Primera parte
Rasgos generales
Las teorías empírico-analíticas también suelen ser llamadas “teorías deductivo-empíricas” o “empírico-general-inductivas.” Se basan en distintas variedades de la lógica científica neo-positivista. No hay en ella un acuerdo completo sobre los alcances posibles de una “teoría” fuera de su carácter sistemático: que permita describir, explicar y predecir sucesos mediante deducciones formales no contradictorias. Algunos autores, como Talcott Parsons, sostienen la posibilidad y conveniencia de construir teorías generales. Otros, como Robert Merton, sólo consideran viables (al menos, por ahora) las teorías de alcance medio.
En años recientes hemos visto una notable declinación de las pretensiones predictivas de las teorías: muchos autores actuales prefieren limitarse a describir y explicar, dejando al futuro en las brumas de su misterio. Vemos en ésto una influencia de esa “cultura de la incertidumbre” que caracteriza al posmodernismo y también una consecuencia de esa lección de modestia que entrañan tantos hechos recientes que nadie previó con suficiente anticipación, desde la derrota de los EE.UU. en Vietnam y de la URSS en Afganistán, la caída del Sha de Irán y la emergencia de fundamentalismos religiosos, hasta la caída del muro de Berlín y de los “socialismos reales” en la Europa del Este.
Para comenzar, recordemos brevemente qué significa la orientación científica neo-positivista. La base fue dada por el positivismo del siglo XIX, al que inevitablemente se asocia el nombre de Auguste Comte. El POSITIVISMO puede ser sintéticamente expresado en los siguientes enunciados: - el único objeto del conocimiento es lo dado (“positum”) en la experiencia; - no hay otra realidad que los hechos y las relaciones entre hechos; - no hay que buscar respuesta al qué, porqué y para qué de las cosas, sino únicamente al cómo; - no tiene validez alguna la metafísica, ni el conocimiento a priori, ni la intuición de lo inteligible; - se rechaza todo “sistema” filosófico; - la filosofía es sólo el conjunto ordenado de los datos que suministran las ciencias.
Por su parte, el EMPIRISMO (Hume) considera que la única fuente del conocimiento es la experiencia. Recusa todo innatismo: el hombre sólo elabora un conocimiento después de haber estado en contacto con la realidad sensible, y lo hace con elementos que ella le aporta.
El EMPÍRICO-CRITICISMO (Avenarius) fundamenta en la crítica sistemática de la experiencia pura la posibilidad de eliminar los planteamientos de tipo metafísico y los apriori del conocimiento, para lograr una representación neutral del mundo.
EMPIRISMO CIENTÍFICO es ante todo el nombre de una característica metodológica propia de todas las corrientes científicas derivadas o afines al positivismo lógico, que se proponen la unificación de la ciencia. Este enfoque se centra en el concepto de VERIFICABILIDAD, básico para la aceptación de una proposición en cualquier campo del saber. Recordemos que el principio de verificabilidad (Ayer) consiste en “saber qué observaciones conducirían bajo ciertas condiciones a aceptar una proposición como verdadera o rechazarla como falsa.”
Entre las principales características del NEOPOSITIVISMO podemos mencionar las siguientes: - el único conocimiento digno de tal nombre es el que las ciencias empíricas tienen de sus objetos; - la filosofía no es un saber sobre cosas, sino una actividad crítica del conocimiento positivo y del lenguaje en que éste se formula; - tiene gran importancia la verificación formal (lógica) y el análisis del lenguaje.
El NEOPOSITIVISMO CRITICO (Popper) sostiene que nunca es posible verificar la verdad de un enunciado inductivo por vía empírica; lo que sí puede hacerse es intentar falsarlo: mientras no se lo logre, mientras la afirmación se mantenga en pié, se la acepta como verdadera.
Este conjunto de rasgos que acabamos de repasar ha sido anotado aquí más que nada para dar cuenta del “ambiente intelectual” en el que se han desarrollado las teorías empírico-analíticas.
La óptica neopositivista, tal como ha sido definida por Karl Popper, parte de considerar que nuestra ignorancia es muy grande. La ciencia nace en ese contexto, al plantear problemas. Para que haya problemas tiene que haber desconocimiento, pero al mismo tiempo “no es posible reconocer los problemas sin un cierto grado de conocimiento”34.
La tesis principal de Popper es que el METODO, tanto en las ciencias naturales como en las sociales, consiste esencialmente en experimentar y criticar soluciones a los problemas. No hay verificación alguna posible: los ensayos de solución son criticados, o sea se intenta refutarlos y se los acepta mientras se mantienen en pié; en caso contrario se los reemplaza por otros. Esta actitud básica -llamada falsacionismo- no es aceptada por todos los científicos empírico-analíticos, que plantean la objeción de que resulta muy frustrante construir una ciencia en permanente derrumbe. También plantean el problema que presentan las teorías generales, que muchas veces escapan a la falsación empírica, no por ser verdaderas sino por su elevado nivel de abstracción.
El neopositivismo crítico de Popper sostiene que no hay una materia específica como especialidad de cada ciencia, sino que “cada disciplina es un conglomerado estructurado de problemas.” Según el planteo de los neopositivistas, la demarcación de los límites entre ciencias está aún por resolver. Se advierte, desde luego, una mayor flexibilización de los límites (por ejemplo, entre Sociología, Psicología, Economía y Ciencia Política) y el correspondiente auge de los estudios interdisciplinarios.
La objetividad de la ciencia, según el planteo neopositivista, no depende de la objetividad individual de cada científico sino del hábito generalizado de ofrecer las teorías a la crítica abierta del mundo científico. Por otra parte, frente al relativismo y al historicismo, el neopositivismo crítico reivindica la noción de VERDAD, no sólo en el sentido de verdad histórica sino también en sentido absoluto, en su aspecto lógico-formal. “Las leyes de la Lógica rigen independientemente de la época histórica,” dice von Beyme.
El neopositivismo crítico evalúa las teorías con un criterio pragmático: una teoría es más válida que otra si es más eficaz, si sus conceptos son más aplicables a la investigación empírica y sobre todo si es técnicamente aplicable en el ámbito social.
El neopositivismo crítico ha sido a su vez criticado. Se ha dicho, por ejemplo, que sus teorías extraen de la realidad sólo aquellos datos que avalan las hipótesis previamente proyectadas; y que “la exposición, el pronóstico y la proyección de la teoría positivista” se convierten “en correa de trasmisión del conocimiento científico y tecnológico en el mundo de artículos de consumo en la civilización industrial” (von Beyme).
En lo que específicamente se refiere a la Ciencia Política, se dice que la orientación neopositivista degrada a la Ciencia Política a la condición de una “simple ciencia auxiliar de la administración racional,” vinculada sobre todo con los procesos de toma de decisión. Por el contrario, otros teóricos, como Lehmbruch, reivindican el valor de la orientación neopositivista en Ciencia Política, porque produce una clarificación crítica que suprime prejuicios, y porque permite la “formulación de pronósticos en forma de hipótesis condicionales que se convierten en el fundamento de una tecnología social prospectiva,” dice von Beyme.
El neopositivismo, en todas sus variantes, siempre ha sostenido la importancia de evitar que la actividad científica se mezcle con la política práctica. Los principales problemas que enfrenta actualmente el neopositivismo crítico son los siguientes: 1) Cómo separar claramente los juicios científicos sobre el ser de los fenómenos, de los juicios normativos sobre el deber ser de los mismos, especialmente en las tareas de asesoramiento político.
Cómo colmar el abismo que separa “la pura teoría científica” del “empirismo descriptivo de la labor científica cotidiana.” En otros términos, cómo cubrir la distancia entre la aspiración a una teoría general omnicomprensiva (que es considerada “utópica” por algunos autores, como por ejemplo, Robert Merton) de las “teorías de alcance medio,” que son las únicas consideradas como realizables actualmente.
Cómo hacer más operativos los conceptos de la teoría en temas concretos, vinculados con la realidad política; y cómo comunicar más adecuadamente los resultados obtenidos.
Cómo evitar que el “consenso científico elitista” establezca teorías-doctrinas, o sea teorías dominantes, que hagan más difícil su propio cuestionamiento o revisión crítica por vía de la falsación, esgrimiendo tácitamente un anticientífico “principio de autoridad.”
Cómo establecer una separación no esquemática y útil entre teoría e ideología, sobre todo teniendo en cuenta que ese vínculo es riesgoso pero a la vez fecundo en interesantes hipótesis, y que las ideologías y utopías suelen no carecer de contenidos empíricos y de observaciones descriptivas.
Bajo el título general de “teorías empírico-analíticas” vamos a presentar con cierto detalle las siguientes corrientes teóricas: - Behaviorismo o conductismo; - Estructural-funcionalismo; - Enfoque sistémico; - Enfoque comparatista; - Explicaciones de base psicológica: estímulo/respuesta; gestalt; teoría del campo; dinámica de grupos; freudismo ortodoxo; neofreudismo.
- Formalismo: teoría de los juegos; teoría de la información y la cibernética; modelos y simulaciones.
En pocas palabras, se trata -más allá de lo discutible que puedan resultar algunas inclusiones- de dar un panorama lo más completo posible de las corrientes teóricas de raíz empírica vigentes en los países occidentales.
Klaus von Beyme: TEORIAS POLITICAS CONTEMPORANEAS, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1977.↩︎