Yale University Press, 1952.↩︎

  3. Edward C. Tolman: “A Psychological Model” en Talcott Parsons y Edward Shils (eds.): TOWARD A GENERAL THEORY OF ACTION, Harvard University Press, 1962.↩︎

  4. John Dollard y Neal E. Miller: PERSONALITY AND PSYCHOTHERAPY: AN ANALISYS IN TERMS OF LEARNING, THINKING AND CULTURE, McGraw-Hill Book Co., 1950.↩︎

  5. George C. Homans: SOCIAL BEHAVIOR: ITS ELEMENTARY FORMS, Harcourt, Brace and World Inc., 1961.↩︎

  6. Lester W. Milbrath: POLITICAL PARTICIPATION, Rand Mc Nally and Co., 1965.↩︎

  7. Wolfgang Köhler: PSYCHOLOGIE DE LA FORME, Ed. Gallimard, Col. “Idées.”↩︎

  8. Kurt Lewin: FIELD THEORY IN SOCIAL SCIENCE, Dorwin Cartwrigth (Harper and Bros.), 1951.↩︎

  9. Dorwin Cartwrigth y Alvin Zander: GROUP DYNAMICS: RESEARCH AND THEORY, Ed. Harper and Row, 1962.↩︎

  10. Ver, por ejemplo, Morton Deutsch y Robert M. Krauss: THEORIES IN SOCIAL PSYCHOLOGY, Basic Books, Inc., 1965.↩︎

  11. Leo Festinger: A THEORY OF COGNITIVE DISSONANCE, Row, Peterson and Co., 1957.↩︎

  12. John R.P. French Jr. : “A Formal Theory of Social Power” en Cartwright y Zander: GROUPS DINAMICS: RESEARCH AND THEORY, ed. Harper and Row, 1962.↩︎

  13. Ver Robert Golembiewski: BEHAVIOR AND ORGANIZATION: ORGANIZATION AND METHODS AND THE SMALL GROUP, Rand McNally and Co., 1962. También James G. March y Herbert A. Simon: ORGANIZATIONS, John Wiley and Sons, 1962. Entre las obras más recientes ver, por ejemplo, Stephen Robbins: COMPORTAMIENTO ORGANIZACIONAL, Prentice Hill, México, 1987.↩︎

  14. Sidney Verba: SMALL GROUPS AND POLITICAL BEHAVIOR, Princeton University Press, 1961. También Gabriel Almond y Sidney Verba: THE CIVIC CULTURE, Princeton Univesity Press, 1963.↩︎

  15. A partir de 1923, Freud considera la existencia de dos impulsos instintivos: EROS (instinto de vida) y THANATOS (instinto de muerte).↩︎

  16. Sigmund Freud: OBRAS COMPLETAS, Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, 1973, tomo II pág. 1745.↩︎

  17. Sigmund Freud: op. cit., tomo III, pág. 2563.↩︎

  18. Sigmund Freud: op. cit., tomo III, pág. 2961.↩︎

  19. Sigmund Freud: op. cit., tomo III, pág. 3017.↩︎

  20. Frazer: TOTEMISM AND EXOGAMY - 1910. También: Andrew Lang: THE SECRET OF THE TOTEM, 1905.↩︎

  21. Erik Kahler: HISTORIA UNIVERSAL DEL HOMBRE, México, FCE.↩︎

  22. Gustave Le Bon: (PSYCHOLOGIE DES FOULES, Paris, Alcan, 1921) PSICOLOGIA DE LAS MULTITUDES, Buenos Aires, Albatros, 1978.↩︎

  23. Harold D. Lasswell: PSICHOPATOLOGY AND POLITICS, Viking Press Inc., 1962.↩︎

  24. Erich Fromm: EL MIEDO A LA LIBERTAD, Bs. As., Paidos, 1971. Ver también HUMANISMO SOCIALISTA, Bs. As., Paidos, 1971.↩︎

  25. Harry Stack Sullivan: THE INTERPERSONAL THEORY OF PSYCHIATRY, W.W. Norton and Co. Inc., 1953; THE FUSION OF PSYCHIATRY AND SOCIAL SCIENCE, W.W. Norton and Co., 1964.↩︎