Cuarta parte

El Formalismo - La Teoría de los Juegos - La Teoría de la Información y la Cibernética - Modelos y simulaciones

El Formalismo es una interesante dirección en el desarrollo del pensamiento político contemporáneo. Se manifiesta en el creciente empleo, para el estudio de la política, de modelos formales, simulaciones y estructuras matemáticas. Es un procedimiento y un lenguaje que va más allá del simple empleo del cálculo de probabilidades y de la estadística para manejar datos políticos.115 El Formalismo incluye cuatro tipos de actividad: 1) La creación de modelos (lógicos, matemáticos o informales) utilizables en estudios políticos; 2) La aplicación de dichos modelos al estudio de fenómenos políticos; 3) El análisis de los problemas metodológicos y prácticos que plantean las actividades ya mencionadas; 4) El empleo de conceptos tomados del formalismo pero usados fuera de su contexto originario.

El Formalismo es una orientación bastante reciente en el campo de los estudios políticos. La experiencia de los últimos treinta años no ha visto ni el florecimiento que pronosticaron sus partidarios iniciales ni la extinción que presagiaron sus críticos, sino que lo han ubicado como una herramienta metodológica y analítica entre otras.

Quedan en pié, evidentemente, algunos obstáculos para un mayor desarrollo: el principal a nuestro juicio es que hay algunos aspectos de la política (su dimensión simbólica, mítica y emocional) que no se prestan ni se prestarán nunca a un manejo matemático formal: éste es irreductible; pero hay otros cuya consistencia dependerá del sentido que tomen los futuros desarrollos: hay pocos politólogos con suficiente preparación y vocación lógica y matemática; hay pocas ramas de las matemáticas que resulten útiles para los estudios políticos; la complejidad de los fenómenos políticos, fuertemente interactivos y significantes, exceden frecuentemente las posibilidades representativas de los modelos matemáticos disponibles; y sobre todo el hecho de que el entusiasmo por el formalismo procede fundamentalmente de la Economía y está muy impregnado de su estilo, que es próximo pero no exactamente coincidente con el de la Política. De hecho, algunas de las más significativas aplicaciones de modelos matemáticos al estudio de la política han sido hechas por economistas, como es el caso de “An Economic Theory of Democracy” de Anthony Downs116, o por matemáticos, como Herbert A. Simon y su obra “Models of Man: Social and Rational”117.

Vamos a repasar ahora algunos detalles de las cuatro actividades recién mencionadas.

La creación de modelos aplicables

En principio, la creación de modelos lógicos o matemáticos es tarea de lógicos o matemáticos, pero si esos modelos han de ser útiles para el estudio de la política, sus axiomas han de tener relevancia para los datos empíricos que maneja el politólogo. Cómo coordinar ambas especialidades? No es fácil que buenos matemáticos se intereses por los problemas específicos del politólogo, que suelen resultarle poco atractivos desde el punto de vista formal. El politólogo ha de plantear sus propios modelos, pero aquí aparece el problema de la escasa predisposición y formación matemática que suele caracterizar a los científicos sociales en general.

Hay muchas obras de gran valor como orientación para el politólogo interesado en las posibilidades que ofrece la aplicación de las matemáticas en su campo. Entre ellas cabe citar: F. Massarik y P. Ratoosh: MATHEMATICAL EXPLORATIONS IN BEHAVIORAL SCIENCE, Irwin Inc. y Dorsey Press, 1965; K.Arrow, S. Karlin y P. Suppes: MATHEMATICAL METHODS IN THE SOCIAL SCIENCES, Stanford University Press, 1960; J. Kemeny y J.L. Snell: MATHEMATICAL MODELS IN THE SOCIAL SCIENCES, Ginn and Co., 1962; J.L. Bernd: MATHEMATICAL APPLICATIONS IN POLITICAL SCIENCE, Arnold Foundation, 1966; Hayward Alker: EL USO DE LA MATEMATICA EN EL ANALISIS POLITICO, Ed. Amorrortu.

Del mismo modo que el físico, el politólogo que tenga interés en este campo ha de poder emplear las matemáticas sin ser matemático él mismo, lo que plantea un interesante problema en el terreno de las currículas universitarias para la formación profesional.

Aplicación de modelos a fenómenos concretos

La utilidad de los modelos formales para la investigación científica depende de sus propiedades, de la naturaleza de los datos de que se dispone y de la finalidad de la investigación.

Un modelo formal es un conjunto de elementos cuidadosamente definidos y de reglas para manejarlos. Comprende un conjunto de axiomas y todos los postulados de teoremas que pueden deducirse de esos axiomas siguiendo los cánones de la lógica formal.

La Lógica y las Matemáticas son técnicas para manejar las interrelaciones entre “cosas” especificadas que se comportan de un modo particular; las matemáticas y la lógica realizan un razonamiento abstracto acerca de las interacciones entre símbolos especificados, estando también total y cuidadosamente especificadas las reglas de la interacción. El producto es un modelo representativo de los resultados de esas interacciones. Estos modelos formales en sí mismos no tienen nada que ver con la realidad empírica: son construcciones racionales derivadas de axiomas.

El objeto de la investigación política puede ser la explicación de fenómenos políticos, su valoración o ambas cosas. El valor del formalismo ha de juzgarse según su contribución a dichas finalidades. Los modelos formales no reemplazan a la teoría. La utilización de modelos puede ser un instrumento o recurso para facilitar la explicación o la evaluación, pero los modelos en sí mismos no explican ni evalúan. Son una analogía, una aproximación cuyo valor metodológico sólo puede ser establecido con referencia a casos concretos.

Qué se logra reduciendo las cuestiones empíricas a términos lógico-formales? Los resultados varían según los casos: clarificar el problema, obtener una cuasi-comprobación de los supuestos, cuando no es posible la experimentación (por ejemplo, usando simulaciones en el análisis de las relaciones internacionales); disponer de un instrumento para intentar la formulación de predicciones.

Los aspectos negativos, o mejor dicho, los riesgos que involucra el empleo de modelos formales son: darle más importancia a los símbolos que a lo que representan, atender más a la lógica de las relaciones formales que a las interacciones reales; caer en una hipersimplificación de los procesos; forzar los hechos para que se acomoden al modelo; olvidar que los modelos no son teorías. No hay reglas para evaluar la utilidad de los modelos formales en la investigación política. Es un problema de buen juicio y experiencia. Los modelos no tienen valor en sí mismos, excepto para los lógicos y los matemáticos.

Análisis de los problemas metodológicos y prácticos del formalismo

Ya hemos visto que, si bien son escasos, hay algunos intentos de aplicar modelos matemáticos a la descripción-explicación de fenómenos políticos. En cambio, abundan los trabajos referidos a los problemas metodológicos y prácticos del formalismo. Algunos se ocupan del tema en general, otros tratan de algún tipo determinado de modelos, como la Teoría de los Juegos, por ejemplo.

Como orientación bibliográfica general sobre este tema, cabe citar las siguientes obras: J. Charlesworth: MATHEMATICS AND THE SOCIAL SCIENCES, American Academy of Political and Social Science, 1963; Harold Lasswell et al.: THE POLICY SCIENCES: RECENT DEVELOPMENTS IN SCOPE AND METHOD, Stanford University Press, 1951; Carl J. Friedrich: NOMOS VII: RATIONAL DECISION, Atherton Press, 1964.

En lo que se refiere específicamente al campo de la Ciencia Política, cabe citar muy especialmente a Karl Deutsch: LOS NERVIOS DEL GOBIERNO, México, FCE, 1985, al cual nos vamos a referir ampliamente más adelante (Cap. 5).

El empleo de conceptos tomados del formalismo

En la investigación politológica suelen también emplearse esquemas conceptuales derivados del formalismo pero que no son en sí mismos sistemas formales. Es muy difícil evaluar esos “modelos informales.” Su valor depende de su utilidad para la investigación, aunque también puede cuestionarse su validez científica. Tienen, a nuestro criterio, las mismas fragilidades que las analogías, de cierto valor didáctico y heurístico pero de poca consistencia para una descripción-explicación de base empírica.

Volviendo ahora al tema general del Formalismo, diremos que, dentro de esta corriente teórica, el modelo más empleado es la Teoría de los Juegos. Más raramente se utiliza la Teoría de la Comunicación y la Cibernética. Una tercera clase de modelos, frecuentemente utilizada en ciertos campos específicos como el análisis de la política exterior o de interacciones políticas internas en curso, son las Simulaciones, que pueden ser diseñadas para su representación mediante actores vivos (“simuladores”) o mediante computadoras.

La Teoría de los Juegos

John von Neumann y Oskar Morgenstern publicaron en 1944 un libro titulado “Theory of Games and Economic Behavior,” que puede ser considerado el orígen de la Teoría de los Juegos118. En esta obra, los autores mencionados presentaron nuevos enfoques sobre el estudio de las decisiones económicas, políticas y sociales, y más en general, sobre las estrategias para la toma de decisiones.

Este nuevo enfoque se basa en la existencia de notables similitudes entre las situaciones sociales habituales y algunos juegos normados. Estas similitudes -sostiene la teoría- no son accidentales. Los hombres encontramos más interesantes aquellos juegos que evocan prácticas sociales o que permiten representar experiencias sociales bajo la forma simbólica e “inofensiva” de un juego: jugar al ajedrez en lugar de hacer la guerra, jugar al póker en lugar de engañar a los demás en la política o en la vida económica…o como forma de entrenamiento para hacer la guerra o el engaño…

Las similitudes entre los juegos y la vida real se producen -según la teoría- sobre todo en tres aspectos: - la existencia de recompensas y castigos a los jugadores, relacionadas con la racionalidad de sus decisiones; - la dependencia de dichos premios y castigos respecto de la in-teracción de las decisiones de los jugadores; - el estado de incertidumbre e información incompleta en que los jugadores deben tomar sus decisiones.

El paralelismo del juego con la acción política práctica es muy claro. En la vida política, como en el juego, es fundamental: - reconocer el propio interés y actuar en forma adecuada para lo-grarlo; - tomar adecuadamente en cuenta las probables acciones de los ad-versarios y de los aliados; - actuar con prudencia en condiciones de incertidumbre y conoci-miento parcial de los hechos.

Esta teoría parte de la afirmación del valor de los juegos para analizar comportamientos políticos, y sobre esa base analiza prototipos simplificados de juegos como el ajedrez o el póker; calcula las probabilidades de triunfo de cada jugador en cada mano y determina las condiciones para constituir coaliciones ventajosas, evaluando las estrategias alternativas que aumenten las probabilidades de éxito.

En estos juegos, las decisiones se toman en condiciones de incertidumbre. En el póker no conocemos la mano del adversario ni las cartas que vienen en el mazo. En el ajedrez, ignoramos la estrategia del adversario. De manera similar, en política nacional e internacional las decisiones son tomadas, y las coaliciones son hechas y rehechas en condiciones de información incompleta sobre el presente y de incertidumbre respecto del futuro.

La Teoría de los Juegos ha promovido un nuevo modo de pensar en ciencias sociales, que busca llegar a formulaciones “conceptualmente cuantificables,”expresables por medio de exactas representaciones matemáticas, lo que obliga a una mayor precisión en la definición de los términos y las operaciones practicables para probar o medir cada concepto. Aquí aparece para nosotros la primera gran duda: si esa precisión que se logre en el juego-modelo de representación de una interacción política se corresponde o no con una precisión semejante en la realidad misma; en otras palabras, si no estaremos forzando demasiado a la realidad para que entre en un estrecho molde rígido de valores y relaciones cuantificadas, de lo que resulte una caricatura más que una representación.Dicho ésto, aceptamos también que las caricaturas suelen representar y hasta enfatizar con acierto los rasgos dominantes de la realidad…pero su valor científico es escaso.

La Teoría de los Juegos afirma, en el ámbito de cada juego, el llamado “supuesto de transitividad”: si un caballo vale más que una sota y un rey más que un caballo, un rey vale más que una sota. Ahora bien, en la realidad biológica, psicológica y social muchas veces este supuesto no se aplica, y se dan con frecuencia situaciones “no-transitivas” o “en rizo”: A come a B, B come a C pero C come a A. Especialmente en política son muy frecuentes estos casos, que suelen ser usados como modos de contrabalancear poderes: el Parlamento puede destituir al Primer Ministro, pero el Primer Ministro puede disolver al Parlamento y convocar a nuevas elecciones; los votantes pueden derrotar al Parlamento anterior pero el Parlamento puede postergar las elecciones, etc.

De modo semejante cabe analizar en forma crítica las ideas de la Teoría de los Juegos sobre la “transitividad” del sistema de decisiones políticas. La idea de que cada sistema político debe tener una sola instancia final de decisión a veces corresponde a la realidad y muchas otras veces no. Es frecuente, por ejemplo, que los subsistemas estén dotados de autonomía -vale decir, de autoconducción y autocontrol- y que no sean, por lo tanto, completamente transitivos. También es muy frecuente -casi general, diría- que las decisiones sean producto de complejos procesos de interacción entre los elementos del sistema, aunque luego aparezca uno de ellos como promulgador formal de la decisión adoptada.

Lo que sí nos parece realmente muy valioso es la formulación de la Teoría de los Juegos sobre el tema de las soluciones o “salidas” de las situaciones. Quienes tenemos experiencia en análisis y evaluación de problemas y proyectos sabemos que nunca hay una sola solución para cada situación, aunque en general suele pensarse que, para cada conjunto de condiciones dadas, hay una solución mejor que cualquier otra. La Teoría de los Juegos, desde los tiempos de Neumann y Morgenstern, va bastante más allá: afirma que las soluciones no son únicas, que siempre hay múltiples soluciones para cada situación y que acaso haya más de una “solución mejor que todas,” aunque lógicamente, la cantidad de soluciones estables es siempre necesariamente limitada en cada caso.

Por otra parte, la Teoría de los Juegos ayuda a poner en evidencia las diferencias que existen entre las estrategias que objetivamente tienen más probabilidades de éxito y las estrategias que son subjetivamente preferidas en función de los hábitos, deseos y necesidades del jugador; y concentra decididamente su interés en las primeras. Es una contribución nada desdeñable a la “racionalidad” de las soluciones.

Actualmente, la Teoría de los Juegos presenta restricciones que reducen sus posibilidades de aplicación en el campo de los problemas políticos. Cabe preguntarse, después de tántos años, si esas restricciones podrán superarse. Hasta ahora, la parte más desarrollada de la Teoría de los Juegos es la del juego de dos personas y suma cero, que es la parte menos útil para la Ciencia Política, donde el grueso de los problemas se dan en el contexto de un juego de varias personas y suma variable, ya que aún en el caso de la confrontación entre dos superpotencias dentro de un sistema bipolar, es muy gravitante la presencia y actuación de los demás actores internacionales, aliados o adversarios de uno u otro.

La Teoría de los Juegos es estática: supone que no se producen cambios en las características de funcionamiento de los elementos intervinientes mientras dure el juego, ni tampoco cambios en las reglas. Esto la aparta bastante de los procesos políticos reales, sobre todo en análisis de procesos de larga duración. Otra expresión de su estatismo radica en que ha resultado idónea para construir modelos de representación de procesos de distribución de recursos disponibles, no así para procesos que incluyen la creación de nuevos recursos. Los problemas relacionados con el crecimiento y la innovación quedan fuera de sus posibilidades. Von Neumann y Morgenstern reconocen el carácter estático de su teoría, pero consideran que su desarrollo es necesario para el posterior planteo de cualquier teoría dinámica.

En efecto, un desarrollo posterior intentó el análisis de procesos dinámicos mediante secuencias de juegos, en las cuales el resultado del primer juego determina la naturaleza del juego siguiente, y así sucesivamente. Quizás sea posible, por este camino, elaborar hasta ahora sólo se ha desarrollado con vigor la teoría estática de los juegos, por lo que es muy probable que la mayoría de los investigadores no otorguen una adecuada consideración a los factores dinámicos. Esto quizás no perjudique al póker, pero puede causar mucho daño a la lectura de la política interna o de las relaciones internacionales.

Otra dificultad emerge del tratamiento dado a los valores. La Teoría de los Juegos supone que los valores son definidos desde afuera, que no cambian y que son independientes de los resultados del juego. En realidad, al tomar decisiones políticas hacemos mucho más que jugar un juego: se trata de expresar los propios valores y al mismo tiempo, de sobrevivir como grupo. Casi todas las culturas creen que sus valores son compatibles con su sobrevivencia a largo plazo: tal creencia no siempre resulta verdadera, como lo ilustran con elocuencia numerosos casos a lo largo de toda la historia, desde los antiguos espartanos y los cátaros medievales hasta los caballeros del Sud esclavista norteamericano en el siglo XIX y los nazis en el siglo XX.

La limitación de fondo, para decirlo con mayor precisión y claridad, estriba en que la Teoría de los Juegos valora a las “piezas” en función de las reglas del juego. Cuando esas “piezas” son seres humanos nos encontramos con una seria objeción a la teoría: los seres humanos no derivan su valor de ninguna de sus actividades; son unidades irrepetibles, de valor intrínseco y propósitos múltiples.

Respecto de la estrategia frente a los riesgos de perder y las posibilidades de ganar, la Teoría de los Juegos recomienda la llamada “minimax,” que consiste en tratar de perder lo menos posible aún a riesgo de que la ganancia sea también mínima. Se trata, evidentemente, de una estrategia defensiva y poco audaz, que suele inspirar desagrado a los verdaderos jugadores. Por ese lado, la Teoría de los Juegos no ha resuelto el problema de la toma de decisiones, ya que, aunque el minimax puede ser defendido como el comportamiento más racional, es bastante evidente que ese tipo de condiciones rara vez se da en la vida real.

Un buen ejemplo de lo cuestionable que resulta la Teoría de los Juegos cuando se pretende usarla como instrumento metodológico de la toma de decisiones, es el libro de Morton Kaplan “System and Process in International Politics” (1957)119. Kaplan, si bien es consciente de las insuficiencias de la Teoría de los Juegos, la considera “el mejor instrumento de que se dispone para el análisis de los problemas de estrategia” y que su empleo “incrementará verosímilmente las probabilidades de éxito de una política.” Estas son pretensiones bastante excesivas y objetables, especialmente en lo que se refiere a las aplicaciones prácticas de la teoría analizadas en el capítulo “Estrategia y Arte del Estadista,” en forma de un análisis puramente teórico, muy alejado del ámbito de la adopción real de decisiones.

La Teoría de los Juegos, en su planteo original, supone que toda la información pertinente para el juego está disponible y que su empleo puede hacerse sin limitación de tiempo o de costo. Estos supuestos resultan poco realistas en política.

Pese a las críticas que puedan hacerse, el interés de los teóricos por la Teoría de los Juegos se justifica por la clarificación conceptual que por esa vía se ha logrado en varios campos importantes de la investigación social: - la teoría de la negociación; - los estudios sobre conflictos internos y externos; - los estudios sobre relaciones de poder.

La Teoría de los Juegos, en su versión original, se presta muy bien para el análisis de juegos de suma cero, en los que cualquier ganancia de uno de los participantes significa una pérdida para el otro. Es apropiada, por lo tanto, para situaciones de antagonismo despiadado de intereses, como es, por ejemplo, un duelo. En ese sentido, es de temer que su uso desprevenido lleve a proyectar sobre la realidad las características del juego, y a ver en todo conflicto una confrontación irreductible de intereses que sólo puede resolverse por el aniquilamiento de uno de los adversarios, sin considerar las posibilidades de compatibilización transaccional por negociación ni la mutua necesidad de la presencia del otro, que son las situaciones realmente típicas de la vida política real.

Un enfoque más avanzado, más refinado, consiste en considerar que los dos contrincantes tienen intereses antagónicos y a la vez intereses en común, como dos superpotencias, en un sistema bipolar, que mantienen complejas relaciones de conflicto y colaboración. El estudio de este tipo de situaciones es característico de la obra de Thomas C. Schelling, especialmente “The Strategy of Conflict”120.

El estudio de Schelling sobre el conflicto muestra la utilidad de la Teoría de los Juegos como instrumento de clarificación conceptual. El trabajo de Schelling es una contribución importante, tanto a la Teoría de los Juegos en sí como a la demostración de su utilidad para la Ciencia Política. Schelling deja de prestar atención a los juegos de puro conflicto (que son los que en general apasionan a los matemáticos) y centra su interés en los juegos llamados “de regateo” o “de motivos mezclados”; vale decir, aquellos en los que se combina el conflicto con la mutua dependencia; mucho más semejantes, por lo tanto, a las situaciones que se producen en la realidad política.

El trabajo de Schelling intenta, en forma muy brillante, hacer un análisis racional de la política internacional, basada en la amenaza como mecanismo de disuasión. Schelling sostiene que las amenazas sólo tienen sentido entre actores que tienen importantes intereses en común. No es precisamente útil en el caso de la “hostilidad pura” y de los “intereses absolutamente contrapuestos” sino justamente cuando los “intereses mezclados” producen esas complejas relaciones de colaboración y de conflicto a que aludimos páginas atrás.

Las amenazas -sostiene Schelling- son efectivas en función de su intensidad y de su credibilidad. Cuando la ejecución de tales amenazas implica un alto precio para el que las formula, o para el entorno global de ambos contendientes -como es el caso de la amenaza de emplear armas atómicas- el problema radica en cómo tornar verosímiles tales amenazas. En este sentido -dice Schelling- quizás resulten ventajosas para la negociación la torpeza, la temeridad, la ineptitud para prever el propio daño, así como el hecho de crear situaciones que tiendan a escapar del propio control.

Ciertas pautas de comportamiento de los niños, los presidiarios y los dementes recluídos en manicomios, así como ciertas técnicas de los secuestradores y los chantajistas -dice Schelling- pueden ofrecer lecciones valiosas para el manejo de la política exterior.

Realmente, es estremecedor pensar que durante años el destino del mundo estuvo en manos de gente nutrida con tales enfoques. Moral aparte, el límite para el empleo de estas técnicas está en que no funcionan en una relación prolongada, a lo largo de muchos años, con encuentros intensos y repetidos. Un desplante ocasional, un arrebato momentáneo, pueden sorprender alguna vez al adversario y permitir la obtención momentánea de alguna ventaja; pero no produciría el mismo efecto una sucesión de desplantes, que más bien ocasionaría la propia ruina. En este sentido, el brillante trabajo de Schelling debe ser interpretado más bien como una exploración intelectual de las posibilidades-límite de técnicas que sería ingenuo, y probablemente muy perjudicial, pretender aplicar en forma directa y, sobre todo, repetida.

En la realidad de la vida personal, los juegos tienen un límite, un término: los niños recogen las bolitas o la pelota y se van, cada uno a su casa. La política internacional, por el contrario, es un “juego interminable”: los beneficios obtenidos en un momento dado difícilmente se mantengan o se repitan en otros momentos; ambos contendientes aprenden con el juego y mejoran su estrategia, etc.

Un factor decisivo en lo que respecta a la eficacia de las amenazas -que Schelling no menciona y que Deutsch destaca mucho- es la probabilidad de que el comportamiento que la amenaza intenta inhibir ocurra de todos modos: la necesidad y la motivación, intensamente sentidas, pueden llevar a no creer en amenazas, a no tomarlas en cuenta e incluso a reaccionar mediante conductas de violencia “preventiva.” Cuando Schelling analiza los motivos del comportamiento en política exterior, distingue entre comportamientos inspirados en la racionalidad y comportamientos motivados por el despecho. Pero justamente, hay que tener en cuenta, como hace Deutsch, que las frustraciones repetidas aumentan la probabilidad de respuestas irracionales o despechadas. El temor o la tensión no siempre inhiben la conducta: también pueden producir reacciones agresivas.

En base a los supuestos de la Teoría de los Juegos se construyó, en tiempos de la “guerra fría,” una “teoría de la disuasión,” que proponía, por ejemplo, frustrar al adversario mediante un gran temor y luego confiar en su serena racionalidad para nuestra propia supervivencia. El análisis de los supuestos de la “teoría de la disuasión” revela una mezcla de la tradicional Teoría de los Juegos con elementos de la ideología nacionalista tradicional. Una manifestación concreta de ésto puede encontrarse en la estrategia del “equilibrio del terror,” cuyos puntos de partida son los siguientes: - las aptitudes de los adversarios se mantienen estables en el tiempo; - las consecuencias de posibles cambios tecnológicos o económicos son desdeñables; - es muy baja la probabilidad de que se produzca una guerra acci- dental o inducida; - es mínima la probabilidad de que se produzca el comportamiento que se procura inhibir mediante amenazas verosímiles; - es despreciable el rol del interés nacional vital del adversa- rio y puede confiarse en su capacidad de actuar racionalmente aún mientras recibe amenazas intensas y verosímiles.

Esta estrategia supone, de un modo tácito o subyacente, la existencia de una asimetría o diferencia oculta en la manera de ser de los norteamericanos respecto de otros pueblos, como los rusos o los chinos. Se supone, por ejemplo, que las amenazas humillantes intimidan a los rusos e irritan a los norteamericanos, lo que condujo la conflictiva relación varias veces al borde de situaciones que hubieran hecho víctima del conflicto a toda la humanidad.

Una “teoría de la disuasión,” para ser eficaz, tiene que ser útil, no para un encuentro aislado o para una breve crisis, sino para una larga interacción conflictiva. La teoría que acabamos de describir, dominante durante la década de los cincuenta y principios de los sesenta, presenta notables carencias y una gran debilidad en sus fundamentos intelectuales (para no hablar de los morales) y fue, en efecto, reemplazada por otras, especialmente por la teoría de la “coexistencia pacífica,” que fue posible cuando ambos bandos reconocieron que la existencia del adversario era un hecho histórico duradero.

La teoría de la coexistencia pacífica planteó un complejo sistema de relaciones de colaboración y conflicto entre las dos superpotencias. Por un lado, conservó el “equilibrio del terror,” basado en la “capacidad del segundo golpe” (quien es atacado por sorpresa y con éxito, aún en esas condiciones conserva la capacidad de aniquilar al agresor, lo que hace racionalmente impensable la agresión directa). Por otro lado, desarrolló una serie de relaciones de colaboración (venta de trigo subsidiado, intercambio tecnológico, colaboración espacial) así como de acción conjunta frente a algunos conflictos en el resto del mundo. Esas relaciones incluyeron también cierta prescindencia en los conflictos planteados en las áreas de influencia exclusiva de cada uno de ellas, excepto la posibilidad de formular declaraciones declamatorias de fuerte contenido ideológico y de ayudar clandestinamente y por vías indirectas, con armas, dinero e información, a los insurrectos de cada bando.

La reciente crisis económica y política del bloque socialista, especialmente de la URSS; la virtual y frágil hegemonía de los EE.UU., respaldada sólo por su potencia militar, sin apoyo de otras fuentes de poder (económico, tecnológico, cultural); la emergencia de otros centros de poder en el mundo (Comunidad Europea, Japón, China); son todos factores que están cambiando rápidamente el escenario internacional, que evoluciona desde un esquema bipolar, a través de una transitoria fase monopolar hacia un esquema probablemente tripolar. Es obvio que las estrategias basadas en una Teoría de los Juegos simple, de dos contrincantes, que pudo ser apta en algunos momentos del pasado para ese mundo bipolar que emergía de los acuerdos de Yalta, ya resultan notoriamente insuficientes.

En el libro de William R. Riker “Theory of Political Coalitions”121 encontramos un modo muy formal de utilizar la Teoría de los Juegos: adoptar un modelo formal y contrastar las conclusiones derivadas de él con los datos empíricos, para obtener generalizaciones aplicables en otros estudios. Al mismo tiempo, presenta interesantes novedades en el uso de la teoría: el modelo formal adoptado por Riker es un juego de N jugadores y de suma cero; los jugadores son racionales, tienen información perfecta y pueden realizar pactos (coaliciones) entre sí, pero Riker amplía la noción de racionalidad al caso en que los jugadores, en lugar del ya comentado “minimax,” opten por estrategias más audaces, que lleven a una posibilidad de mayor ganancia…o de mayor pérdida.

El principal objetivo del trabajo de Riker es mostrar algunos de los principios que rigen la formación de coaliciones en el seno de los grupos: - el principio del “tamaño”; - el principio “estratégico”; - el principio del “desequilibrio.”

El principio del tamaño sostiene que los participantes de un grupo sólo forman coaliciones del tamaño que creen necesario para asegurar su triunfo, y no mayores. Entraña afirmar que no hay un impulso integrador superior a la necesidad de asegurar el triunfo individual de los participantes. Este principio se complementa con el llamado “efecto información,” según el cual cuanto menor es la información disponible, tanto mayor es el número de coaliciones que se busca formar y que exceden el tamaño mínimo. Es algo así como una aplicación de aquel principio general de que a mayor incertidumbre, mayores resguardos.

El principio estratégico o “de la ventaja estratégica” sostiene que, si en un estadio cualquiera del juego, unas protocoaliciones pueden formar una coalición mínimamente vencedora, tendrán una ventaja estratégica, que consiste en que pueden llegar a un acuerdo sobre el modo más ventajoso de distribuir las ganancias. Entre jugadores racionales, esta ventaja garantiza a quienes ocupen esa posición en el penúltimo estadio del juego, que pertenecerán en el último estadio a la coalición vencedora.

El principio del desequilibrio es la consecuencia del logro de la ventaja estratégica. Este principio destruye la suposición de que una política racional es estable bajo cualquier circunstancia. No hay ningún sistema de equilibrio de poderes que garantice la estabilidad. Las fuentes del desequilibrio son los cambios en la relación de poder entre los elementos del sistema, debidos a factores endógenos y exógenos y a las pretensiones acrecentadas de quien se perfila como vencedor.

La teoría de la información y la cibernética

La influencia de la Teoría de la Información en el campo de las ciencias sociales ha sido indirecta y conceptual, pero así y todo, importante. Hay muy pocos ejemplos de su aplicación empírica directa en la investigación social, pero sí muchos rastros de su influencia.

La Teoría de la Información fue desarrollada en forma separada por Claude E. Shannon y Norbert Wiener. El objetivo de Wiener era “separar un símbolo de un fondo que contiene muchas señales.” Shannon, por su parte, se interesaba por “el problema de codificar eficazmente los mensajes y trasmitirlos con un mínimo de error y a la mayor velocidad posible por canales con ruido.”

El tema es similar (pero mucho más simple) que un clásico problema político: cómo puede conseguir el gobernante del país A que el gobernante del país B comprenda claramente el sentido y las intenciones de sus declaraciones. Los planteos de Shannon resuelven el problema de trasmitir información pero no el de trasmitir conocimiento, ésto es, “significados en un contexto,” cuyo soporte informativo ya no es la letra o la palabra sino la frase. La enorme complejidad de este problema sugiere que probablemente la Teoría de la Comunicación tendrá sólo un impacto conceptual indirecto en las ciencias sociales.

En 1948, Wiener publicó “Cybernetics”122 y dos años después “The Human Use of Human Beings: Cybernetics and Society”123. Estas obras fueron escritas con fines de divulgación, pero dieron comienzo a la llamada “teoría cibernética,” que tuvo varios seguidores, entre los que cabe citar a W. Ross Ashby, con su obra “An Introduction to Cybernetics”124, y en el campo específico de la Ciencia Política, a Karl W. Deutsch, con obras como la ya citada “The Nerves of Government: Models of Political Communication and Control”125 y “Politics and Government”126.

Wiener derivó el término “cibernética” de la palabra griega “kibernetes” que designa al que comanda una nave, al piloto, expresión de donde derivan también palabras como “gobierno” y “gobernante.” La semejanza entre las tareas del dirigente político y las del piloto de un barco fueron reconocidas desde antiguo, al menos desde los tiempos de Platón.

Dice Karl Deutsch en “Política y Gobierno” que la política “se ocupa primordialmente del gobierno, es decir, de la dirección y autodirección de las grandes comunidades humanas”; y enfatiza la analogía entre gobernar y pilotear, haciendo notar que “el timonel de un barco debe tener información acerca de muchas cosas:…dónde se encuentra el timón,…dónde se encuentra él mismo en relación con…su barco y lo que tiene que hacer para seguir controlándolo… debe saber dónde se encuentra su barco, dónde se está moviendo y de que clase de barco se trata…debe saber dónde se encuentra el medio ambiente importante para el barco -arrecifes, bancos de arena, aguas bajas, corrientes y canales de navegación- y dónde se encuentra su barco en relación con todas estas cosas. Por último, debe saber adónde quiere ir. Debe tener alguna idea de su meta, propósito o camino preferido y saber…si el curso presente de su barco lo está aproximando o alejando de su objetivo.”

“Algo muy similar -prosigue diciendo Karl Deutsch- constituye el proceso de gobierno. Cualquiera que dirija los asuntos de un país -o de cualquier organización o comunidad grande- debe saber cómo permanecer en el control; cuál es la naturaleza básica y el estado actual del país u organización que está controlando; cuáles son los límites y oportunidades existentes en el medio al que debe enfrentarse y cuáles los resultados que desea obtener. Combinando estas cuatro clases de conocimientos y actuando en consecuencia, se tiene la esencia del arte del gobierno.”

Según Wiener y Ashby, el tema esencial de la cibernética es la regulación y control de todo tipo de máquinas y, por extensión, de todos los sistemas dinámicos y sus procesos. Es un campo tán amplio que no ha sido formalizado en su totalidad sino sólo parcialmente, con limitaciones y dificultades.

La unidad formal básica de la cibernética es la “transformación”: un operador, actuando sobre un operando, produce un cambio denominado “transición.” Una transformación es un conjunto de transiciones producidas por un mismo operador. Se considera sólo un tipo de transformación, denominado “cerrado,” porque no contiene ningún elemento nuevo, lo que quiere decir que sólo produce aquellos efectos ya contenidos en los operandos.

Cuando se cumplen tales condiciones, el comportamiento de una máquina queda inequívocamente determinado. Resulta claro que con tales restricciones, esta herramienta crea serios problemas a los científicos sociales: en su campo no quedan claros cuáles son todos los efectos de un determinado operador, las transformaciones son con frecuencia “abiertas” ya que aparecen elementos nuevos, etc.

En su forma primaria y elemental, la cibernética es, pues, un método de análisis de las propiedades de ciertos sistemas llamados “máquinas determinadas.” El mismo método puede usarse, si bien con menor precisión, para analizar sistemas de comportamiento no determinado ni aleatorio sino probabilístico o tendencial, o sea comportamientos que pueden describirse estadísticamente, porque presentan ciertas pautas de regularidad o predictibilidad. Esto ya tiene mayor interés para las ciencias sociales en general y para la Ciencia Política en particular, porque ese es el tipo de comportamiento más frecuente en su campo.

En el estudio de las “máquinas determinadas,” la regulación y el control se definen en términos formales. Para aplicar el método formal de la cibernética es necesario conocer las variables esenciales del sistema y los estados necesarios para asegurar su existencia continuada. En los sistemas probabilísticos, en cambio, las transformaciones se convierten en “procesos estocásticos”127 cuyas secuencias de estados se conocen con el nombre de “cadenas de Markov,” que tienen algunos aspectos similares a los de las máquinas determinadas y otros bastante diferentes, como una consecuencia del carácter tendencial de su comportamiento.

En general, la Ciencia Política no ha experimentado una influencia directa importante de parte de la Cibernética ni de la Teoría de la Información. Un buen ejemplo de aplicación parcial de estas teorías es el ya citado libro de Karl W. Deutsch “Los Nervios del Gobierno” (1963). Deutsch utiliza muchos conceptos proveniente de la Cibernética y de la Teoría de la Información (como retroalimentación, entropía, canal, etc.) pero combinándolos con el uso corriente de los términos, con lo que pierden mucha de su precisión. Deutsch ha combinado conceptos y relaciones provenientes de Wiener con otros debidos a Warren S. McCulloch, especialista en Electrónica Neurológica, del M.I.T., y también usa nociones del sociólogo Talcott Parsons. Configura así una obra que es, a la vez muy sugerente y exasperante. Como vamos a ver bastante en detalle esta obra más adelante (ver Cap. 5) ahora daremos solamente algunas indicaciones generales.

Deutsch suscita muchas preguntas interesantes sobre las funciones del Estado, o mejor dicho, del Gobierno, pero ayuda poco a contestarlas: Qué factores influyen sobre el Gobierno al adoptar decisiones? Qué divergencia hay entre una demanda y la respuesta que el Poder le da? Qué nivel de eficacia tiene el Gobierno para prever problemas y tomar medidas preventivas? Qué nivel puede alcanzar? Haber suscitado tales preguntas quizás sea mérito de la Cibernética, pero no parece contribuir mucho a su respuesta. A nuestro criterio, la parte de esta obra más fecunda en sugerencias para la Ciencia Política, y también para la política práctica, son sus conclusiones sobre las relaciones existentes entre Política, Desarrollo y Aprendizaje Social.

Según Deutsch hay tres factores fundamentales para la perduración de toda sociedad o cultura: el desarrollo, la adaptabilidad y la capacidad de aprendizaje: El desarrollo es un incremento en la existencia y articulación de elementos para los fines propios del sistema, y abarca varias dimensiones: los recursos humanos (la población), el desarrollo económico, la disponibilidad de recursos materiales y humanos (las reservas operativas del sistema), el incremento de la autonomía (autodeterminación), la capacidad de cambiar sus propias pautas de organización y comunicación y la capacidad de cambiar de objetivos.

La adaptabilidad se expresa en el modo flexible de asumir las nuevas tensiones o desafíos originados en el ambiente, y se relaciona con la capacidad de aprendizaje. Ésta, a su vez, se manifiesta, por una parte, en la capacidad de orientarse hacia la búsqueda de nuevos objetivos; y por otra parte, en la capacidad de realizar modificaciones estructurales profundas en la propia organización para desarrollar funciones nuevas.

En el enfoque de Deutsch, la Política es imprescindible para alcanzar los objetivos señalados anteriormente. “Si definimos al sector básico de la política -dice Deutsch- como el de todas las decisiones respaldadas por alguna combinación de probabilidades significativas de asentimiento voluntario y de coacción, la política se convierte en el método por excelencia que permite asegurar el tratamiento preferencial de los mensajes y las órdenes, y la redistribución de los recursos humanos y materiales; y aparece entonces como un instrumento fundamental para retardar o acelerar el aprendizaje social y la innovación, funciones para las cuales se la ha empleado en el pasado. La política ha sido empleada para aumentar la rigidez de los sistemas sociales ya semipetrificados y para acelerar los procesos de cambio en curso.”

Deutsch, finalmente, afirma que es una característica de la política y de los sistemas políticos de Occidente el hecho de haber desarrollado diversas técnicas cuya función o misión es, según la apreciación de este autor, acelerar la innovación y el aprendizaje social. Entre dichas “técnicas institucionalizadas” se destacan la regla de la mayoría, la protección de las minorías y la institucionalización del disenso. En ese contexto -dice Deutsch- la Política “es una técnica para formular y llevar a la práctica las decisiones” la cual, por esa razón, “no es un fin en sí misma” sino “un instrumento esencial del aprendizaje social”: un “instrumento de supervivencia y desarrollo” más que de destrucción.

Modelos y Simulaciones

No todos los modelos formales que se ha intentado emplear en Ciencia Política son derivados directamente de las Matemáticas. Hay también modelos que se construyen de modo semejante a los modelos de un avión o una presa hidráulica que los ingenieros construyen para estudiar su comportamiento en ciertos aspectos y bajo determinadas condiciones. Son las llamadas “simulaciones.”

Para que puedan apreciarse bien sus rasgos característicos, vamos a analizar en forma comparativa dos casos destacados. El primero es un ejemplo clásico de “modelo” construído al modo de los economistas: se trata de la propuesta de Anthony Downs contenida en su obra “An Economic Theory of Democracy”128. El segundo es el planteo de Harold Guetzkow y su equipo, desarrollado en su obra “Simulation in International Relations: Development for Research and Training”129 y en algunos escritos posteriores de esa misma línea.

El modelo de política democrática de Anthony Downs, de típica inspiración economicista, es un modelo de dos elementos (partidos y votantes) que explora los efectos de la incertidumbre y del costo de la información sobre el comportamiento político. Su postulado fundamental es la “racionalidad”: por medio de ella, el “homo aeconomicus” es introducido por Downs en la política, pero en forma limitada sólo a la elección de los medios para alcanzar los fines perseguidos. Los fines en sí mismos no son objeto de ninguna valoración racional. “Racionalidad,” según Downs, significa que el actor siempre puede decidir entre alternativas ordenadas según su preferencia. El actor siempre elige la alternativa de más alta preferencia y la decisión, en circunstancias idénticas, es siempre la misma.

Los actores (partidos y votantes) se mueven en un entorno “democrático,” lo que significa -según Downs- que el poder es ejercido por un partido o coalición elegido por votación popular y sometido a elecciones periódicas, cuya periodicidad no puede ser modificada por el que gobierna. Pueden votar todos los que reúnen requisitos legales mínimos y cada votante tiene un voto. El partido mayoritario gobierna hasta la próxima votación; los partidos minoritarios no buscan el poder por medios ilegales y el partido gobernante no los limita en modo alguno mientras actúen dentro de la ley; finalmente, en cada elección compiten dos o más partidos.

En el modelo de Downs los actores son racionales y egoístas; los partidos buscan el poder, y si ya lo ocupan, la reelección; los candidatos aspiran a los cargos para disfrutar de ellos; el votante calcula cómo satisfacer mejor sus fines particulares, y el Gobierno busca votos. En estas condiciones, los programas de acción política son una consecuencia accidental de la lucha entre individuos movidos por sus propias ambiciones. Sólo falta -comentamos nosotros- alguna alusión a la “mano invisible” para completar el paralelo con el mercado libre de Adam Smith.

Según Downs, existe un “plan maestro” gubernamental permanente, sólo modificado por “alteraciones marginales” y no por cambios fundamentales. En una situación de plena información, el Gobierno ha de actuar según la opinión de la mayoría en cada cuestión, lo que le asegurará el triunfo siempre que haya un consenso intenso, apasionado, y no solamente de opinión. Si no hay plena información (que es el caso más frecuente) hay incertidumbre y ésta tiene importantes consecuencias para el modelo: la incertidumbre hace posible la persuasión y produce competencia para ganar influencia por medio de su empleo. Los partidos elaboran ideologías destinadas a “persuadir” al elector de manera emocional, para captar su voto. Por otra parte, el “costo de la información” influye sobre la población de diversos modos: algunos se ven privados de votar, otros se ven motivados a votar y otros son inducidos a la abstención.

En base a su modelo, Downs formula dos axiomas: - En una democracia, los partidos planean su política con la intención de obtener el máximo de votos; - Todos los ciudadanos buscan incrementar al máximo sus beneficios.

De esos axiomas extrae algunas proposiciones. Muchas de ellas son “lugares comunes” (lo que no es poco, tratándose de un modelo formal) y otras tienen un especial interés: - Los partidos se ponen de acuerdo sobre aquellas cuestiones que suscitan un enérgico consenso de los ciudadanos; - Los gobiernos de coalición son menos eficaces que los gobiernos de un sólo partido; - Los gobiernos democráticos tienden a redistribuir la riqueza; - Muchos votantes no están bien informados acerca de las cuestiones sobre las que votan; - Para la mayoría de los ciudadanos,el incentivo para votar es pequeño; - Los gobiernos democráticos favorecen más a los productores que a los consumidores; - Los partidos elegidos para gobernar tienden a realizar lo más que pueden las promesas que han hecho; - En los países habitualmente gobernados por coaliciones, los votantes no ven a las elecciones como verdaderos mecanismos de selección de gobernantes.

El modelo de Downs demuestra el valor heurístico de estos procedimientos de investigación. Sus proposiciones son inferencias deductivas, pero al mismo tiempo son afirmaciones empíricamente verificables. Es cierto que la prueba empírica solamente convalida o falsea a los resultados y no al modelo del cual proceden, y que por lo tanto el modelo de Downs es más predictivo que explicativo; pero, como bien dice Milton Friedman, los modelos se prueban más por la exactitud de sus predicciones que por la veracidad de sus supuestos.

Un modelo es una estructura parcialmente isomórfica con una realidad empírica, normalmente más compleja que su modelo. De acuerdo a la naturaleza y extensión de ese isomorfismo será el uso que pueda hacerse del modelo. Generalmente, se busca que un modelo sirva para describir y explicar la realidad de referencia, o sea que ayude a construir su teoría. En ese sentido, el modelo de Downs tiene un alto valor heurístico y predictivo, pero su valor teórico-explicativo es limitado.

Algo similar ocurre con los trabajos de Guetzkow. La Simulación Internacional (INS) propuesta por Guetzkow tiene sus antecedentes en los “juegos de guerra” (“war games”) y en los “juegos de empresa,” e invoca como basamento teórico a la Teoría de la Decisión y a la Dinámica de Grupos. Si bien incluye algunos procedimientos formalizados, el modelo en sí mismo es informal. Su propósito fundamental es heurístico y didáctico, e incluso de entrenamiento y análisis hipotético de situaciones, pero resulta cuestionable, como en el caso de Downs, su valor como instrumento de producción y comprobación de teorías.

El modelo originalmente propuesto por Guetzkow consta de cinco “unidades nacionales,” gobernada cada una de ellas por un “decisor” cuyo objetivo principal es mantenerse en el cargo (otra vez aparece la motivación puramente egoísta) para lo que necesita el apoyo de sus “mantenedores.” Cada unidad nacional dispone de recursos que puede acrecentar por medio de negociaciones y alianzas. El apoyo al decisor se basa en su gestión respecto de los recursos para consumo interno y seguridad nacional.

La dependencia del decisor respecto de sus mantenedores varía según una escala que marca diferencias entre democracias y totalitarismos. Hay dos sistemas de comunicaciones: un sistema de comunicación directa entre naciones y un “periódico mundial” que recoge declaraciones públicas de los actores. De estas comunicaciones están excluídas las formas de propaganda interna. Las naciones pueden comerciar entre sí, ayudarse, firmar acuerdos o hacerse la guerra.

Las naciones vencidas pueden ser ocupadas u obligadas a pagar indemnizaciones y esos recursos aumentan las disponibilidades de los vencedores. A su vez, las unidades nacionales ocupadas pueden organizar revueltas “de liberación nacional.”

La simulación tiene una duración limitada en el tiempo. Como el objetivo primordial de los decisores es mantenerse en el poder, la política interna tiende a volverse protagónica, en perjuicio de la política internacional, que tiende a convertirse en un resultado casi accidental del choque de intereses egoístas, inspirados en dos valores fundamentales: el propio consumo y la propia seguridad.

El modelo ha sido objeto de muchas críticas, especialmente en cuanto a su pretendido realismo. Los principales defectos que se le encuentran son: que no hay verdadera oposición interna en cada entidad nacional, con sus exigencias de negociación transaccional; que la historia, con su impacto sobre la idiosincracia nacional, tiene poca influencia; que no se toman en cuenta los condicionamientos geográficos; que las comunicaciones están limitadas al nivel explícito, sin “canales secretos”; que la propaganda está excluída, etc.

Con posterioridad, se ha procurado mejorar el modelo en cuanto a su realismo, acentuando el pluralismo y la interacción en la toma de decisiones de cada entidad nacional, tomando más en cuenta el contexto geográfico e histórico; permitiendo comunicaciones fuera del circuito oficial y expresando con mayor fidelidad los “estilos nacionales” de los distintos actores. Por otra parte, el auge de las comunicaciones a nivel planetario, vía satélite-computadora, ha permitido que el escenario de los participantes en estos juegos sea realmente internacional, ampliando al mismo tiempo el número de participantes. Se ha ensanchado también el ámbito de los valores fundamentales, más allá de los ya citados “consumo” y “seguridad,” para hacer lugar a valores provenientes de cosmovisiones no puramente utilitaristas.

Los modelos de tipo INS (Simulación Internacional) tienen dos usos principales: - como instrumento de aprendizaje y entrenamiento activo para estudiantes y agentes de relaciones internacionales; - como campo de comprobación primaria de hipótesis sobre la estructura y funcionamiento del sistema internacional.

Finalmente diremos que muchas de las limitaciones teóricas que hemos señalado a propósito del formalismo no son exclusivas de éste sino rasgos propios del escaso desarrollo actual de la teoría política en general. Como bien dice Eugène J. Meehan130: “En la mayoría de los casos, la Ciencia Política se ocupa aún hoy fundamentalmente de la descripción más que de la explicación, y la investigación se concentra sobre todo en la búsqueda de conceptos que puedan ser utilizados para la descripción y proporcionen una base adecuada para el establecimiento de generalizaciones útiles. Dicho en otros términos, el”análisis" político es realmente, en la inmensa mayoría de los casos, clasificación y descripción estáticas, más que explicación“; y concluye con algunos comentarios valiosos para la orientación general presente y futura de la disciplina:”En una palabra, la ciencia política tiende a ocuparse de los aspectos estáticos de la política, más que de sus aspectos dinámicos“. Sostiene que hay que plantear interrogantes que muevan a buscar explicaciones y no sólo descripciones, porque”…Las explicaciones atienden a la dinámica, dan cuenta del movimiento y del cambio en el tiempo, exigen la diferenciación (en este sentido no carece de fundamento la pretensión de los comparatistas de que sus investigaciones son fundamentales para el desarrollo de la teoría política). Para que resulten explicables y no solamente suceptibles de ser descritos, los fenómenos políticos han de ser expuestos mediante conceptos que subrayen más sus propiedades dinámicas que sus aspectos estáticos." Resulta interesante constatar que en los veinticinco años transcurridos desde que fueron escritas estas palabras, los progresos reconocidos en la Ciencia Política se han producido principalmente en los aspectos señalados: el enfoque comparado y el estudio del dinamismo político.


  1. Eugène J. Meehan: PENSAMIENTO POLITICO CONTEMPORANEO, Madrid, Revista de Occidente, 1973.↩︎

  2. Anthony Downs: AN ECONOMIC THEORY OF DEMOCRACY, Harper and Row Publishers, 1957.↩︎

  3. Herbert A. Simon: MODELS OF MAN: SOCIAL AND RATIONAL, John Wiley and Sons Inc., 1957.↩︎

  4. Eugène J. Meehan, op. cit. Ver también Karl Deutsch: LOS NERVIOS DEL GOBIERNO, México, FCE, 1985.↩︎

  5. Morton Kaplan: SYSTEM AND PROCESS IN INTERNATIONAL POLITICS, John Wiley and Sons, 1957, especialmente los cap. XI y XII.↩︎

  6. Eugène J. Meehan, op. cit.↩︎

  7. Eugène J. Meehan, op. cit.↩︎

  8. Norbert Wiener: CYBERNETICS, John Wiley and Sons, 1948.↩︎

  9. Norbert Wiener: THE HUMAN USE OF HUMAN BEINGS: CYBERNETICS AND SOCIETY, Doubleday and Co. Inc., 1950.↩︎

  10. W. Ross Ashby: AN INTRODUCTION TO CYBERNETICS, J. Wiley and Sons, 1956.↩︎

  11. Karl Deutsch: LOS NERVIOS DEL GOBIERNO, México, FCE, 1985.↩︎

  12. Karl Deutsch: POLITICA Y GOBIERNO, México, FCE, 1976.↩︎

  13. Estocástico o conjetural: En Estadística, dícese de la relación que existe entre dos variables tales que, sin ser ninguna de ellas función de la otra, tampoco son independientes. ↩︎

  14. Anthony Downs: AN ECONOMIC THEORY OF DEMOCRACY, New York, Harper and Row, 1957.↩︎

  15. Harold Guetzkow et al.: SIMULATION IN INTERNATIONAL RELATIONS: DEVELOPMENT FOR RESEARCH AND TRAINING, Prentice-Hall Inc., 1963.↩︎

  16. Eugène J. Meehan, op. cit., pg. 304. ↩︎