Cuarta parte
Enfoques metodológicos usuales
La extensión temporal (no menos de 2500 años) y espacial (desde China hasta América, pasando por Europa) de la producción politológica normativa, torna imposible todo intento de sistematización detallada del tema metodológico, que aparece además en este caso notablemente “personalizado” en cada autor. Es posible, en cambio, dar algunas ideas o pautas generales sobre los criterios metodológicos más frecuentes.
Ya dijimos que las teorías políticas normativas se ubican en un ámbito de fuerte vocación filosófica, en un área intermedia entre la Ciencia Política y la Filosofía Política. De la primera conservan el fuerte impulso de “entender” y de “comprender” la realidad basándose en ella misma, vale decir, en el contenido empírico de las observaciones. De la segunda conservan la vocación de conceptualización omniabarcativa y de evaluación axiológica en términos perdurables.
En el terreno puramente metodológico, esa doble vertiente también se hace sentir. Hay observación sistemática y acumulación y procesamiento de datos empíricos, y hay también análisis racional y deductivo. Cabe destacar el frecuente uso del método filosófico dialéctico, en las distintas formas en que fue empleado por Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Hegel, Marx…
También es digno de destacar el frecuente empleo del método histórico. La Historia es una gran “proveedora de materiales” para la Ciencia Política en general, y para las teorías normativas en particular. No es casual que muchos teóricos de esta corriente sean eminentes historiadores, o al menos personas de reconocida versación histórica, y que el principal aporte de esta corriente al “corpus” politológico esté en la Historia de las Ideas Políticas.
En los escritos de autores normativos es frecuente el empleo de analogías y metáforas. Este recurso tiene un interesante valor pedagógico, pero el excesivo empleo del método analógico, y sobre todo el impulso de llevar la analogía más lejos de lo prudente, es indudablemente riesgoso desde el punto de vista epistemológico, y constituye quizás uno de los puntos más débiles de estas teorías.
Es frecuente en esta corriente teórica el uso de un tratamiento metodológico similar al utilizado en Derecho, Terapéutica y Educación, es decir, en ciencias prácticas, que parten del planteo de problemas individualizados para tratar de resolverlos apelando a principios generales y a antecedentes (como la jurisprudencia).
Los autores normativistas suelen ser partidarios de estudios casuísticos y de monografías prescriptivas. Algunos emplean el método tópico, que parte de la consideración de problemas particulares, evaluados con criterios de comprensión, para remontarse a la enunciación de principios o ideas generales.
Frecuentemente, los autores normativistas contemporáneos recurren a la teoría política clásica (Aristóteles, sobre todo) en busca de fundamentación para sus conclusiones actuales. Son, por otra parte, partidarios de la “política pura” y se oponen por lo general a todo reduccionismo de la política a otras variables (clases, modos de producción, factores geográficos, etc.).
Por último, cabe mencionar dos preocupaciones frecuentes en estos autores: por una parte, el valor de la Ciencia Política como fuente de educación política, les hace incluir en sus presentaciones diversas variantes del método pedagógico. Por otra parte, la conciencia del valor de la Ciencia Política para la administración de los bienes públicos los lleva con frecuencia a descuidar otros temas, como el de la participación política y el de la movilización social, lo que favorece la adopción de un pragmatismo metodológico.