Segunda parte

Behaviorismo, estructural-funcionalismo y enfoque Sistémico

El enfoque comparatista

Estos enfoques guardan entre sí estrechas relaciones de continuidad y de conflicto y hasta expresan, con frecuencia, momentos evolutivos o facetas en la labor de los mismos autores. Con todas sus complejas variantes configuran el esquema conceptual y metodológico predominante en la Ciencia Política actual, si bien ya afectado por la crisis de paradigma a que se enfrentan las ciencias sociales en los últimos años, y que a nuestro entender alcanza a todos los enfoques conocidos.

Aún así, en medio de muchos problemas no resueltos, quedan en pié sus innegables virtudes: flexibilidad, elevada abstracción, capacidad para operar con fenómenos micro, meso, macro y mega-políticos, además de capacidad para incorporar explicaciones provenientes de otros enfoques teóricos, etc.

El behaviorismo

Este vocablo es de orígen anglosajón:“behavior” = comportamiento. Es una corriente o escuela científica, originada en los EE.UU. y luego relativamente difundida en Europa y en el resto del mundo. Postula el estudio rigurosamente empírico del hombre, mediante la observación directa de su comportamiento, entendido -al decir de Skinner35- como “una característica primaria de las cosas vivas” que actúa como “variable dependiente” respecto de las “condiciones externas, de las cuales el comportamiento es una función.”

Estas “relaciones causa-efecto en el comportamiento son las leyes de una ciencia…expresadas en términos cuantitativos,” dice Skinner. La máxima aspiración del behaviorismo es equiparar a las ciencias del hombre con las ciencias de la naturaleza, en las que el sujeto y el objeto de la investigación no se confunden entre sí.

En la aparición del behaviorismo en la Ciencia Política puede reconocerse la influencia de psicólogos como E.L. Thorndike y J.P. Watson. Sus manifestaciones explícitas más tempranas pueden hallarse en Charles Merriam y su “Escuela de Chicago,” de la que surgieron, antes de la segunda guerra mundial, algunos científicos políticos sobresalientes como Gabriel Almond, Harold Lasswell, Herbert Simon y David Truman.

Charles Merriam (1874-1953) nació en Iowa. Se doctoró en Columbia, y luego en Leyes por la Universidad de Colorado. Fue profesor de Ciencia Política en la Universidad de Chicago desde 1911. Entre sus numerosos libros cabe citar: “The American Party System” (1922); “News Aspects of Politics” (1925); “The Making of Citizens” (1931); “Political Power” (1934); “What is Democracy” (1941) y “Systematic Politics” (1945).

El enfoque behaviorista apareció como una propuesta renovadora frente a la por entonces predominante escuela legalista o institucionalista, que ya era cuestionada por muchos investigadores debido a su desinterés o falta de capacidad para explicar los numerosísimos fenómenos políticos no-institucionalizados pero de innegable interés y trascendencia.

Quizás el principal hito de esta transición pueda ubicarse en un trabajo de Charles Merriam titulado “The Present State of the Study of Politics” (1921), que marca el pasaje desde el punto de vista institucional, de raigambre jurídica, hacia el punto de vista comportamental, de raigambre socio-psicológica, en el estudio de la política: el objeto a estudiar sería, en adelante, “el comportamiento de individuos y grupos que actúan políticamente.” En forma congruente se produjo, en el plano metodológico, el pasaje desde el uso casi exclusivo de documentos de archivo, históricos, hacia el empleo de la observación, mediante técnicas psico-sociológicas como el sondeo, la encuesta o la entrevista.

El concepto central del behaviorismo es, desde luego, el de “conducta política.” Apareció por primera vez en el título de un libro en 192836. Un factor promocional del behaviorismo fueron los nuevos problemas prácticos que tuvo que encarar la administración federal de los EE.UU. para su propia racionalización y para llevar adelante los programas de ayuda técnica y económica característicos del “new deal.”

El predominio del behaviorismo en la Ciencia Política norteamericana se alcanzó en la inmediata posguerra de la segunda guerra mundial. En 1945 se creó el “Commitee on Political Behavior” en el seno del “Social Science Research Council.” En 1950, un behaviorista, Peter Odegard, alcanzó la presidencia de la “American Political Science Association.” En la década de los sesenta, siete de los diez politólogos americanos más famosos eran declaradamente behavioristas: V.O. Key, D. Truman, R. Dahl, H. Lasswell, H. Simon, G. Almond y D. Easton.

En la práctica, “behaviorismo” es un nombre genérico para una gran cantidad de enfoques bastante heterogéneos. Una expresión humorística lo compara con un paraguas bien grande, que ofrece cobijo temporal a un grupo dispar, cuyo único punto en común es su descontento respecto de la Ciencia Política tradicional…No obstante, tienen una cantidad de rasgos y creeencias similares37: - que la Ciencia Política puede ofrecer explicaciones y predicciones en forma semejante a las ciencias naturales (aunque más bien del tipo “biología” que del tipo “físico-química”); y ofrecer también análisis sistemáticos elaborados en base a teorías a experimentar; - que el límite del estudio científico de la política está en los fenómenos observables; - que las instituciones son “conductas sociales estancadas” y que el efecto político de las instituciones no puede analizarse por el estudio de la conducta en las instituciones; - que los datos deben ser cuantificados al máximo posible; - que en la opción investigación pura-investigación aplicada se debe elegir decididamente ésta última, apuntando a la solución de problemas políticos concretos y a la innovación de los programas de acción política; - que la valoración no debe ser considerada como parte de la actividad científica: no se puede demostrar científicamente la veracidad o falsedad de los valores; - que la Ciencia Política debe ser interdisciplinaria. Algunos teóricos han llevado esta posición al extremo de negar su carácter de ciencia autónoma y tienden a subsumirla en la Sociología.

El behaviorismo politológico originario utilizaba un paradigma proveniente de la Psicología: S-R (estímulo-respuesta). Al combinarse el behaviorismo con la Teoría de los Sistemas, como por ejemplo ocurrió en la obra de David Easton, se adoptó un paradigma más complejo: S-O-R (estímulo-organismo-respuesta) y se empezaron a tomar en consideración aspectos subjetivos tales como sentimientos y motivaciones, y finalmente la cultura.

El behaviorismo, desde sus orígenes, evolucionó en muchos aspectos, y si bien los primeros estudios partían del individuo como unidad de análisis, los posteriores (sin descuidar al individuo) emplean también conceptos como rol, grupo, institución, organización, cultura, sistema.

El behaviorismo ha sido criticado, sobre todo, por algunas excesivas pretensiones suyas respecto del alcance de sus esquemas explicativos, pero conserva siempre su valor como método descriptivo, en especial en todo lo referente a las interacciones que el sujeto en estudio mantiene con el medio que lo rodea. Las evoluciones posteriores a su aparición lo vincularon con el gestaltismo y con el enfoque sistémico; o configuraron un “neo-behaviorismo” como el de E. Tolman, al que nos referiremos ahora porque es un enfoque de raíz psicológica que tiene mucho interés para la Ciencia Política.

Edward C. Tolman, en su obra “Purposive behavior in animals and men” (1934) planteó un concepto de ORGANISMO como ente que persigue fines y procura evitar consecuencias negativas para sí o para sus propios fines. Su behaviorismo finalista (“purposive behaviorism”) afirma que los organismos tienen la capacidad de trazar “mapas cognitivos” que resumen su experiencia y que pueden ser usados para perseguir o eludir algunos objetivos.

El organismo, según Tolman, interpreta sus percepciones en forma de un complejo total (“Gestalt”) de experiencia, que incluye sus recuerdos y que produce un conjunto de espectativas sobre los medios a usar para conseguir determinados fines. Estas ideas fueron trasladadas desde el ámbito psicológico individual al ámbito social y político y usados en la explicación de los procesos teleológicos del aprendizaje político.

El Estructuralismo y el funcionalismo

El Estructuralismo es una compleja corriente de pensamiento, de orígen europeo, a cuya génesis se suele asociar los nombres de Alfred Reginald Radcliffe-Brown (1881-1955) y de Claude Lévi-Strauss (n. 1908 ). En términos muy generales, lo primero que cabe decir es que el estructuralismo no se reduce a la utilización de la noción de ESTRUCTURA, harto difundida en las ciencias sociales por parte de todos los enfoques teóricos.

Radcliffe-Brown fue un sociólogo y etnólogo inglés, profesor en Chicago y en Oxford, que investigó con un método comparativo los “principios estructurales” de las relaciones humanas. También se lo asocia con los orígenes del Funcionalismo, por lo que luego lo volveremos a nombrar. En tiempos recientes se le ha criticado por encontrar en sus desarrollos cierta confusión entre modelo y realidad, así como por cierta reducción de la noción de estructura a una mera articulación de elementos empíricos.

Claude Lévi-Strauss, antropólogo francés (en realidad, de orígen belga), profesor del “College de France,” es autor, entre muchas otras obras, de “Anthropologie Structurelle,” cuya lección vamos a seguir para tratar de aclarar qué es el estructuralismo.

Según Lévi-Strauss, el orígen del análisis estructural está en la “revolución lingüística” (Saussure-Troubetskoy), que más allá de una transferencia de métodos de investigación desde el campo del lenguaje hacia el campo de la sociedad, llegó a afirmar que todos los fenómenos sociales -incluso los políticos, por supuesto- son “también” fenómenos lingüísticos.

En el enfoque de Lévi-Strauss, no se trata de aplicar una hermenéutica que devele “el sentido oculto del texto explícito” sino de ver a los “fenómenos de sentido” como manifestaciones de un juego estructural cuya explicación hay que buscar en un nivel distinto del empíricamente percibido. En palabras más simples, no es cuestión de buscar un código que “traduzca” lo que un elemento significa y explique cuál es su sentido más allá de su apariencia externa, sino de comprender que ese sentido es conferido por un “juego estructural,” vale decir, por las relaciones del elemento con otros en el interior de una estructura, y por los factores definidores de tales relaciones.

Dice Lévi-Strauss que “la revolución fonológica consiste en el descubrimiento de que el sentido resulta siempre de la combinación de elementos que no son de por sí significantes. En mi perspectiva, el sentido no es nunca un fenómeno primario.” En definitiva, el orden estructural, productor de sentido, es una “sintaxis.” En principio nosotros la conocemos sólo por sus productos, sus efectos; y la definimos luego por las relaciones que vinculan entre sí a los elementos y les confieren un “valor de posición” similar al que adquieren los fonemas de la Lingüística en el contexto de una frase.

Esos elementos y sus relaciones -dice Althusser en “Pour Marx”- determinan “los lugares y las funciones desempeñadas por los seres y los objetos reales. Los verdaderos sujetos de la investigación no son, entonces, los ocupantes de esos lugares o los funcionarios de tales funciones, sino los definidores y distribuidores de esos lugares y funciones.” Esas relaciones, por ser tales, “no se pueden pensar como sujetos” y son “irreductibles a toda intersubjetividad antropológica.”

Esta visión tiene profundas consecuencias en cuanto al modo de investigar lo social y particularmente lo político, ya que pone el acento en el caracter significante y productor de sentido de los vínculos relacionales y de sus valores posicionales emergentes, orientando en definitiva la investigación hacia los factores “definidores y distribuidores” de tales relaciones, superando así el clásico enfoque centrado en las designaciones y roles formales de los entes institucionales, o en los desempeños personales.

El estructuralismo -tal como Lévi-Strauss lo entiende- no acepta que pueda realizarse una integración totalizadora de los diversos niveles estructurales de una realidad compleja, ni procediendo por homología estructural ni definiendo una estructura como causa y a las otras como efecto. En ésto el estructuralismo difiere notablemente del marxismo clásico. Dice Lévi-Strauss, por ejemplo, que “toda cultura puede ser considerada como un conjunto de sistemas simbólicos…pero los diferentes sistemas de símbolos cuyo conjunto constituye la cultura son irreductibles entre sí.”

En las ciencias sociales, el concepto de estructura puede ser entendido de dos modos diferentes pero complementarios. En un sentido amplio, una estructura es el sistema abarcativo que contiene a los casos particulares; es la “regla de variabilidad” de esa pluralidad de conjuntos que surgen como variantes de su combinatoria. En un sentido estricto, las estructuras no pertenecen al orden de la realidad empírica: son pautas “inventadas” a partir de ella para cumplir, como los modelos, la función de hacerla inteligible.

En sentido estricto, el estructuralismo define, pues, a la estructura como una construcción racional del pensamiento, y reprocha por consiguiente al funcionalismo su concepción “realista” de la función y su idea de que toda la sociedad converge en ella. Lévi-Strauss consideraba que el funcionalismo es “una forma primaria del estructuralismo” y agregaba: “decir que una sociedad funciona es una perogrullada, pero decir que todo, en una sociedad, funciona es un absurdo”…

El Funcionalismo es una corriente de pensamiento cuyo orígen es europeo y cuyo desarrollo tuvo lugar principalmente en los EE.UU. Su hipótesis fundamental puede resumirse en el siguiente enunciado: Las actividades parciales de los elementos contribuyen a la actividad total del sistema del que forman parte.

A los comienzos del funcionalismo suele asociarse, en forma implícita, el nombre de Emile Durkheim, y en forma ya explícita, el de Bronislaw Malinowski. Emile Durkheim (1858-1917) es considerado “el padre de la Sociología francesa.” Es autor de numerosas obras, entre las que cabe citar: “De la División del Trabajo Social,” “El Suicidio,” “Las Formas Elementales de la Vida Religiosa” y “Las Reglas del Método Sociológico”38.

La actitud metodológica de Durkheim partía de una exigencia de objetividad, expresada en el tratamiento de los hechos sociales “como cosas” (no en el sentido de cosificarlos sino de “observarlos desde afuera”). Durkheim consideraba que una comprensión de los fenómenos sólo podía derivar de su tratamiento objetivo. A tal fin, el sociólogo debe investigar en primer lugar la CAUSA del fenómeno y en segundo lugar su FUNCION, pero Durkheim aclaraba muy bien que “hacer ver para qué es útil un hecho no es explicar cómo ha nacido ni cómo es lo que es,” con lo que formulaba una acertada crítica anticipada al futuro funcionalismo.

Durkheim nunca separó sus inquietudes teóricas de sus intenciones reformadoras respecto de la sociedad, para atender las cuales propugnaba un diagnóstico que discrimine lo normal y lo patológico en los fenómenos sociales, vale decir, que permita al sociólogo reconocer los males sociales y decir cómo sanarlos.

La obra de Durkheim, aparte de su proto-funcionalismo, tiene mucho interés para la Ciencia Política, en la que se detectan muchas trazas de su influencia. Ya en su primera obra, “De la División del Trabajo Social” (1893), planteaba una original tipología de las sociedades, distinguiendo entre las “sociedades de solidaridad mecánica” (cuya cohesión interna se basa en la fuerza de la conciencia colectiva, en la participación intensa de los individuos en una misma sacralidad social) y las “sociedades de solidaridad orgánica” (en las que los hombres, por obra de la división del trabajo social se constituyen en individualidades diferenciadas, que cumplen tareas específicas en las que realizan su vocación personal).

En estas sociedades, a diferencia de las anteriores, tienen mucha importancia las diferencias individuales; en ellas la cohesión interna es producto de la complementación de funciones y de un nuevo tipo de representaciones y creencias desarrolladas en torno al concepto de “persona humana.”La transición desde un tipo de sociedad mecánica a un tipo de sociedad orgánica se produce por causas del tipo “tamaño y complejidad” : aumento del volúmen de la sociedad, aumento de la densidad material y aumento de la “densidad moral,” o sea de la intensidad de los intercambios y de las comunicaciones.

En esta obra de Durkheim que estamos comentando, quizás la parte más pertinente a la Ciencia Política sea su desarrollo del concepto de ANOMIA, entendida como incapacidad social de integración de los individuos a causa de un debilitamiento de la conciencia colectiva. Se trata, en principio, del mal que sufre una sociedad en su conjunto por la carencia o falta de vigencia real de una normativa moral y jurídica que le permita organizar su dinámica interna; es una ruptura de la solidaridad social, una crisis de la sociedad tomada como totalidad. Estas reflexiones de Durkheim continúan en su obra sobre “El Suicidio,” en la que el concepto de anomia interviene en la definición de una tipología de los suicidas, cuando Durkheim distingue el suicidio altruísta, el egoísta y el anómico. En esta última obra, Durkheim desarrolla otro aspecto de la anomia: la relación del individuo con las normas de su sociedad. Durkheim hace notar el carácter infinito, vertiginoso y angustiante del deseo del hombre librado a sí mismo, cuando se rompe la relación entre el actor social y el orden simbólico de su sociedad. Esa angustia desaparece cuando la sociedad tiene fuerza suficiente para someterlo a sus normas, pero reaparece cuando disminuye la fuerza de esos instrumentos integradores de la sociedad. Esa es la anomia. Durkheim trató sobre todo de establecer una relación entre la anomia y el modo de organización de la sociedad, planteando el problema de la relación entre los sistemas de valores y las estructuras socio-económicas, en función del ritmo de cambio de estas últimas. Desde el punto de vista politológico es evidente la importancia de estos fenómenos, en relación con la creación de condiciones de orden social y consenso cívico, así como en lo referente a la captación de voluntades individuales para el logro de metas colectivas y la asignación autorizada de valores.

Finalmente, otro trabajo de Durkheim digno de mención desde el punto de vista politológico, y que ha motivados muchos análisis, comentarios críticos y hasta polémicas, es su estudio sobre “Las Formas Elementales de la Vida Religiosa,” que ha influído mucho en análisis posteriores sobre las relaciones entre Política y Religión, tema que tiene en verdad gran importancia y sobre el que hay pocas investigaciones profundas.

En esta obra, Durkheim sostiene que “bajo la apariencia de lo sagrado, lo que los hombres adoran, sin saberlo, es la Sociedad…,” y describe a continuación los procesos mediante los cuales los grupos producen, en épocas de gran exaltación social, los dioses que necesitan; y cómo los transfiguran luego. Como ejemplo paradigmático de este proceso, Durkheim menciona lo ocurrido en los primeros años de la Revolución Francesa, momento en el que “…bajo el influjo del entusiasmo general, unas cosas puramente laicas por naturaleza fueron transformadas por la opinión pública en cosas sagradas, como la Patria, la Libertad, la Razón. Una religión que tenía su dogma, sus símbolos, sus altares y sus fiestas tendió a establecerse por sí sola. El culto a la Razón y al Ser Supremo intentó aportar una especie de satisfacción oficial a estas aspiraciones espontáneas.”

Bronislaw Malinowski (1884-1942) fue un sociólogo y etnólogo, polaco de nacimiento, que realizó la mayor parte de su labor intelectual en Inglaterra. Fue profesor en la “London School of Economics and Political Science” y autor de numerosas obras, entre las que cabe citar “Crimen y Costumbre en la Sociedad Salvaje,” “Moeurs et Coutumes des Melanesiens” y sobre todo “A Scientific Theory of Culture”39, donde está resumida su “teoría funcionalista radical.”

Malinowski solía apodarse a sí mismo “el jefe del funcionalismo.” Utilizaba el término FUNCION con dos significados diferentes (lo que originó no pocas confusiones posteriores): - como conexión permanente entre los elementos integrantes de una realidad social dada, con carácter regulador y dador de significado; - como relación positiva entre las necesidades primarias de los hombres y los sistemas sociales.

Esta segunda acepción entraña un cierto reduccionismo de la cultura a la necesidad, que es bastante recurrente en el pensamiento de Malinowski y que le ha sido muy criticado posteriormente.

Malinowski partió en sus investigaciones de la consideración de las necesidades fundamentales o básicas de la naturaleza humana, y estudió las diversas formas en que se manifiestan y satisfacen en las diversas culturas. Según Malinowski, la vida social es producto de la urgencia que sienten los individuos de cubrir ciertas “necesidades fundamentales,” tales como alimentación, seguridad, vinculación, etc. Su “análisis funcional” parte del supuesto de que cada costumbre, cada idea, etc., cumple una función vital para los individuos, en cuanto a la satisfacción de sus necesidades, en el particular contexto cultural de cada uno.

Esa vida social-cultural tiende a expresarse en “instituciones sociales.” Para Malinowski, cada institución tiene su “mapa” , vinculado a las representaciones y creencias del grupo social. Ese mapa abarca la definición, estructura y finalidad del grupo institucionalizado, y las reglas que el grupo debe obedecer. Toda institución tiene, pues, normas, actividades propias , personal y aparato material. Entraña, por otra parte, una “función,” porque está destinada en última instancia, a satisfacer una necesidad.

La difusión del enfoque funcionalista, después de la segunda guerra mundial, fue el más notable cambio de orientación conceptual en la historia reciente de las ciencias del hombre. Especialmente en la década de los cincuenta se produjo una gran eclosión de obras funcionalistas, primero en Sociología y Antropología, luego en Psicología (particularmente en vinculación con la llamada “dinámica de grupos”) y finalmente en Ciencia Política. En la década de los sesenta, el funcionalismo era el modo de investigación predominante en Ciencia Política, considerado por muchos como “el mejor enfoque posible para el desarrollo de la teoría”40.

Funcionalismo y función son en realidad términos bastante ambiguos. Según Ernest Nagel41, FUNCION tiene por lo menos seis significados distintos, cada uno de los cuales tiene implicaciones específicas para la investigación: 1) Enunciado de la interdependencia de dos variables; 2) Conjunto de procesos dentro de un sistema; 3) Uso corriente de un objeto; 4) Procesos internos de mantenimiento vital de los organismos; 5) Consecuencias que un elemento de un sistema tiene para el sis- tema como totalidad; 6) Contribución de un elemento de un sistema para el mantenimien- to de éste en un estado determinado.

Esta sexta acepción es la que con más frecuencia utilizan los funcionalistas en el campo de las ciencias sociales. Conviene aclarar que es un error usar el término función como sinónimo de “efecto.” Por otra parte, no hay una definición “correcta” de función. Hay que especificar en cada caso qué acepción se está utilizando, para no invalidar el razonamiento u oscurecer el contexto de la discusión.

La forma típica de una explicación funcionalista es el establecimiento de la relación existente entre un fenómeno dado (generalmente,una forma reiterada de comportamiento social) y el sistema dentro del cual se produce dicho fenómeno. Como mínimo, una explicación funcional requiere la existencia de un fenómeno a investigar, un sistema dentro del cual se produce el fenómeno, y la determinación de las consecuencias del fenómeno para el sistema. En este esquema se ve claramente la relación que, a poco andar, se estableció entre el enfoque funcionalista y el sistémico.

Las explicaciones funcionales tienen habitualmente forma causal o factorial. Muy rara vez se ha logrado por esta vía una explicación “completa,” que incluya todas las consecuencias del fenómeno para el sistema. Por otra parte, es imprescindible definir cuidadosamente el sistema que va a ser analizado. Ahora bien, en general los sistemas (especialmente en ciencias sociales) se definen en forma analítica, no empírica. Esto quiere decir que los sistemas no vienen “dados por la naturaleza” sino que son delimitados en función de los propósitos del investigador. Esto, como es obvio, abre las puertas a un riesgo muy grande de forzar los hechos para que se amolden a las intenciones. Hay un límite a la arbitrariedad en la construcción de sistemas conceptuales: hay que conservar correspondencias claras entre el modelo y los aspectos concretos de la realidad en estudio, pero no hay reglas fijas y uniformes para no cruzar esa frontera.

Dentro del funcionalismo hay una gran variedad de criterios sobre aspectos básicos del enfoque: elección de fenómenos, amplitud de sistemas de base, precisión en la definición de relaciones. Algunos enfoques son predominantemente sociológicos; otros, psicológicos; algunos son teleológicos y otros no. También hay diferencias muy importantes acerca del modo de construir teorías y del papel de la teoría en la explicación de fenómenos específicos. Esto se aprecia claramente, como veremos enseguida, al comparar las obras de Robert Merton y de Talcott Parsons.

Inicialmente, el funcionalismo derivó de una analogía orgánica. El enfoque organicista es muy evidente en la obra de Malinowski y de Radcliffe-Brown, y aún hoy nutre la obra de muchos sociólogos funcionalistas. Malinowski, como ya vimos, se inclina a definir las funciones en términos de necesidades fundamentales de todos los seres humanos, necesidades que, en última instancia, tienen una raíz orgánica. Ahora bien, la unidad fundamental de análisis sociológico en Malinowski es la noción de “institución social,” mientras que Radcliffe-Brown está más interesado en las “funciones vitales” de la sociedad, y toma como norma la “vida social ordenada,” norma que sólo puede mantenerse si todos los miembros de la sociedad comparten ciertos sentimientos básicos comunes.

Para expresar esa idea, Radcliffe-Brown empleaba el término “consensus,”de larga trayectoria posterior en Ciencia Política, como expresión de un acuerdo o afinidad entre los miembros de una sociedad, acuerdo referido a valores culturales, a normas y a la desiderabilidad de las metas sociales así como a las reglas básicas del juego para obtenerlas. Se trata, en definitiva, de un vínculo de solidaridad social que reduce la necesidad de recurrir a la fuerza para resolver conflictos y crear orden y aumenta la eficiencia global del sistema al no desviar hacia conflictos internos energías que pueden aplicarse a los fines propios del sistema.

Radcliffe-Brown, que fue también un precursor del enfoque comparatista en las ciencias sociales, se interesó mucho por los mecanismos y procesos de transmisión entre las generaciones de los sentimientos sintetizados en el “consensus”: los llamados procesos de socialización, o, en lenguaje antropológico, endoculturación. Esta preocupación ocupó también un lugar central en la obra de Talcott Parsons, y es cada vez más frecuente en el pensamiento político contemporáneo, especialmente desde el reciente auge de los enfoques “culturalistas.”

Aunque el estructuralismo y el funcionalismo tuvieron orígenes distintos y mantuvieron en sus comienzos polémicas teóricas,terminaron por converger en su desarrollo posterior, vinculándose estrechamente también con el enfoque sistémico, a tal punto que hoy, cuando se habla de “funcionalismo en sentido amplio” se está haciendo alusión a un enfoque de síntesis: estructural-funcionalista-sistémico. Esta convergencia ya se advierte claramente en la obra de Talcott Parsons.

La actitud metodológica típica del estructuralismo consiste en preguntarse cómo es el objeto estudiado, analizando de qué manera están dispuestas las diferentes partes del conjunto. Analíticamente, una ESTRUCTURA es una representación mental de la disposición de las partes de un todo. La actitud metodológica típica del funcionalismo consiste en preguntarse qué hace el objeto, o sea cuál es la función que cumple para el sistema del que forma parte.

Fácilmente puede entenderse que estructuralismo y funcionalismo son dos caras de la misma moneda, ya que el estudio de la estructura lleva a considerar las funciones de los diferentes elementos, y el estudio de las funciones (lo que cada una de las partes hace con respecto al todo) no puede dejar de considerar la estructura. Por otro lado, ese todo es visto como un sistema, del que los elementos considerados son subsistemas. Ellos pueden ser tomados, a su vez, como sistemas de otros subsistemas menores, según el nivel de resolución analítica que se adopte. Así puede entenderse, pensamos, esa confluencia de enfoques en la síntesis estructural-funcionalista-sistémica que fue mencionada párrafos atrás.

El enfoque sistémico

Antes de describir en forma sintética la obra de autores que pueden ser considerados paradigmáticos de los enfoques aquí mencionados, vamos a hacer una serie de consideraciones generales sobre el enfoque sistémico, en el que parecen converger o complementarse el estructuralismo y el funcionalismo desde hace varias décadas.

No es un secreto para nadie que el concepto de SISTEMA ha invadido todos los campos de la ciencia y penetrado en el pensamiento, los medios de comunicación de masas y hasta en el habla popular. Aparece como un aporte nuevo frente a fenómenos que hasta ahora habían sido estudiados como “mecanismos” (por el estructuralismo) o como “cajas negras” (por el funcionalismo).Este nuevo enfoque irrumpe con fuerza no solo en el campo tecnológico y físico-biológico sino también en el ámbito psico-social, e inclusive, por cierto, en su dimensión política42.

Qué hay que entender por SISTEMA? Digamos de entrada que no es algo simple, evidente o trivial. Por una parte hay realidades (una galaxia, un animal, una célula, un átomo) que son sistemas reales: entidades que la observación percibe, o que se pueden inferir a partir de ella y que existen por sí mismas, con independencia de cualquier observador. Por otra parte, hay sistemas puramente conceptuales, como los que habitan el campo de la Lógica y de las Matemáticas, sistemas que pueden ser considerados como “construcciones puramente formales” o simbólicas. Finalmente, están también los llamados “sistemas abstraídos,” que constituyen el grueso del cuerpo de todas las ciencias naturales y humanas que trabajan con sistemas. Son sistemas conceptuales correspondientes a hechos reales. Un ecosistema, un sistema social, un sistema político, corresponden a hechos reales, pero evidentemente no se trata de objetos de percepción directa sino de construcciones conceptuales, de abstracciones (de modelos, en definitiva) que son elaborados y tienen valor y utilidad en la medida en que guardan correspondencia con aspectos o hechos de la realidad que a cada ciencia interesan, aunque sea, desde luego, en forma abstracta y simplificada.

En el campo de la Ciencia Política, por ejemplo, el concepto de SISTEMA POLITICO fue elaborado como un modelo teórico, es decir, como una abstracción de la realidad política que se quiere explicar, para lo cual se la simplifica, reduciéndola a sus rasgos considerados fundamentales (elementos básicos y relaciones entre esos elementos) con el fin de hacerla inteligible.Por otra parte,no es el único modelo posible. Dentro del panorama teórico global, está ubicado en uno de los tipos de modelos existentes, denominado “modelos de integración y de orden,” en contraposición a los denominados “modelos de conflicto.” Esto no sólo tiene implicaciones teóricas sino también ideológicas y cosmovisionales, como veremos más adelante al estudiar el tema con mayor detalle43.

El enfoque sistémico se ha trasladado al campo de las ciencias del hombre desde otros campos del conocimiento, como la Biología y la Ingeniería. No es, en realidad, un enfoque absolutamente nuevo y original. Ya en la obra de antiguos pensadores, desde Nicolás de Cusa, Paracelso, Hobbes, Leibniz hasta Marx y Engels, encontramos ocasionales referencias a la existencia de “sistemas,” en los que existe interdependencia entre los elementos componentes. Ya vimos también los antecedentes más directos contenidos en la obra de Durkheim y de Malinowski. Pero la sistematización teórica más amplia y rigurosa del enfoque sistémico, de la que derivan todas las aplicaciones modernas conocidas en nuestro campo, es la desarrollada en la década de los años treinta por Ludwig von Bertalanffy, bajo el nombre de “Teoría General de los Sistemas,” formulación hecha con pretensiones de validez general, omnicientífica44.

La Teoría General de los Sistemas eligió el término SISTEMA para identificar un concepto propio, con el que expresa toda una concepción del mundo, súmamente ambiciosa. “Su objeto central es la formulación y derivación de aquellos principios que son válidos para todo sistema en general” -dice von Bertalanffy- y añade “…la elaboración de la teoría sistémica general probará ser un paso fundamental para la unificación de la ciencia….” Se trata, en definitiva, de una concepción científica con fuerte vocación holística, cuyo concepto central (sistema) es considerado también por algunos críticos como vago, difuso y metafísico.

Para von Bertalanffy, a partir de su planteo la Ciencia queda dividida en dos grandes parcelas: - Las ciencias que se ocupan de los hechos causales, regidos por el segundo principio de la Termodinámica, cuya lógica válida es la teoría de las probabilidades; - Las ciencias que se ocupan de los todos organizados o sistemas, en los que existe entropía negativa y cuya lógica válida es la Teoría General de los Sistemas.

Von Bertalanffy anota que el concepto de SISTEMA se utiliza corrientemente con diversos significados, que básicamente pueden resumirse en tres: 1) En algunas ocasiones es un término vacío, equivalente a “forma,” ambiguo y casi sin contenido. Aporta sólo una vaga idea de organización, a veces simplemente reiterativa porque ya está contenida en los términos que lo acompañan, como cuando se dice “sistema de gobierno” que equivale a “gobierno” o “sistema de partidos” que equivale a “partidos.”

  1. En otras ocasiones expresa una relación entre variables y contiene por lo tanto una idea de estructura, asi sea mínima.

  2. Finalmente, la palabra “sistema” es también empleada con intenciones teóricas, como concepto definido y preciso, dentro de un marco lógico claramente estructurado. En el marco de su teoría sistémica general, von Bertalanffy define al sistema como “un conjunto de elementos en interacción.”

Como ejemplos de la difusión del enfoque sistémico en distintos ámbitos científicos, podemos mencionar los siguientes: 1) TEORIA DE LOS SISTEMAS VIVOS: Desarrollada en Biología para dar explicación al fenómeno de la vida orgánica, y dentro de ella, en particular, de la vida animal.

  1. TEORIA SISTEMICA GENERAL: Nació inspirada principalmente en la anterior. Trata de superar las limitaciones tradicionales de la ciencia, especialmente su falta de unidad, su dispersión y sus trabas comunicacionales, mediante conceptos propios, de validez general, y de proposiciones aplicables a cualquier campo científico.

  2. TEORIAS SISTEMICAS ESPECIALES: En cada caso es la adaptación de la teoría general a las distintas ciencias particulares en las que se aplica.

  3. ANALISIS DE SISTEMAS: Denominación que se utiliza para las aplicaciones de la Teoría General de los Sistemas en el campo de la Ingeniería.

  4. ENFOQUE SISTEMICO EN CIENCIA POLITICA: Es más adecuado usar este nombre de “enfoque” (o de “aproximación teórica,” para conservar el sentido dinámico de la expresión inglesa “approach”) porque más que una teoría totalmente estructurada y de aceptación general es un esquema o referencia teórica con el cual poder aproximarse a la realidad política para investigarla45.

La teoría sistémica trae consigo una importante novedad, que es la incorporación de una nueva dimensión: el tiempo. Esta dimensión temporal está implícita en el concepto mismo de sistema, que es un auténtico “acumulador de tiempo,” que permite plantear en nuevos términos la relación entre los estudios científicos diacrónicos y sincrónicos.

Si aceptamos el concepto de SISTEMA, en sentido amplio, como “un todo cuyas partes están interrelacionadas,”veremos que dichos sistemas -quizás con otros nombres- han sido estudiados por el hombre desde hace mucho tiempo. El hombre, en su afán de conocer, trató siempre de abordar la naturaleza y la sociedad con una idea de totalidad. Esa actitud holística, en realidad fue abandonada recién en el siglo XVIII.

La contínua acumulación de conocimientos científicos puso al conjunto creciente de nociones fuera del alcance de la mente individual y obligó a organizar el conocimiento de forma cada vez más fragmentaria y especializada. Esto permitió la profundización y la aceleración del proceso científico, pero a la vez significó una notable pérdida de visión totalizadora: ambos resultados fueron la ambigua consecuencia de la especialización.

Ya en nuestro siglo, y más específicamente desde la década de los cuarenta, se plantearon muchos esfuerzos de investigación orientados al estudio de fenómenos que sólo pueden explicarse si el objeto que se investiga es tomado como totalidad. La época indicada es la que en realidad marca, tras los trabajos precursores (y preparatorios) de von Bertalanffy, el comienzo de la “era de los sistemas,” mientras que la etapa precedente del desarrollo científico más bien merece el título de “era de la máquina,” con algunas excepciones precursoras en el ámbito de la Biología.

En efecto, ya desde la década de los ‘20, el término ’sistema’ había comenzado a usarse con una significación científica precisa, en publicaciones biológicas. Los biólogos enfrentaban por entonces un grave problema: explicar el fenómeno de la vida, que excede el marco positivista-mecanicista imperante por entonces, pero sin recurrir a apelaciones metafísicas para establecer claros límites y diferenciaciones entre el mundo de los seres vivos y el de la materia inerte. Luego de muchos estudios y propuestas, la Teoría de los Sistemas Vivos aportó una nueva solución al problema de explicar la animación de los seres vivos. Fueron revisados entonces los principios cuantitativos de la lógica mecanicista, evidenciándose la necesidad de tratar a los seres vivos como unidades y no como agregados.

La noción de UNIDAD tuvo y tiene una grandísima importancia en la consolidación del enfoque sistémico. Las características que diferencian a las unidades de los simples agregados son las siguientes: 1) Una unidad posee límites claramente distinguibles, que la separan del ambiente exterior, y eventualmente la vinculan selectivamente con él. Las fuerzas y procesos internos quedan separados por esa frontera de sus homólogos externos.

  1. Como mínimo, una de las dimensiones de la unidad es distinta de la agregación de las dimensiones homólogas de las partes.

  2. La descripción de la unidad no consiste meramente en la sumatoria de las descripciones de sus elementos componentes.

  3. Cada uno de sus elementos está en relación con todos y cada uno de los demás y con la unidad misma. La unidad está a su vez en relación con el medio ambiente en el que está inmersa.

Respecto de este último punto, conviene precisar que hay varias clases de relaciones en una unidad: 1) Relaciones de los elementos componentes entre sí.

  1. Relaciones entre los elementos y la unidad como un todo.

  2. Relaciones de la unidad con su medio ambiente: a) Insumos y exumos: la unidad toma insumos del ambiente y le devuelve exumos.

  1. Procesos de adaptación al stress: toda alteración en el me- dio ambiente es una amenaza, que es fuente de stress, al que el sistema debe adaptarse para sobrevivir.

  2. Procesos de mantenimiento de los límites.

Según algunos autores, como Karl Deutsch por ejemplo, lo que “circula” en todos esos procesos y relaciones no es en el fondo otra cosa que información, vale decir, relaciones pautadas entre eventos, tengan o no contenido material o energético.

La vital necesidad de adaptación al stress nos muestra que todo sistema tiende a la homeostasis, concepto vinculado al mantenimiento dinámico del equilibrio. De allí surge el concepto de REGULADOR: el equilibrio es mantenido por medio de ajustes contínuos de la trayectoria de los procesos, siempre propensos a salirse de control. El mecanismo básico en general opera así: ante una alteración en el ambiente, los reguladores envían señales a centros receptores-efectores, que activan mecanismos aliviadores (como el termostato, o la válvula de Watt). Un regulador es un centro transformador encargado de recoger información incomprensible para el organismo (“ruido”) y de convertirla en información, esto es, en pautas reconocibles y comprensibles, que permitan encarar cursos de acción adaptativa.

La vida, como todos los demás procesos del Universo, tiende a un estado de máxima entropía (desorden) según el segundo principio de la Termodinámica. Esa entropía se produce tanto en los sistemas cerrados (conjuntos de cosas inanimadas) como en los sistemas abiertos (sistemas biológicos, psicológicos y sociales) pero en estos últimos la entropía tiende a disminuir e incluso a hacerse momentáneamente negativa por la posibilidad de mantener intercambios metabólicos con el medio, vale decir, de importar materiales y energía del exterior para transformarlos en la propia sustancia, y de eliminar hacia el ambiente los desechos de la propia actividad. Por ese motivo, los seres vivos y los grupos sociales tienen fuertes tendencias “neguentrópicas” (de entropía negativa, o sea que tienden hacia estados de complejidad y orden crecientes), posibilidad de la que carecen las cosas inanimadas.

Un sistema abierto se caracteriza, pues, por sus fuertes tendencias anti-entrópicas y porque sus partes actúan en forma intensamente interdependiente. La unidad mantiene relaciones metabólicas con su medio y, a lo largo del tiempo, su existencia atraviesa una serie de estados, cuyo conjunto se denomina “actuación” del sistema. Un aspecto de singular importancia de los sistemas abiertos es que, más allá de plano puramente biológico de la vida orgánica, cuando entramos en el terreno de lo psicológico y lo social, no puede hablarse con propiedad de una “tendencia hacia la homeóstasis,” hacia el equilibrio, sino, como von Bertalanffy lo señala con agudeza, más bien de una tendencia al “mantenimiento de desequilibrios” : la homeóstasis no explica las sublimes creaciones ni las execrables violencias de los hombres, y el modelo de “organismo reactivo” explica mal los comportamientos humanos, para los que es más adecuado un modelo de “organismo activo” que “…en un sentido muy concreto, crea su universo,” dice von Bertalanffy46.

La existencia de un sistema abierto implica la presencia de información ordenadora y de energías que trabajan en contra del segundo principio de la Termodinámica. La Teoría Sistémica General estudia con especial interés tales fuerzas. Los ejemplos típicos de sistemas abiertos son los seres vivos, las estructuras psicológicas y los sistemas sociales, uno de los cuales es el sistema político.

Los criterios básicos de trabajo del enfoque sistémico para el estudio del sistema político son los siguientes: 1) La teoría sistémica trabaja únicamente con leyes estadísticas macroscópicas, que son perceptibles sólo cuando se observan todos los elementos del sistema simultáneamente.

  1. Los grupos humanos más abarcativos (sociedades o sistemas sociales globales) no tienen funciones específicas, fuera de su propio mantenimiento y consolidación.

  2. Vistos desde cierto nivel de abstracción, sociedad y sistema político son homomórficos (forma similar) pero no homofílicos (similar origen). Dentro del enfoque sistémico, en diversos autores hay variedad de posturas sobre la ubicación del sistema político respecto del sistema social, pero en general la lectura de textos sistémicos muestra una concepción de la vida política como fenómeno ordenador, dotado por tanto de cierta primacía.

La teoría sistémica ha experimentado algunas adaptaciones en su aplicación al campo de la Ciencia Política. En ella, el concepto de SISTEMA opera como una estructura mental heurística para intentar la explicación de dos tipos fundamentales de fenómenos: los que se relacionan con el mantenimiento de los sistemas políticos en un estado determinado; y los que se relacionan con los cambios que se producen en ellos, ya sean adaptativos (cambios en el sistema) o disruptivos (cambios de sistema).

Hay dos características que distinguen al sistema político de todo otro sistema social: su universalidad y su condición de árbitro final de la vida social. La primera se refiere a que sólo el sistema político abarca a todos los individuos que forman la sociedad; otras organizaciones, como las religiosas, laborales, culturales, etc., abarcan solamente a una parte del total de la población. La segunda característica se refiere a que el sistema político posee una condición de árbitro final de los conflictos sociales (por su monopolio del poder coercitivo legítimo). Debido a que ocupa el nivel más alto en la jerarquía de las autoridades, tiene la potestad de fijar límites a la coacción que pueden ejercer sobre sus integrantes los sistemas que están por debajo de él. Tiene sobre todo la potestad de imponer la vigencia de una regla política fundamental: la resolución pacífica de los conflictos, con posibilidad de mediar en ellos, aún por medio del empleo legítimo de la fuerza pública, en caso contrario.

La fuente de legitimidad del sistema político como autoridad final es su aceptación explícita como tal por parte de quienes componen la sociedad. Los hombres son seres muy sociables, y generan o aceptan la existencia de grupos o asociaciones con finalidades variadas y específicas, pero su compromiso con el sistema político es más amplio y profundo, y le conceden mayor poder coercitivo en sus vidas. Por el mismo motivo, la ruptura de vínculos y la rebelión al sistema político es más radicalizada y generalmente no se expresa en el alejamiento, como en otros casos, sino en diversas formas de confrontación abierta.

Síntesis de obras teóricas principales de estas corrientes

Hay dos formas básicas de análisis funcional47, que se distinguen por sus objetivos y sus estrategias. Vamos a verlas primero en la investigación sociológica general y luego en el campo de la Ciencia Política. Una de esas formas, cuyo paradigma sociológico es la obra de Robert Merton, se concentra en fenómenos específicos y busca explicaciones limitadas en su alcance, estrechamente relacionadas con los hechos concretos de la vida social. Busca formular lo que el mismo Merton denomina “teorías de alcance medio.” La otra forma básica intenta el desarrollo de una “teoría general de la sociedad,” o sea de un conjunto omnicomprensivo de categorías que puedan usarse para explicar cualquier conjunto de fenómenos dentro del campo abarcado por la Sociología. El ejemplo clásico de ese funcionalismo generalista48 es la obra de Talcott Parsons. Parsons es un constructor de sistemas, un gran teórico, mientras que Merton tiene una aguda conciencia de la necesidad de mantenerse en estrecho contacto con los hechos.

En la comparación de la obra de estos dos hombres se ve claramente una disyuntiva de validez muy amplia, dentro del campo de las teorías empírico-analíticas: o se construye un sistema teórico general, muy abarcativo pero, por eso mismo, de tán elevado nivel de abstracción que se tiende a perder contacto con los hechos empíricos, o se mantiene la proximidad con los hechos pero perdiendo área de cobertura teórica y visión de conjunto del campo abarcado.

Merton utiliza el funcionalismo como un instrumento de explicación, o sea como un recurso metodológico para explicar los hechos; Parsons procura sobre todo desarrollar categorías y relaciones utilizables para clasificar y ordenar datos generales y armar modelos descriptivos de amplios conjuntos.

Robert King Merton

Robert K. Merton (n. 1910 ),es un sociólogo norteamericano, animador del “Bureau of Applied Social Research” de la Universidad de Columbia. Su funcionalismo presenta rasgos peculiares y no es reductible al de Malinowski. Para Merton, “la orientación central del funcionalismo se expresa en la práctica de interpretar los datos mediante la determinación de las consecuencias que los mismos tienen para las estructuras más amplias de las que proceden” . Entre sus principales obras cabe citar a “Teoría social y Estructura Social,” de donde se ha extraído la cita precedente, “Elementos de teoría y de método sociológico,” “La Sociología hoy: problemas y perspectivas” y “Selección de Lecturas sobre la Burocracia”49 Merton parte de una analogía orgánica y se apoya mucho en principios biológicos, pero le añade gran número de conceptos esenciales para el desarrollo amplio de las posibilidades del método funcionalista. Muchos de sus aportes constituyen una respuesta superadora de las críticas que se formularon a los planteos iniciales del funcionalismo absoluto.

Merton distingue claramente entre los elementos funcionales y disfuncionales de un sistema y reconoce la posible existencia de elementos redundantes. Refiere la función social a consecuencias objetivas observables y no a actitudes subjetivas. Distingue entre las funciones manifiestas, que son consecuencias objetivas que contribuyen al ajuste del sistema y son reconocidas y queridas por los miembros integrantes del mismo, y las funciones latentes, que los miembros del sistema no reconocen ni quieren como propias. Evita y aclara la confusión entre motivación consciente y consecuencias objetivas de los hechos, y presta especial atención a los efectos laterales de las acciones. Afirma el principio del “balance positivo” de las consecuencias funcionales de las formas culturales persistentes; y el principio de las “alternativas funcionales”: cualquier función puede ser cumplida por varias vías alternativas. Finalmente, por razones empíricas rechaza algunos postulados originarios del funcionalismo, referidos a la unidad funcional, el funcionalismo universal y la imprescindibilidad funcional.

El enfoque que Merton hace del análisis funcional fue expuesto por él en un “paradigma” de once puntos. Es una especie de guía metodológica-pedagógica, que preparó para sus alumnos y que presenta un gran interés para la investigación en ciencias sociales, incluída la Ciencia Política, por su orientación fuertemente empírica y su preocupación por la precisión: 1) Elementos a los que se atribuyen funciones: - Descripción pura.

  • Alternativas desechadas.

  • Sentido de la actividad para los miembros del grupo.

  • Motivos de los actores.

  • Regularidades de comportamiento.

  1. Diferenciación entre los motivos de los participantes y las actitudes y creencias.

  2. Consecuencias objetivas de los fenómenos: - Consecuencias funcionales. | Manifiestas - Consecuencias disfuncionales. | o - Consecuencias no funcionales. | Latentes.

  • Balance favorable del conjunto de consecuencias.
  1. Los sistemas sociales son plurales: a qué unidad sirve la función.

  2. Exigencias funcionales: Condiciones esenciales para el mante- nimiento o estabilidad del sistema.

  3. Mecanismos de realización de las funciones.

  4. Alternativas o equivalentes funcionales.

  5. Contexto estructural: estrecha relación entre estructura y función.

  6. Dinámica y principios de cambio.

  7. Problemas de verificación.

  8. Implicaciones ideológicas del análisis: esclarecer la propia parcialidad.

En este paradigma del análisis funcional cabe destacar algunas características principales: la importancia asignada al trabajo de campo y a la investigación concreta; la conceptualización estrechamente ligada a la observación, y la oposición a los intentos de formular teorías generales. Es una guía metodológica que intenta guiar hacia la formulación de planteos claros y de fácil comprobación empírica. En realidad, más que una “teoría funcional,” lo que ofrece es un método de investigación riguroso, exigente, que no promete nada de antemano ni tiene los atractivos que suelen ofrecer las visiones sinópticas y las grandes síntesis totalizadoras, lindantes con el ensayismo filosófico. Quizás por ello ha tenido pocos seguidores, especialmente en el campo de la Ciencia Política. Por nuestra parte, queremos destacar el grandísimo interés de los planteos metodológicos de Merton, no sólo como guía para la investigación política empírica sobre fenómenos políticos circunscriptos y concretos, sino también como inspiración para los trabajos profesionales de análisis político, especialmente en el sector de los “análisis de situaciones.”

Para concluir esta semblanza sobre la obra de Robert Merton, vamos a mencionar algunos conceptos suyos de especial interés politológico: Los trabajos de Merton sobre el hiperconformismo que engendra la disciplina burocrática, paralelos a los trabajos de Mayo sobre el factor humano en las empresas, pusieron en evidencia los límites del modelo burocrático racionalista y la importancia de las disfunciones que aparecen en él. En general, actualmente se considera que las trabas burocráticas son disfuncionales, al menos desde el punto de vista de sus “clientes,” aunque, como bien lo hace notar Michel Crozier50, las prácticas burocráticas, aunque no sean funcionales para sus usuarios, sí lo son para sus miembros, ya que los sustraen de la arbitrariedad y de la inseguridad. Desde el punto de vista del sistema político, también puede verse cierta funcionalidad en dichas trabas, que operan como “portillos sistémicos” reguladores del flujo de las demandas sociales dirigidas al sistema político, evitando el exceso que provocaría el “stress” del sistema, sin negar explícitamente el derecho a formular demandas.

Al analizar la relación del individuo con los valores de su sociedad y con los medios de que dispone para realizarlos, Merton muestra que el conflicto o contradicción entre valores y medios es fuente de desviaciones de las conductas individuales. Por ejemplo, la sociedad norteamericana exalta el éxito económico como una virtud, pero no resuelve claramente el caso en que los medios empleados para enriquecerse no responden al mismo sistema de valores.

Por último, citaremos una reflexión de Merton sobre la relación entre el comportamiento individual y los valores sociales. Merton dice que “…debido precisamente a que el comportamiento de los individuos está modelado por los valores fundamentales de la sociedad, se puede hablar de una masa de hombres como de una sociedad. Sin un fondo de valores que sean comunes a un grupo de individuos (la conciencia colectiva de Durkheim?) puede haber relaciones sociales, intercambios desordenados entre los hombres, pero no sociedad.”

Talcott Parsons

Talcott Parsons (n. 1902 ) sociólogo norteamericano, profesor titular de Sociología en Harvard desde 1944. Entre sus obras principales cabe citar los siguientes libros: “The Structure of Social Action” (1937), “Essays in Sociological Theory” (1949), “The Social System” (1951), “Structure and Process in modern societies (1960),”Sociological Theory and Modern Society" (1967), y “American Society: Perspectives, Problems, Methods” (1968)51.

Parsons es una figura muy polémica dentro del campo del pensamiento social. Se discute mucho el sentido de varios aspectos de su obra. No se expresa con claridad; a decir verdad, es enredado y confuso; su sistema no está empíricamente fundamentado (aunque pretende estar referido al mundo empírico) y no está, por lo tanto, realmente abierto a la convalidación por otros investigadores. El paradigma de Parsons es un sistema inacabado, aún abierto a continuas revisiones52.

Para dar una primera idea, podemos decir que Parsons ha hecho aportes polémicos pero valiosos a la teoría sociológica, desde un punto de vista estructural-funcionalista, privilegiando los aspectos estáticos de la realidad social respecto de los aspectos dinámicos, de cambio y de conflicto. En una visión más profunda, el pensamiento de Parsons es complejo, nada fácil de aferrar en una síntesis. Cabe recordar en su descargo que la realidad a la que refiere sus trabajos es en sí misma súmamente compleja.

Puede decirse, por ejemplo, que Parsons intenta combinar el positivismo decimonónico de Wilfredo Pareto, la perspectiva histórica de Max Weber y el subjetivismo e idealismo filosóficos de los historiadores y sociólogos alemanes de los siglos XIX y XX, para crear un modelo o “tipo ideal” de sociedad humana, que sirva de base a un sistema explicativo general, de carácter axiomático o deductivo. En ésto, Parsons se muestra inmune a la influencia de los modernos planteos epistemológicos, según los cuales su objetivo es inalcanzable.

Es claramente reconocible en la obra de Parsons la influencia de su temprana afición a la mecánica newtoniana, de la que tomó muchas analogías, metáforas y ejemplos. En nuestros tiempos, la mecánica newtoniana ya no es considerada como una forma ideal y ni siquiera adecuada de explicación científica, pero Parsons persiste en ese camino en muchos aspectos de su obra.

En los libros de sociología de Parsons es perceptible la influencia de Hegel, en el que se inspira para solucionar el problema que plantea en la dinámica sociológica la libertad individual. En el dilema determinismo-voluntarismo opta por este último, pero luego lo vacía prácticamente de contenido al definir a la libertad como “conducta acorde con las necesidades colectivas.” En el planteo hegeliano, la libertad se logra por interiorización de las normas orientadas hacia las exigencias de la colectividad. Esa síntesis hegeliana concuerda con la noción parsoniana de “acto social.”

Parsons también tiene una gran deuda con Hobbes. El sistema parsoniano está fuertemente orientado hacia el orden y la estabilidad. Parsons supone que los instrumentos primarios para mantener el orden son las estructuras normativas interiorizadas, producidas por la sociedad y asimiladas por los individuos. Está obligado, pues, a aceptar que todo cambio, todo conflicto, es perturbador y disfuncional. En ello se basa la acusación de mantener una velada colusión con la ideología conservadora, que con frecuencia se ha hecho a su sistema científico.

Parsons procura ubicar cuáles son los elementos de la sociedad que contribuyen al mantenimiento del orden, y concentra su atención en ellos. Hay en esta actitud una evidente parcialidad, cuya consecuencia es la disolución del individuo en un conjunto de “relaciones con otros.” Aquí resulta claramente visible el paralelismo entre Parsons y Hobbes.

Parsons ha evidenciado siempre gran interés por el estudio de la Economía, de la que provienen muchos de sus paralelismos conceptuales. El “acto social” de Parsons presenta gran similitud con una transacción económica: el “actor” recuerda fuertemente al conjunto de demandas de una unidad económica en un mercado libre…Parsons concibe a la interacción humana como un calco de la interacción económica, y la estabilidad social es prácticamente una trasposición al plano general de la sociedad de la estabilidad económica.

La parte principal de la estructura conceptual de Parsons proviene de Pareto y de Weber. Su originalidad no reside en los conceptos sino en la manera de seleccionarlos y de combinarlos. De Weber tomó, entre otros, el concepto de “Verstehen,” entendido como “definición de la situación según la percepción subjetiva del actor”; y la idea de “conducta social” como “orientación recíproca de los individuos y los grupos.” Estos elementos, tomados en el contexto del indeterminismo weberiano, proporcionaron a Parsons la definición de un concepto clave: el de “acción social significativa”: una interacción entre dos o más personas, que incluye la motivación o intención de todas las partes intervinientes y no es una simple acción refleja.

Parsons tomó también, como ya dijimos, muchos conceptos de Pareto, en primer lugar, la noción central de “sistema” entendido como “conjunto de elementos funcionalmente interdependientes.” También proviene de Pareto la noción de sociedad como “instrumento de adaptación social” y la finalidad que le asigna a la investigación social: “la construcción de una teoría funcional general que explique la estabilidad del sistema social.”

La “deuda” de Parsons con Pareto abarca también varios otros conceptos: - Los “requisitos funcionales,” o sea las condiciones necesarias para que el funcionamiento social tenga continuidad; - los “residuos,” o sea las fuerzas subyacentes a la conducta; esos “sentimientos interiorizados de valoración” que son la base de la explicación de la estabilidad; - el interés prioritario por la acción irracional antes que por la racional; - la diferenciación entre utilidad individual y utilidad social; - la precupación marcadamente prioritaria por el orden y la estabilidad, considerados como emergentes de una combinación de mecanismos sociales y de sentimientos interiorizados por los individuos; - la atención preferente que se le dedica al proceso de socialización, ubicado principalmente en la familia.53 Parsons afirma haber sido muy influído por Freud, pero de la lectura de sus textos surge la impresión de que la interpretación parsoniana de Freud es muy forzada, y más afín con los desarrollos de la Psicología del Ego realizados, tras la muerte de Freud, por psicólogos como Anna Freud y Erik Erikson. Conceptualmente, Parsons está más cerca de Karen Horney y de Harry Stack Sullivan que de Freud. Parsons utiliza mucha terminología freudiana, pero la ubica en un contexto significativo diferente del que Freud utilizaba.

El objetivo original de Parsons era, como ya vimos, la formulación de una “teoría general de la sociedad.” Luego de su adscripción al Funcionalismo, y en un lapso de diez años, Parsons planteó dos intentos de formulación de su teoría, diferentes pero al mismo tiempo muy relacionados entre sí.

Su primera formulación parte del individuo, del “actor individual,” ubicado en una situación concreta e interactuando con los elementos que la integran. Su libro “Toward a General Theory of Action” (1951) fue fruto de este primer planteo, que resultó poco satisfactorio para la crítica especializada y hasta para él mismo. En esta obra se perciben claramente los condicionantes, sobre el intento de labor científica, de los trasfondos cosmovisionales e ideológicos de la cultura y del ambiente social en el que opera un investigador.

De hecho, en su segunda formulación invirtió el enfoque y definió a los elementos del sistema social en función de la estructura global de la sociedad. Redujo notablemente la importancia que le asignaba antes a los factores psicológicos individuales e incrementó la gravitación de los factores estructurales y funcionales. Prestó menos atención a los “valores internalizados” y más a los “valores institucionalizados.” Esta nueva construcción fue esbozada por primera vez en “Working Papers in the Theory of Action” (1953), y se completó luego en obras como “Family, Socialization and Interaction Process” (1955) y “Economy and Society” (1956).54 En el campo de la Ciencia Política ha tenido mucha más influencia esta segunda formulación, por lo que la vamos a ver con un poco más de detalle. Desde nuestro punto de vista, son especialmente interesantes sus ideas sobre las estratificaciones sociales. Como todas las teorías funcionalistas, la de Parsons considera que las estratificaciones sociales responden a necesidades sociales. Son sistemas jerárquicos fundados sobre los valores máximos de cada sociedad. Esos valores están relacionados con la “acción social,” vale decir, con la “actividad intencional que despliegan los individuos dentro del marco de las instituciones.” En síntesis, Parsons define a la estratificación social como “la clasificación diferencial de los individuos que componen un sistema social dado, y su calificación de superiores o inferiores los unos en relación con los otros, según valores importantes para la sociedad.”

Al definirla como “clasificación diferencial de los individuos .. según valores importantes,” Parsons parece suponer que es siempre la posesión por los individuos de determinados valores socialmente estimados lo que los ubica en determinadas posiciones en la estratificación social. Descuida, a nuestro criterio, el rol de las organizaciones intermedias de la sociedad, desde la familia hasta diversos grupos, partidos y corporaciones, que pueden llegar a tener poder suficiente como para ubicar a sus integrantes en determinadas posiciones sociales aunque individualmente no posean los valores correspondientes, e incluso sin que posean ningún valor relevante…

En la óptica de Parsons, la estratificación social es consecuencia directa de la acción social y al mismo tiempo, su medio de manifestación. Dice Parsons que la división del trabajo social produce una diversificación de actividades; no todas son juzgadas igualmente importantes: en función de su sistema de valores, cada sociedad determina para sí una jerarquía de actividades. Nuevamente aquí encontramos algo que señalar: ésto puede haber sido correcto en antiguos tiempos, de relativo aislamiento de las comunidades sociales, pero en la medida en que se intensifica la interacción internacional, se incrementa el rol del “efecto-demostración” de unas sociedades sobre otras; y también el de la “influencia” de las sociedades más poderosas sobre las más débiles, por las interacciones asimétricas que se establecen, hasta llegar a los extremos de la a-culturación y la dependencia cultural.

Según Parsons, los criterios de evaluación que conducen en definitiva a una determinada estratificación social, se basan en tres elementos: las cualidades, las realizaciones y lo adquirido: - las cualidades son posesiones personales de cada individuo, que están ubicadas fuera de toda circunstancia especial externa (por ejemplo, inteligencia, nobleza, talento, etc.); - las realizaciones son producto de la actividad del individuo en relación con los demás (por ejemplo, el prestigio, el ascendiente, etc.); - lo adquirido es la posesión de objetos o bienes (como la fortuna material, las propiedades, etc.) o de certificaciones de talentos o aptitudes (diplomas, reconocimientos, premios).

Estos criterios de evaluación se aplican según las indicaciones del sistema de valores de cada sociedad. Parsons sostiene que dicho sistema está integrado por cuatro tipos de valores, todos necesarios para el buen funcionamiento de la sociedad, aunque cada sociedad arma su propio esquema de prioridades para estos valores: 1) Universalismo: Se trata de la capacidad de adaptación, que corresponde a la necesidad de toda sociedad de ajustarse a sus condiciones objetivas de existencia. Se relaciona con la racionalidad (en sentido weberiano) y con la eficiencia técnica, o sea con el uso de medios adecuados para alcanzar determinados fines, a costos adecuados.

  1. Definición de objetivos: Toda sociedad se propone alcanzar ciertas metas colectivas, y trata de que esas metas prevalezcan sobre los intereses individuales o sectoriales. La definición de esos objetivos es la configuración de la finalidad social, y eventualmente la satisfacción del objetivo logrado. Se relaciona, por lo tanto, con las normas de realización.

  2. Integración: La solidaridad social es un valor primordial. Las acciones sociales son evaluadas según la medida en que favorezcan o impidan la integración de los individuos en la sociedad, y su mutua solidaridad.

  3. Mantenimiento del modelo: Cada sociedad tiene un modelo cultural propio, con sus propias estructuras y normas, y tiende a conservarlo. En este aspecto, el valor supremo es el tradicionalismo.

Parsons no explica porqué una sociedad tiene una determinada jerarquía de estratos sociales, o porqué en una sociedad predomina un tipo de valores y no otro. Sólo invita a constatarlo, lo que se hace…observando cómo es la jerarquía social establecida, que es precisamente lo que se quería explicar…

Si bien el modelo básico de Parsons es de equilibrio, y por consiguiente estático y hasta de inspiración conservadora, hay que reconocer que Parsons relativizó este enfoque al afirmar taxativamente que el “estado de equilibrio” es un estado teórico: ningún sistema social real está verdaderamente en equilibrio estático, salvo como “estado hacia el cual tiende.” Se trata, pues, de un concepto-límite, que marca el sentido final de las oscilaciones re-equilibradoras de los sistemas sociales, cuyo equilibrio verdadero sería entonces dinámico.

Para Parsons, el principal elemento equilibrante,o re-equilibrante del sistema social es el CONTROL SOCIAL, o sea el conjunto de los procesos por medio de los cuales una sociedad impone su dominio sobre los individuos y mantiene su cohesión. Lo opuesto al control social es la DESVIACION, que es la transgresión a las normas del grupo.

La ACCION SOCIAL, en el sistema parsoniano, queda definida por cinco dimensiones o formas de la sociabilidad: - especificidad o generalidad; - afectividad o neutralidad afectiva; - universalismo o particularismo; - cualitatividad; - orientación hacia el individuo o hacia la colectividad.

Sobre la acción social gravitan los VALORES que la gobiernan, el STATUS SOCIAL de sus actores u sus ROLES SOCIALES.

En conclusión, el sistema social concebido por la óptica estructural-funcionalista de Parsons es un conjunto abstracto, simplificado y coherente, que no toma en cuenta la presencia de instituciones o usos sociales capaces de producir consecuencias contradictorias con el modelo vigente. En este sentido es una concepción que puede ser tildada de irreal, ya que no explica satisfactoriamente la presencia evidente de contradicciones internas en los sistemas sociales reales.

Por otra parte, y en forma coherente con lo anterior, el estructural-funcionalismo de Parsons descuida el estudio del dinamismo social. No tiene en cuenta, por ejemplo, los efectos de las estratificaciones sociales sobre el devenir de las sociedades. En este sentido se contenta, bastante superficialmente, con encontrar una relación de armonía o correspondencia entre la estratificación social y las estructuras del sistema social, lo que en la práctica equivale a legitimarlas en cualquiera de sus formas, minimizando las consecuencias de los conflictos que producen los desequilibrios sociales crecientes y la acentuada desigualdad en la posesión y disfrute de los bienes sociales, especialmente cuando no están respaldados por contraprestaciones individuales y grupales de valor equivalente. En alguna forma, las concepciones básicas de Parsons recuerdan al “optimismo metafísico” de filósofos como Leibniz y otros racionalistas del siglo XVIII, que llegaron a pensar que vivimos en el mejor de los mundos…posibles.

Es bastante evidente que el estructural-funcionalismo parsoniano ofrece una visión de la sociedad más “racional” que las ofrecidas por las teorías basadas en modelos de conflicto, pero a un precio muy alto en cuanto a la correspondencia entre el modelo teórico y la realidad presuntamente representada; quizás por eso mismo no explica satisfactoriamente cómo funcionan esas sociedades cuando sus procesos históricos tienden a desbordar los marcos “racionales” en que las teorías pretenden encerrarlas…Aún aceptando que todas las teorías, en última instancia, son incompletas e insatisfactorias, creemos que con justa razón se ha dicho que el estructural-funcionalismo parsoniano explica bien cómo las sociedades perduran, pero no explica cómo cambian…

Esta y las anteriores críticas a Parsons no deben ser interpretadas como intentos de negar todo valor a una teoría que, como bien dice Helio Jaguaribe55, es “el intento más amplio que se hizo hasta ahora, para ubicar a la sociedad en un marco analítico general de realidad.” A nuestro criterio, el principal valor de la obra de Parsons no se encuentra en sus concepciones de detalle, siempre susceptibles de crítica y de polémica, sino en su intento de construir una visión general (indudablemente perfectible) de una realidad muy compleja; y especialmente en “su reconocimiento de la necesidad de entender a la sociedad como un todo estructurado, que presenta relaciones típicas con su medio extrasocial,” reconocimiento que lo llevó a “superar el esquema weberiano de acción social, orientado a la comprensión de los fenómenos intrasocietales pero no a la ubicación de la sociedad en un marco general de realidad.”56 A ésto responde el esquema propuesto por Parsons, que considera tres planos de la realidad: el transhumano (la deidad o el lugar analítico de las preocupaciones esenciales del hombre); el humano (compuesto por cuatro sistemas analíticamente distintos: cultural, social, de personalidad y de organismo humano) y el infrahumano, que es el ambiente físico-orgánico del hombre. Los cuatro sistemas del plano humano cumplen las cuatro funciones que todo sistema social debe atender para sobrevivir: mantenimiento de pautas, integración, logro de objetivos y adaptación, que es como decir la institucionalización cultural, la comunidad societal, la función política y la función económica.

Los cuatro subsistemas del sistema social mantienen entre sí constantes intercambios de sus productos -objetos de valor tales como creencias-símbolos, actores-roles-status, órdenes y mercancías- intercambios regidos por un principio de congruencia, en el que cada subistema recibe de los demás algunos de los elementos que necesita para su propio funcionamiento. Ese modelo general ha tenido y tiene indiscutible valor e influencia en el campo de las ciencias sociales, pese a las objeciones de detalle que pueden hacérsele A fin de mostrar qué tipos de estructuras conceptuales pueden construirse dentro de las posibilidades del enfoque estructural-funcionalista-sistémico, en el campo de la Ciencia Política, vamos a exponer a continuación tres ejemplos representativos de esta línea de pensamiento, de indudable repercusión en la teoría política contemporánea. Dos de ellos reconocen una fuerte filiación intelectual proveniente de Parsons y su teoría sociológica: - la teoría del sistema político de David Easton; - el esquema llamado “de las siete variables,” de Gabriel Almond.

El tercero está más bien enrolado en la corriente de Robert Merton y su enfoque sobre las “teorías de alcance medio”: - el “análisis funcional” de los problemas internacionales, de Morton Kaplan.

David Easton y su teoría del sistema político

En el campo de la Ciencia Política, el planteo teórico estructural-funcionalista más coherente y sistemático es el de David Easton. La obra de Easton guarda notables similitudes con la de Talcott Parsons, que harían pensar en una filiación intelectual directa, pero no se debe olvidar que una parte de sus fuentes son otras: se trata de la ya mencionada Teoría General de los Sistemas, desarrollada en la Universidad de Michigan con gran influencia de la Biología y de las Matemáticas, y a la que está directamente vinculado el nombre de Ludwig von Bertalanffy.

En forma similar a la de Parsons, Easton busca construir una “teoría general” o al menos un esquema general unificado que permita un análisis uniforme y comparable de la vida política en sus múltiples manifestaciones. Easton, al igual que Parsons, se interesa principalmente por la estabilidad y el orden, por los mecanismos que posibilitan la “persistencia” de los sistemas políticos en un mundo de cambios y tensiones. Easton tiene una idea muy similar a la de Parsons en lo que se refiere al concepto y función de la teoría. Las principales diferencias son más bien formales y literarias: Parsons es oscuro y de difícil lectura; Easton tiene un estilo claro, directo, fácil de comprender y, por lo tanto, de criticar…57 En 1953, Easton publicó “The Political System,” obra en la que hace una revisión crítica del “estado de la teoría” politológica e intenta desarrollar un enfoque funcional integral del estudio de la política. Prácticamente todas sus ideas básicas están contenidas (si bien en forma introductoria) en esa obra, que causó un fuerte impacto en el ambiente científico de la especialidad. Easton continuó desarrollando sus ideas en sus obras posteriores, entre las que cabe mencionar “A framework for Political Analysis” (1965), “A Systems Analysis of Political Life” (1965), “Varieties of Political Theory” (1966), “Children in the Political System” (1969), entre otras.58 En su primera obra, “The Political System,” dejando a un lado los capítulos históricos y de repaso del “estado de la teoría,” Easton centra su atención en dos aspectos principales: - la búsqueda de una definición de POLITICA que distinga analíticamente de una manera efectiva la actividad política de la que no lo es; - la búsqueda de un modo de combinar el concepto de equilibrio con el de sistema.

La definición de POLITICA se presta a muchas polémicas. Para Easton, POLITICA es todo lo que se refiere a “la distribución autoritaria de valores,” definición en la que la palabra “autoritaria” significa que los miembros de la sociedad aceptan que esa distribución de valores es vinculante. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la palabra española “autoritario” no traduce exactamente el sentido que en inglés tiene la voz “authoritative” , que significa tanto “autoritario” como “autorizado.” De todos modos, es una definición bastante decepcionante, que no permite diferenciar claramente el accionar de un Gobierno del de la Comisión Directiva de un club de fútbol. Por su parte, el tratamiento de los conceptos de SISTEMA y de EQUILIBRIO es muy breve en esta primera obra, en la que es bien notorio que los conceptos planteados provienen de la Ciencia Económica. Esboza allí algunas consideraciones sobre los principios de interdependencia y de unidad funcional,pero sin llegar a desarrollar plenamente la estructura del análisis de sistemas.59 En las obras posteriores ya mencionadas se fue completando el cuadro de su vasto planteo teórico pero sin ir, en general, más allá de una fase introductoria. De todos modos, y con todas sus carencias, Easton ha producido uno de los pocos intentos serios y sistemáticos de fundamentar el empleo del Análisis de Sistemas en el campo de la Ciencia Política, y de proporcionar por esa vía una teoría general de la política.

El objetivo general de su trabajo es ambicioso: “…desarrollar un conjunto lógicamente integrado de categorías, con acusada trascendencia empírica, que haga posible el análisis de la vida política como sistema de comportamiento,” dice Easton, quien se interesa particularmente por un aspecto del sistema de comportamiento:“…los procesos básicos mediante los que el sistema político…puede persistir y mantenerse, tanto en un mundo estable como en un mundo en cambio.” Este enfoque, que prioriza la estabilidad, lo emparenta notoriamente con Parsons.

Los elementos básicos de la estructura teórica de Easton son simples, y sus relaciones son pocas y directas. Es muy probable que esta economía o simplicidad de su modelo contribuya a su atractivo teórico. Hay un sistema (el SISTEMA POLITICO) que opera en un ENTORNO (el ambiente intra y extrasocietal); hay insumos ( las DEMANDAS y los APOYOS) y exumos (las DECISIONES y ACCIONES de las autoridades); hay una REALIMENTACION (o “feedback”) que mantiene informado al sistema de los resultados de su accionar, y hay un LAZO (o “loop”) que conecta a las autoridades del sistema político con los miembros del sistema social.

La unidad básica del análisis es la INTERACCION, que surge de la conducta de los miembros del sistema cuando actúan como tales. El SISTEMA es definido por el investigador de acuerdo con sus objetivos. Easton no acepta la idea de que existan “sistemas naturales”: para él, un sistema es un recurso metodológico, pese a lo cual considera a la vida política como “un conjunto de interacciones que mantiene su propia frontera y está inserto y rodeado por otros sistemas sociales a cuya influencia está expuesto de modo constante.” Aquí se hace muy evidente la similitud biológica de su modelo y es difícil aceptar que no se refiere a un “sistema natural.”60 El sistema político de Easton trabaja y se mueve según el modelo “insumo-conversión-exumo-retroalimentación,” que en su formulación general originaria proviene de la Teoría General de los Sistemas, sostiene Domenico Fisichella61.“Por”insumo" se entiende la fase en la cual el sistema es sometido a estímulos; por “conversión” se entiende el conjunto de los procesos internos durante y mediante los cuales el sistema elabora las respuestas; por “exumo” se entiende la fase de emisión de las respuestas hacia el ambiente, y finalmente por “retroalimentación” se entiende el conjunto de los efectos de retorno, y por lo tanto de las modificaciones, que las respuestas del sistema producen sobre los estímulos a los cuales él está a su vez sometido".

Si bien los insumos en general se originan en el ambiente, como producto de las múltiples y variadas pulsiones que en él operan (espectativas, intereses, preferencias, ideologías, etc. que hacen plantear necesidades configuradas de determinada forma) también hay, según sostiene Easton, una categoría de influencias que surgen en el interior del mismo sistema político, como consecuencia de la acción de unos actores del sistema político sobre otros: las denomina intra-inmisiones (“withinputs”). Easton considera que deben ser analizadas según la mecánica general de los insumos, y aunque este autor no desarrolla en forma completa esta noción, es notorio que su importancia no puede ser pasada por alto en la comprensión de la dinámica del sistema político, y en particular en el análisis de los procesos de toma de decisiones.

Con las demandas se solicita a las instituciones políticas del sistema para que actúen realizando “asignaciones autoritarias de valores” cuando tal asignación no ha podido lograrse por medio de acuerdos privados; por medio de los apoyos se otorga confianza y consenso a esas instituciones. Según Easton, ese apoyo puede aplicarse a diversos niveles: la comunidad política, el régimen político, las autoridades.

Ante esos insumos, el sistema político tiene que realizar una “conversión”: debe impedir que la sobrecarga de demandas insatisfechas cree tensiones insolubles y que el apoyo se desilusione de una manera insanable. El sistema debe producir exumos “que estén en condiciones de satisfacer las demandas de al menos una parte de los miembros y de mantener el apoyo de la mayor parte de ellos,” dice Easton. Esos exumos repercuten sobre el comportamiento posterior del sistema.

En este aspecto, nos parece muy importante mencionar una observación del prof. Fisichella62 quien hace notar que el flujo de insumos y exumos políticos no es pasivo, como el de una instalación hidráulica, ya que “un sistema político es un sistema que se asigna previamente fines…está constituído por sujetos capaces de anticipar, juzgar y actuar…estos sujetos pueden tratar de corregir aquellos disturbios que podrían presumiblemente causar tensiones,” por lo cual “las demandas y el apoyo pueden ser modelados según los objetivos y deseos de los miembros del sistema, en los límites de los conocimientos, de los recursos y de las preferencias disponibles.”

Easton reconoce que las “distribuciones autoritarias de valores” ocurren un poco en todas partes, en todo tipo de organizaciones, y que hace falta otro criterio más satisfactorio para definir lo político. En su terminología más reciente habla de “sistemas parapolíticos,” que son sólo sistemas menores, mientras que el “sistema político societario” (expresión que verosímilmente puede interpretarse como una manera de aludir al Estado sin nombrarlo) abarca un ámbito más grande, tiene mayores poderes y evidencia una capacidad especial para movilizar recursos y apoyos. Desde entonces, el concepto “sistema político” queda reservado para las interacciones importantes, que se refieren a las asignaciones autoritarias de valores dentro de la sociedad tomada en su totalidad. De allí a decir que el sistema político es el Estado hay un solo paso, y en tal caso, el planteo no resulta novedoso. De hecho, tras varias décadas de virtual exclusión del vocabulario politológico, el concepto de Estado ha vuelto a ingresar recientemente en el uso corriente de los politólogos, como el mismo Easton tuvo la honestidad intelectual de reconocerlo.

En este aspecto, un aporte interesante es la propuesta de Domenico Fisichella63, quien sugiere considerar al Estado, con sus tres poderes, más la burocracia y otras instituciones públicas, como un subsistema del sistema político, que interactúa con los otros subsistemas: partidario, sindical. etc.

Todo intento de crear un esquema teórico con pretensiones omniabarcativas plantea arduos problemas conceptuales. Easton los enfrenta, si bien con poco éxito a nuestro entender. Por ejemplo,adoptando primero una perspectiva parsoniana, define al “sistema” como “un conjunto de interacciones,” pero luego sus textos muestran expresiones tales como “…los miembros de un sistema tienen oportunidad de…”o “..un sistema político ha logrado mantenerse…,” expresiones en las que parece referirse a conjuntos de personas y no a “conjuntos de interacciones.”

Asímismo, es frecuente encontrar en sus obras definiciones relacionadas en forma circular, que vuelven al punto de partida. Por ejemplo, define a la POLITICA como distribución autoritaria de valores para una sociedad. Luego define a la PERSISTENCIA de la política como el mantenimiento de esa capacidad distribuidora, y a las TENSIONES como actividades que amenzan dicha capacidad. Esas tensiones son encuadradas por Easton en términos de ciertas “variables esenciales” que finalmente resultan ser…la capacidad de una sociedad para distribuir valores entre los miembros de una sociedad y asegurar la aceptación de éstos! En realidad, para Easton como para Parsons, una teoría es más un esquema conceptual general que una explicación de relaciones empíricas. De ello resulta una estructura abstracta, bastante cuestionable desde el punto de vista lógico-formal y poco útil para la investigación empírica, pero, por otra parte, muy valiosa como visualización por medio de un modelo simplificado del conjunto complejo de la vida política y sobre todo de las relaciones entre sistema político y sociedad, o si se quiere, entre Estado y Sociedad. En un gráfico muy simple se lo puede representar así: Entorno —————— (Insumos)Demandas | | Decisiones o (Exumos) ————-> Sistema | Políticas Apoyos —————> ————-> Político | | (Conversión) | | | —————— | Entorno | (Retroalimentación) | Entorno ————————– Por otra parte, Easton también formula observaciones de gran interés cuando se aparta de su esquema teórico y analiza la política occidental.

Gabriel A. Almond y su Teoría Funcional de la Comunidad Politica, tambien llamada “de las siete variables”

Probablemente sea Gabriel Almond y su escuela quienes han profundizado más el estudio de la política según los esquemas del estructural-funcionalismo, hasta desembocar, como veremos luego, en la perspectiva de la política comparada. Los serios y sistematicos esfuerzos de Almond apuntaron en primer lugar a formular una “teoría funcional de la comunidad política” que especifique sus elementos constitutivos básicos y permita lograr “formulaciones estadísticas y quizás matemáticas.”64 Lo que en realidad obtuvo fue un modelo general, un esquema clasificatorio muy interesante, que puede usarse para ordenar y hacer comparables las observaciones de fenómenos políticos de diferentes sistemas: de allí su valor para los desarrollos de la Política Comparada, aunque sea al precio de tener que usar categorías amplias y abstractas, un tanto lejanas del nivel empírico de los fenómenos.

El otro gran aporte de Almond y su escuela fue la inclusión del concepto de CULTURA en estudios originariamente behaviorísticos puros (no debemos olvidar que Gabriel Almond proviene de la “Escuela de Chicago” de Charles Merriam), hecho que tuvo un gran impacto en la evolución de la Ciencia Política americana y europea occidental, a tal punto que muchos estudiosos del tema hablan de un antes y un después de la publicación de CIVIC CULTURE (1963). En la nota65 damos una lista de las principales obras de Gabriel Almond.

Yendo ya al tema específico de este apartado, diremos que para Almond el sistema político es “…aquel sistema de interacciones, existente en todas las sociedades independientes, que realiza las funciones de integración y de adaptación (tanto internamente como en relación con otras sociedades) mediante el empleo, o la amenaza de empleo, de una coacción física más o menos legítima.” En esta ecléctica definición, Almond combina, como puede verse, la definición de Estado de Weber, las ideas de Easton sobre la distribución autoritaria de valores y el criterio de Parsons sobre la función social del subsistema político.66 Ese sistema es considerado por Almond como característico de las “sociedades independientes,” oscura expresión que, al parecer, en función del contexto, se refiere a las naciones-estado.

Una de las ventajas que presenta el enfoque estructural-funcionalista-sistémico es que puede trabajar en diversos niveles de análisis. Así, en un primer nivel muy general, Almond considera el funcionamiento del sistema político como “unidad” dentro de su ambiente. En ese nivel, se habla de CAPACIDAD del sistema para describir “la prestación global del sistema en su ambiente,” dato importante para establecer la viabilidad del sistema y sus posibilidades de cambio y desarrollo.

Almond considera la existencia de cinco “capacidades”: -CAPACIDAD EXTRACTIVA: es la capacidad de procurarse recursos materiales y humanos del ambiente nacional e internacional; -CAPACIDAD REGULATORIA: es el ejercicio del control sobre el comportamiento de los individuos y los grupos, mediante la coerción legítima; -CAPACIDAD DISTRIBUTIVA: es la asignación de bienes, servicios, honores, posiciones y oportunidades de varios tipos, a individuos y a grupos; -CAPACIDAD SIMBOLICA: consiste en la producción de exumos simbólicos eficaces dirigidos al sistema social y al ambiente internacional (afirmaciones de valor, declaraciones de programas o intenciones, ostentaciones de banderas, paradas militares, etc.) -CAPACIDAD RECEPTIVA: es la sensibilidad a los estímulos externos, que permite responder a conjuntos de presiones, internas y/o externas.

En un segundo nivel de análisis encontramos un conjunto de funciones o variables, que son desempeñadas por todos los sistemas políticos (más específicamente por sus estructuras internas) pero no del mismo modo. Son siete en total; cuatro están vinculadas a los insumos y tres a los exumos. De allí viene el nombre de “teoría de las siete variables” con que se conocen estos desarrollos. Almond afirma haber determinado esas funciones “formulando una serie de preguntas basadas en las actividades claramente políticas que existen en los complejos sistemas occidentales”: Funciones del insumo: 1. SOCIALIZACION Y RECLUTAMIENTO POLITICO: es el proceso de asimilación por los individuos de las pautas de su cultura política; el proceso por el cual las culturas políticas son conservadas o cambiadas; y el proceso por medio del cual los roles de los sistemas políticos son cubiertos.

  1. ARTICULACION DE LOS INTERESES: es el proceso a través del cual los individuos y los grupos formulan demandas a las estructuras decisionales políticas. En esta función actúan cuatro tipos de estructuras: - grupos de intereses institucionalizados (particulares); - grupos no asociacionales (étnicos, religiosos, etc.); - grupos de intereses anónimos (masas); - grupos asociacionales de intereses (sindicatos).

El estilo de actuación de estos grupos puede ser específico o difuso, general o particular, instrumental o afectivo. La estructura y estilo de la articulación de intereses tiene la función de definir los límites entre el sistema político y la sociedad 3. AGREGACION DE LOS INTERESES: es la función de conversión de las demandas en opciones políticas alternativas, mediante la elaboración de plataformas y organizaciones políticas. La agregación de intereses puede lograrse mediante la formulación de propuestas generales que combinen los intereses y mediante el reclutamiento de personas comprometidas en una orientación política determinada. La agregación de intereses puede ser realizada por cualquier institución social, pero su instrumento principal y específico son los partidos políticos.

  1. COMUNICACION: es la función mediante la cual se trasmiten mensajes e informaciones; es el medio por el cual se realizan las demás funciones, tanto en el sistema político como en la sociedad.

Funciones del exumo: 1. ELABORACION DE NORMAS 2. APLICACION DE NORMAS 3. ADMINISTRACION JUDICIAL DE NORMAS En estos tres casos, es claramente visible la equivalencia de estas “funciones del exumo” del sistema político con la “división tripartita de poderes” de la teoría constitucionalista clásica.

No podemos dejar este comentario sobre la obra de Almond y su escuela sin hacer alguna referencia a sus aportes al estudio de la cultura política, que complementan magníficamente sus trabajos teóricos sobre los sistemas políticos. Su contribución a la Política Comparada será tratada por separado (ver pg.116). Almond y Powell definen a la cultura política como “el conjunto de actitudes y orientaciones de los miembros de un sistema político en relación con la política,” incluyendo en ella “la percepción que los miembros del sistema tienen de los otros individuos y de sí mismos en cuanto actores políticos….”

Almond, en “Civic Culture,” distingue tres variedades fundamentales: parroquial o comunal, de súbditos, y de participantes. “Cada tipo de cultura política tiene una estructura política que le es afín: la congruencia máxima se encuentra entre una estructura política tradicional y una cultura política parroquial; una estructura política centralizada autoritaria y una cultura de súbditos; una estructura política democrática y una cultura participante.”67 La cultura política interesa mucho al estudio de los sistemas políticos, sobre todo por tres aspectos principales: el problema de la legitimidad y de las reglas del juego político; el problema de la estabilidad política; y el problema del estilo de la toma de decisiones.

Si bien puede decirse que Gabriel Almond no ha producido una verdadera teoría, en el sentido formal del término, sí ha producido un esquema ordenador de mucho valor y utilidad, que por otra parte ejemplifica bien dos tendencias básicas de la Ciencia Política actual: - la búsqueda de un esquema teórico general ordenador, más que de explicaciones aisladas sobre hechos individuales; - el interés por los estudios de política comparada.-68 Gabriel Almond y J. Coleman: THE POLITICS OF THE DEVELOPING AREAS Princeton University Press, 196069 Gabriel Almond y G. Powell: COMPARATIVE POLITICS.

A DEVELOPMENTAL APPROACH Boston,Little Brown and Co., 1966 Hay versión en castellano: POLITICA COMPARADA Bs. As., Paidos, 1972 Gabriel Almond y S. Verba: CIVIC CULTURE Princeton University Press, 1963 THE CIVIC CULTURE REVISITED Boston, Little Brown, 1980 Gabriel Almond: POLITICAL DEVELOPMENT.

ESSAYS IN HEURISTIC THEORY Boston, Little Brown and Co., 1970 Gabriel Almond, Flanagan y Mundt: CRISIS, CHOISE AND CHANGE Boston, Little Brown, 197370 Eugène J. Meehan: PENSAMIENTO POLITICO CONTEMPORANEO Madrid, Revista de Occidente, 197371 Domenico Fisichella: LINEAMENTI DI SCIENZA POLITICA CONCETTI, PROBLEMI, TEORIE Roma, NIS, 1990 Morton Kaplan y su teoría funcionalista de las relaciones internacionales.

David Easton está teóricamente ubicado muy cerca de Talcott Parsons aunque difiera en su lenguaje y en algunos conceptos. Almond está en rasgos generales en la misma línea, pero no es un funcionalista ortodoxo. Ambos son más organicistas que mecanicistas. El autor cuya obra vamos a comentar ahora es muy diferente. Los trabajos de Morton Kaplan sobre Relaciones Internacionales72 evidencian un planteo funcionalista mecanicista, muy formal y preciso, con influencias provenientes del campo de la Ingeniería. Su objetivo es realizar un análisis factorial y construir modelos rigurosos, rehuyendo el enunciado de amplias generalizaciones, lo que lo acerca mucho a Robert Merton y sus ideas sobre “las teorías de alcance medio.”

En Ingeniería de Sistemas, un SISTEMA es definido como “un conjunto de variables que puede ser considerado como una entidad definida, destacada sobre un trasfondo dado.” Kaplan usa ese concepto en su definición: “SISTEMA es un conjunto de variables relacionadas de tal modo que, en contraste con su entorno, las relaciones internas de las variables entre sí y las relaciones externas del conjunto con combinaciones de variables exteriores están caracterizadas por regularidades de comportamiento que pueden ser descriptas.”

Los sistemas son descriptos por Kaplan en términos de “estados.” Un “estado” es una especificación completa (o lo más completa posible) de los valores de las variables del sistema. El comportamiento del sistema se establece con referencia a cambios en las variables (exumos). Los cambios en el entorno que influyen en el sistema son insumos. Los insumos que producen cambios fundamentales en el sistema son denominados “funciones de escalón.”

El exumo (“output”) de un sistema puede servir de insumo(“input”) a otro. El flujo de emparejamiento puede ser unidireccional o bidireccional. En este último caso hay una realimentación, positiva o negativa.

Los dos “estados del sistema” más importantes son el equilibrio y la estabilidad. Un sistema está en equilibrio cuando las variables se mantienen dentro de ciertos límites de variación, durante un período determinado, pese a los cambios que se operen en los exumos. Una observación importante de Kaplan es que un sistema puede ser equilibrado pero inestable o estable pero desequilibrado. El equilibrio, a su vez, puede ser dinámico o estático.

Como es obvio, los sistemas políticos son dinámicos. Kaplan sostiene que en el caso de los sistemas políticos lo importante es saber si los cambios que se producen son reversibles o no. El efecto que los cambios de equilibrio tienen sobre diversas especies de sistemas está gobernado por algunos principios generales: 1) Un sistema equilibrado permanecerá así a menos que se lo perturbe; 2) Un sistema estable pasará a un nuevo estado de equilibrio o desaparecerá por completo si es perturbado con suficiente fuerza; 3) Si la perturbación desaparece y el sistema es incapaz de retornar a su anterior estado, se ha operado un “cambio de sistema.”

Para el estudio sistémico de las relaciones internacionales, Kaplan sugiere utilizar cinco variables: 1) Las reglas esenciales del sistema: las relaciones entre sus elementos y las funciones de los mismos; 2) Las reglas de transformación: la relación de las reglas esenciales con valores paramétricos determinados; 3) Variables clasificatorias de los actores: características estructurales de los actores o elementos del sistema; 4) Variables de capacidad: referidas, por ejemplo, a la capacidad de un actor dado para realizar determinadas acciones en situaciones específicas; 5) Variables de información: estimaciones sobre la capacidad de los actores y sus aspiraciones.

La impresión de simplicidad que da este corto listado de cinco variables es engañosa: cada una es en realidad una macrovariable que resume muchas variables propias de los subsistemas.

La definición que da Kaplan del sistema político se basa en el concepto de SOBERANIA. “El sistema político moderno se caracteriza por el hecho de que sus reglas especifican el ámbito de jurisdicción de todas las restantes unidades de decisión y establecen métodos para resolver los conflictos de jurisdicción.” Kaplan considera que la existencia de un gobierno es un síntoma empírico inequívoco de la existencia de un sistema político. Para Kaplan, la POLITICA es la competencia para asumir papeles con funciones de decisión, para escoger entre objetos políticos alternativos o para cambiar las reglas esenciales de los sistemas políticos.

Kaplan establece una distinción muy interesante entre los sistemas políticos “a dominancia de sistema” (o sea con predominio del gobierno central) y los sistemas “a dominancia de subsistemas” (o sea con predominio de las autonomías regionales).

Por último, Kaplan intenta formular un conjunto de reglas básicas para que los actores decidan entre alternativas, en el transcurso de la interacción, para tratar de alcanzar lo que en la Teoría de los Juegos se denomina “una estrategia victoriosa”: 1) Actuar para incrementar la capacidad propia, pero preferir la negociación a la lucha; 2) Luchar antes que dejar escapar una oportunidad para incrementar la capacidad propia; 3) Dejar de luchar antes que eliminar a un actor principal, un actor necesario para mantener el equilibrio de poder; 4) Actuar para oponerse a una coalición o a un actor singular que tiendan a asumir una situación de predominio frente al resto del sistema; 5) Actuar para obligar a los actores a que acepten principios organizativos supranacionales; 6) Permitir que los actores nacionales esenciales que han sido vencidos o forzados en algun sentido vuelvan a entrar en el sistema como interlocutores válidos; o actuar a fin de que se incorporen a la categoría de actores esenciales otros que no tenían ese rango. Tratar a todos los actores esenciales como interlocutores válidos73.

Evaluación crítica de la teoría sistémica política

En el enfoque sistémico convergen todos los esfuerzos intelectuales que configuran las corrientes teóricas que hemos venido describiendo. Al evaluarlo críticamente, pues, en cierto modo evaluamos a todo el grupo.

Si bien la teoría sistémica política no se reduce solamente al trabajo de David Easton, puesto que otros investigadores importantes, como S. Beer, M. Kaplan, H. Spiro, K. Deutsch, G. Almond, etc., también hicieron valiosas aportaciones, es innegable que Easton ha sido el más influyente, el más conocido y, probablemente, el más representativo del grupo, razones por las que vamos a tomarlo como ejemplo paradigmático para esta evaluación.

Quizás esté de más aclarar que de ninguna manera pretendemos erigirnos en jueces de tan importantes y originales estudiosos. Criticar aquí no significa considerarse por encima de ellos, ni tan siquiera a su altura, sino simplemente tomar nota de lo que el tiempo y la evolución posterior de la ciencia mostraron, sin negar el valor de originalidad, de innovación y hasta de audacia intelectual que cada uno de ellos en su momento significó. Pero, como herederos de esos aportes, también tenemos que preguntarnos sobre la utilidad y limitaciones actuales de esas teorías, que son nuestras herramientas para trabajar la dura roca de la realidad…hasta que logremos fabricarnos otras mejores…

D. Easton permanece, en lo fundamental, muy cerca de la Teoría Sistémica General. A pesar de que su motivación principal es “posibilitar la investigación politológica empírica,” uno de los puntos más débiles de su teoría se relaciona justamente con este punto: su difícil, y a veces imposible, operacionalización.

Dos deficiencias recurrentes pueden encontrarse en este aspecto en todo su trabajo: 1) Las aplicaciones empíricas de su marco teórico son dejadas por él para ser realizadas en el futuro y, según se infiere, por terceros ajenos a él, que se animen a hacerlo ante las posibilidades que dicho marco teórico ofrece; 2) Formula muchas definiciones, pero ninguna de ellas resulta plenamente operativa. Easton no indica cómo hacerlas operativas en el momento de realizar una investigación empírica.

Hasta ahora nadie ha logrado hacer una verdadera “investigación científica empírica sistémica” de orientación cuantitativa, en el campo político. Esto es debido a que son muchos los impedimentos que deben enfrentar estos intentos, entre los que cabe mencionar: 1) Es prácticamente imposible “medir” toda la información, el ruido y la información errónea existentes, no sólo en el sistema en sí sino también en su medio ambiente y en las complejas interacciones entre ambos; 2) La estrategia habitual de todo investigador empírico consiste en orientar su trabajo de investigación sobre un sector de la realidad bien definido y concreto, aislando para su análisis unas pocas variables. La teoría sistémica política pretende abarcar y tomar en consideración todos los aspectos involucrados, lo que evidencia una aspiración holística muy sana como ideal teórico, pero en el plano concreto de la investigación empírica ésto complica mucho las cosas; 3) Si se toman algunos casos concretos, cómo podemos, por ejemplo, investigar empíricamente y con espíritu cuantitativo un insumo? Es un insumo lo que cualquiera desea del Gobierno? Easton contesta que insumos son sólo aquellos deseos que son demandas, es decir, que pueden ejercer cierta presión sobre el Gobierno. Conceptualmente ésto está muy bien, pero qué es esa presión? Cuál es su umbral? Tomando otro caso, se sabe que algunos insumos no proceden del “entorno societario” sino del interior del sistema político mismo, como consecuencia de la actuación de algunos subsistemas o actores sobre otros. En cierto sentido, no serían insumos pero actúan como tales en cuanto presionan para conseguir la producción de algún exumo. Easton habla de “intra-inmisiones” (“withinputs”), concepto muy importante, que plantea pero que no desarrolla, sobre todo en el aspecto de la relación de esas intra-inmisiones con los insumos societarios propiamente dichos; 4) En el caso de los exumos, el camino de la investigación empírica tampoco queda claro en la teoría de Easton. Por ejemplo, cuando el sistema político produce una ley (supongamos, educación para todos, o derecho a una vivienda digna) pero no hay dinero para ponerla en ejecución, o el dinero que hay es malgastado o malversado, es ésto un exumo o no? Desde el punto de vista de la efectivización material de una política, desde luego que no lo es, pero desde el punto de vista de la generación de espectativas (para ganar tiempo) y de su posterior eventual frustración, sí lo es. Recién en los últimos años, el desarrollo de ese nuevo campo de estudios politológicos que se denomina “análisis de las políticas públicas” ha iluminado el tema del estudio de los exumos del sistema político como productos de complejas interacciones entre actores societales y estatales.

  1. En el caso de la “sobrecarga del sistema,” la teoría sistémica nos dice que la sobrecarga depende de la capacidad del sistema para convertir los insumos en exumos, y que sólo cuando dicha capacidad es superada puede hablarse de sobrecarga. Esto es muy lógico como modelo teórico, pero no nos permite saberlo antes que se produzca. Lo podríamos saber a posteriori, cuando (en términos de política práctica) ya es demasiado tarde. En realidad, ni siquiera en el momento del hundimiento de un régimen político tendríamos la seguridad de que el fenómeno se debe a una sobrecarga, porque podría deberse a otras causas.

  2. Con respecto al apoyo y a la falta de apoyo, el enfoque sistémico acertadamente reconoce la necesidad de apoyo para todo régimen político, aunque sea autoritario, pero si se quiere hacer una investigación empírica de orientación cuantitativa (que es la aspiración del enfoque teórico que estamos comentando) surgen algunas preguntas: Cómo establecer la cantidad de apoyo que necesita un régimen político? Cómo determinar el punto crítico en la provisión de apoyo? Cómo diferenciar el apoyo espontáneo de la sociedad del promovido desde el régimen? Cómo cuantificar factores como el consenso, los hábitos de obediencia, la coacción o la amenaza de emplearla? 7) Con respecto al “stress” y a su resolución, la teoría dice que un sistema reduce el stress mediante cambios. Según la intensidad del stress el cambio puede ser adaptativo (modificaciones dentro del mismo sistema) o disruptivo (disolución del sistema). Es la cantidad de stress en relación con la capacidad del sistema lo que determina qué tipo de cambio se va a producir. Esto implica la existencia de un punto crítico de ruptura del sistema. Cómo determinarlo cuantitativamente? Como ese punto depende de la capacidad del sistema, nuevamente aparece el problema que ya vimos anteriormente: sólo se lo puede determinar a posteriori, o sea cuando ya es demasiado tarde…

  3. Con respecto a los procesos de cambio, cuya consideración protagónica es un grande y novedoso aporte del enfoque sistémico respecto de sus antecesores estructural-funcionalistas, Easton afirma la existencia de dos tipos de cambio sistémico no disruptivo: el “cambio en un sistema” (que implica cambios adaptativos en el sistema, o sea respuestas adaptativas ante estímulos corrientes del ambiente); y el “cambio de sistema” (que designa transformaciones profundas, cambios estructurales, de desarrollo o involución permanentes). Por otra parte, según Easton, el “cambio disruptivo,” provoca “la disolución del sistema, con caída de su neguentropía a cero.”

El tema del cambio, adaptativo o disruptivo, ha sido uno de los aspectos de la teoría sistémica más atractivos para los politólogos americanos y europeos posteriores, y ha suscitado también varios interrogantes. Hasta qué punto puede hablarse del cambio de sistema como un cambio no disruptivo? Se puede, por ejemplo, cambiar de régimen político pero no de sistema? Detrás de estas preguntas está latente el interrogante sobre el verdadero “nivel de profundidad” de los cambios políticos, especialmente de las reformas (que pueden ser casi-cosméticas pero también pueden llevar por acumulación a modificaciones estructurales políticamente profundas, como ocurrió, por ejemplo, en Suecia) y de las revoluciones (que son definidas tradicionalmente como “cambios rápidos, violentos y profundos,” pero que en general no son tán profundos como para modificar aspectos centrales de la identidad nacional de los pueblos que las viven: los franceses siguieron siendo franceses y los rusos, rusos, después de sus revoluciones, e incluso retomaron posteriormente aspectos momentáneamente dejados de lado).

Las lecciones recientes de la historia parecieran indicar que hay niveles culturales de mayor nivel de profundidad que los cambios políticos estructurales, lo que replantea, entre otras cosas, el tema de la primacía de la política.

Los puntos expuestos intentan mostrar el conjunto de dificultades que ha enfrentado la investigación empírica sistémica74. Todos los enfoques sistémicos o sistémico-funcionales presentan similares características, porque son construcciones abstractas muy elaboradas de la realidad política, alejadas del plano empírico, indudablemente útiles para visualizar estructuras globales en su funcionamiento general, pero no tanto para acercarse empíricamente a la explicación de fenómenos puntuales.

Quizás el principal error inicial de estos teóricos fue mantener la impostación cuantitativista que caracterizaba la investigación empírica desde el behaviorismo, mientras que el desarrollo científico posterior mostró la conveniencia de afinar primero el instrumental de los conceptos y los sistemas de conceptos (el uso representacional del lenguaje) antes de intentar un tratamiento cuantitativo de las variables y sus relaciones75. De hecho, hoy en día, por obra de muchos autores americanos y europeos, el enfoque sistémico ofrece un elaboradísimo arsenal conceptual, que conserva los grandes esquemas de la teoría pero permite aproximarse mucho más a los fenómenos puntuales, que caracterizan al grueso de la investigación empírica76.

En general, el análisis sistémico parece poner énfasis, bajo una nueva forma, en la necesidad del equilibrio. Tiende a concentrarse más en la explicación de los mecanismos de autorregulación y de preservación de los sistemas políticos que en los procesos de conflicto interno, de contradicciones y de choque de fuerzas contrapuestas internas y externas, que originan el dinamismo de tales sistemas. Tienden a destacar la estabilidad y la permanencia como valores subyacentes al quehacer teórico, a diferencia de otros enfoques que, por el contrario, prefieren describir los conflictos que todo sistema social (y particularmente el sistema político) presenta dentro de su estructura y en su entorno ambiental. En nuestra opinión son dos lecturas indudablemente complementarias pero que en la polémica teórica se presentan como contrapuestas.

Creemos que en este énfasis puesto en el orden, el equilibrio, la autorregulación y la preservación de estados (que está tán cerca de la ideología del statu-quo y del “optimismo metafísico” que hace creer que vivimos en el mejor de los mundos…posibles) hay una manifestación de ese fenómeno al que ya hemos aludido varias veces: el condicionamiento de la labor teórica por los marcos cosmovisionales e ideológicos de los autores y de su momento-lugar históricos. En este caso, el fenómeno es particularmente visible porque los ha llevado con frecuencia a pasar por alto algunas posibilidades abiertas por su propio marco teórico general, o sea la Teoría General de los Sistemas. Veamos ésto con mayor detalle.

El enfoque sistémico político parece basarse en que todo sistema perdura por obra de un equilibrio dinámico y por un proceso homeostático. Este concepto proviene de la Teoría General de los Sistemas pero no es válido en todos los casos, y mucho menos en los que trascienden lo puramente biológico, como es el plano psicológico y el social. En realidad, según la teoría del “organismo como sistema abierto” (von Bertalanffy), su actuación no es “un mantenimiento o restauración del equilibrio” sino, por el contrario, “un mantenimiento de desequilibrios.”77 El esquema homeostático es especialmente inapropiado como principio explicativo para las actividades humanas que van más allá de la satisfacción de las necesidades primarias de la sobrevivencia, desde el desarrollo de las técnicas hasta el arte, la filosofía y la religión. Qué tienen que ver con el ajuste homeostático o la sobrevivencia, la evolución de la escultura griega, la pintura italiana del Renacimiento o la música barroca alemana? se pregunta von Bertalanffy.

Para describir, explicar y comprender las manifestaciones de la vida humana que trascienden las necesidades primarias (y que en realidad abarcan la mayor parte del quehacer propiamente humano) hay que adoptar, como dice von Bertalanffy, “un nuevo modelo o imágen del hombre”: es el modelo del hombre como “sistema activo de personalidad,” que hace hincapié en el lado creador de los seres humanos, en la importancia de las diferencias individuales y en el valor de la solidaridad consciente, o sea en aspectos que no son meramente utilitarios y están más allá de los valores biológicos de subsistencia y superviviencia, comprensibles en términos de homeostasis y de equilibrio elemental.

En contraste con el modelo del organismo reactivo -prosigue von Bertalanffy- expresado por el esquema estímulo-respuesta, es preferible (y más próximo a la realidad) considerar al organismo psico-físico como un sistema primariamente activo. Es acaso “homeostático” el hombre de negocios que lleva adelante su frenética actividad? La Humanidad, inventando superbombas, intenta satisfacer acaso necesidades biológicas? se pregunta nuestro autor. Por nuestra parte diremos que, a veces, hemos tenido la impresión de que autores que dicen basarse en la Teoría General de los Sistemas se han saltado la lectura del capítulo que habla sobre los sistemas abiertos…

Las dificultades presentadas aquí no invalidan, desde luego, el enfoque sistémico, y sus posibilidades están muy lejos de estar agotadas, pero es bueno tener conciencia de sus limitaciones para intentar superarlas, como viene haciéndose en las últimas décadas con cierto éxito, especialmente al tener en cuenta dos aspectos: por una parte, que el sistema político de las sociedades y el comportamiento político de los hombres están estrechamente relacionados con el sistema de valores sociales fundamentales; y por otra, que la investigación empírica no sólo requiere macromodelos que tracen en grandes rasgos “visiones de conjunto” del mundo político sino también conceptos capaces de aferrar aspectos particulares de la realidad. La crisis de paradigma del enfoque estructural-funcionalista-sistémico viene superándose, a nuestro entender con bastante éxito, por medio de la adición de planteos culturalistas y del desarrollo de conceptos y sistemas de conceptos de corto y medio alcance, que hacen más asequible el estudio empírico de fenómenos específicos y los estudios de política comparada.

El enfoque comparatista, o de la política comparada

Vamos a comenzar el tratamiento de este tema diciendo que, en lo esencial, este enfoque no es ninguna novedad. En Ciencia Política siempre se hicieron comparaciones, desde Aristóteles e incluso antes. Siempre la comparación ha sido fuente de conocimientos y ratificación de juicios y evaluaciones.

Esa tradición remota ha llegado hasta nuestros días y se ha ampliado y consolidado. Es notoria en muchas obras clásicas de la teoría política normativa, desde Santo Tomás a Maquiavelo y a Montesquieu. En las primeras décadas de nuestro siglo también abundaron las obras comparativas de instituciones políticas y jurídicas.

Fue en la década de los cincuenta cuando se produjo una verdadera revolución intelectual en el campo de la Política Comparada. A ella vamos a referirnos con mayor detalle porque allí se origina lo que hoy entendemos por enfoque comparatista.

En la década de los cincuenta, la Política Comparada anterior a la segunda guerra mundial fue objeto de muchas críticas78: Se la acusó de parroquialismo, porque sus estudios se limitaban al mundo anglosajón y europeo continental. Se sostuvo que su enfoque era meramente configurativo y formalista, por cuanto centraba su interés en el estudio comparado de las instituciones y las normas legales. Finalmente, se la acusó de falta de interés por los regímenes que no responden al modelo democrático occidental, al punto de llegar a sostener el carácter “patológico” de los regímenes totalitarios.

Según Almond y Powell79, en la década de los cuarenta ocurrieron tres procesos que precipitaron la revolución de la Política Comparada: 1) La explosión nacionalista, expresada en la emergencia de nuevos estados en Medio Oriente, Africa y Asia; 2) La ampliación del poder internacional de los EE.UU. en las áreas ex-coloniales y semi-coloniales anteriormente dependientes de potencias europeas; 3) La aparición del comunismo y de los regímenes del “socialismo real” como competidores por la hegemonía mundial.

El nuevo panorama internacional creó nuevas necesidades para la Ciencia Política norteamericana. En Europa, por motivos algo diferentes, ocurrió lo mismo.

H. Eckstein y D. Apter80 hicieron un aporte complementario muy interesante. Ellos mencionaron como factor detonante externo, el advenimiento a la escena internacional de países con estructura política atípica respecto del modelo constitucional-pluralista de los países occidentales.

También mencionaron la existencia de factores internos a la disciplina: como consecuencia del enfoque etnocéntrico y formalista vigente hasta ese momento se encontraron con que debían afrontar las nuevas necesidades explicativas munidos sólo de conceptos eurocéntricos y de fachada jurídico-institucional; incapaces, por lo tanto, de penetrar la realidad política informal, que suele ser la verdaderamente significativa, y de captar la realidad de sistemas construídos sobre otras bases culturales.

Otro factor que señalan, bastante paradojal, es el exceso de datos informativos, provocado por la expansión de la misma investigación empírica, que aumenta la necesidad de contar con esquemas clasificatorios adecuados, so pena de que junto con la información aumente la confusión.

La “revolución intelectual” de la Política Comparada en los años cincuenta se propuso como objetivos81: 1) Adoptar un plan de trabajo más amplio, que escape del parroquialismo y del etnocentrismo; 2) Asumir un mayor realismo, abandonando el formalismo legalista y analizando prioritariamente las estructuras y procesos involucrados en el quehacer político concreto; 3) Buscar una mayor precisión, por la vía del empleo de estadísticas, análisis de factores y correlaciones, encuestas, análisis cuantitativos y modelos matemáticos; 4) Construir un nuevo orden intelectual, estructurado con nuevos conceptos y relaciones “capaces de viajar” entre sistemas nacionales diferentes.

Estos objetivos se relacionan, a su vez, con una nueva visión de la comunidad mundial de estados nacionales, a la que ya no se ve como un conjunto de entidades aisladas en un contexto de anarquía parcialmente neutralizada por tenues relaciones inter-partes, sino como un sistema en sí misma, con intensas interacciones entre todos sus elementos componentes. También se relacionan con una apreciación más clara de la influencia y el impacto que ese sistema internacional tiene en la estructura y procesos de la política interna de cada estado nacional.

La propuesta de Almond y Powell es denominada por ellos “enfoque funcional de la política comparada”82 y plantea un conjunto de relaciones intra e intersistémicas, relaciones de interdepedencia (no necesariamente de armonía, aclaran). Estas relaciones se expresan en funciones, según un esquema que parte de la antigua teoría de la división de poderes, del siglo XVIII, pero actualizada y puesta al día según un esquema que presentaremos a continuación. Se supone que dicho esquema puede ser utilizado en estudios comparativos entre sistemas diferentes, a partir de una idea básica: que estas funciones siempre se realizan, aunque varíe la forma de realizarlas por los diversos sistemas: FUNCIONES | MANTENIMIENTO DEL SISTEMA | | ADAPTACION | SOCIALIZACION | | RECLUTAMIENTO | | CONVERSION | ARTICULACION DE INTERESES | | COMBINACION DE INTERESES | | COMUNICACION | | LEGISLACION | | APLICACION | | ADJUDICACION | | INTERACCION CON EL CONTEXTO | INTERNO | | INTERNACIONAL | CAPACIDAD DEL SISTEMA Este “enfoque funcional” se completa con una propuesta de clasificación de los sistemas políticos (según su grado de diferenciación estructural y de secularización cultural) de acuerdo al siguiente esquema83: I. SISTEMAS PRIMITIVOS (estructuras políticas intermitentes) A. Bandas primitivas (bergdama) B. Sistemas segmentarios (nuer) C. Sistemas piramidales (ashanti) II. SISTEMAS TRADICIONALES (estructuras políticas diferenciadas) A. Sistemas patrimoniales (uagadugu) B. Burocracias centralizadas (Incas, Etiopía) C. Sistemas políticos feudales (Francia siglo XII) III. SISTEMAS MODERNOS (infraestructuras políticas diferenciadas) A. Ciudades-estado secularizadas (Atenas) Diferenciación limitada B. Sistemas modernos movilizados Elevada diferenciación y secularización 1. Sistemas democráticos Autonomía de los subsistemas-cultura de participación a) Elevada autonomía de los subsistemas (Gran Bretaña) b) Limitada autonomía de los subsistemas(IV Rep.Fcesa) c) Escasa autonomía de los subsistemas (México) 2. Sistemas autoritarios Control de los subsistemas-cultura de súbdito a) Totalitarismo radical (URSS) b) Totalitarismo conservador (Alemania nazi) c) Autoritarismo conservador (España franquista) d) Autoritarismo modernizante (Brasil) C. Sistemas modernos premovilizados Limitada diferenciación y secularización 1. Autoritarismo premovilizado (Ghana) 2. Democracia premovilizada (Nigeria) La obra citada termina con un esbozo de una teoría del desarrollo político, construída en base a tres variables interrelacionadas: la diferenciación estructural, la autonomía de los subsistemas y la secularización (ver Cap. 10).

Desde la aparición de los trabajos de Almond y Powell sobre la materia, el enfoque de Política Comparada84 puede ser considerado bajo dos aspectos complementarios: como campo y como método. En alguna medida, se trata de responder a dos preguntas clásicas: qué cosa comparar? y cómo comparar? El enfoque comparativo como campo es el conjunto de las observaciones y estudios realizados por los politólogos sobre fenómenos similares en muchos países (o por extensión, en diferentes regiones de un mismo país). Abarca desde la simple compilación de “inventarios paralelos” de datos relativos a dos o más países, hasta el establecimiento de ámbitos de validez de las generalizaciones referidas a conjuntos de fenómenos políticos, sobre la base de efectuar comparaciones entre países o entre regiones de los mismos con diferencias de régimen político.

La comparación como campo puede significar: 1) Una investigación no viciada por prejuicios etnocéntricos; 2) Una confrontación analítica de las instituciones políticas de diversos países o regiones, y especialmente de sus estructuras constitucionales; 3) Una comparación de las funciones desempeñadas por las distintas estructuras políticas en los distintos países. Este es el sentido más cercano a los planteos de Almond y Powell.

El enfoque comparativo como método significa la utilización de un método de control -la comparación- en la verificación o falsación empíricas de las hipótesis, generalizaciones o teorías. Se trata, en definitiva, de un procedimiento de confrontación empírica de los conceptos.

La comparación como método es, pues, un aporte a la controlabilidad empírica de los fenómenos políticos. En ciencias sociales hay cuatro procedimientos básicos de control: experimental, estadístico, comparativo e histórico. El método comparativo es el procedimiento al que la Ciencia Política puede más fácilmente recurrir.

La experimentación sería lo ideal pero no es casi nunca posible, y no sólo por motivos éticos: solo podría darse en muy pocos casos, en los que las variables resulten manipulables y las condiciones generales estén bajo control. El procedimiento estadístico también es poco aplicable, por la frecuente falta de cuantificación de las variables y la escasez de casos analizables. El método histórico, finalmente, es congruente con la investigación politológica en su momento “nomotético” o de generalización, pero no lo es en su momento “idiográfico” o de restauración de la individualidad del hecho. El procedimiento comparativo queda, pues, como el más adecuado, en la mayoría de los casos, para la Ciencia Política.

La importancia del enfoque comparativo en Ciencia Política está ampliamente reconocida en la literatura sobre la materia. Ya en 1954, S.E. Finner85 decía: “La Ciencia Política debiera ser sobre todo comparada, mientras los otros tipos de análisis debieran tener un rol secundario….”

En 1967, Giovanni Sartori86 afirmaba que “…la esencia de la Ciencia Política parece reconducirnos a la política comparada…” y más adelante agregaba “…podemos ser acusados…de insistir mucho sobre la comparación, sobre el método comparado…” En un libro reciente87 compilado por L. Morlino, el citado autor se pregunta el porqué de esta insistencia en la comparación, y responde: “…porque la comparación parece el modo más coherente de hacer Ciencia Política según los cánones prefijados: - proceder por hipótesis y verificación; de donde la gran importancia de la elaboración teórica, pero también la del control empírico; - aprovechar la mejor oportunidad, si no la única, de explicación por la existencia de varios casos; - aprovechar la mejor oportunidad de mostrar la aplicabilidad del análisis en Ciencia Política.”

Y más adelante, agrega: “Como he sugerido recién, y ahora insisto explícitamente, la comparación (o sea el conocimiento del fenómeno estudiado en países diversos, o de muchos fenómenos similares en el mismo país) es, habitualmente, un modo particularmente útil e importante de alcanzar una mejor comprensión-explicación del fenómeno mismo: entiendo, aún del fenómeno singular en su especificidad.”

Pero también aclara y limita el alcance de su juicio: “…de esta afirmación a aquella otra, extrema, para la cual ‘no hay Ciencia Política si no es comparada’ hay una notable distancia, que yo no estaría dispuesto a recorrer completamente. De todos modos, existe una importante cantidad de investigaciones sobre fenómenos políticos aislados, que no pueden ser ignorados ni descartados demasiado fácilmente.”

En el ámbito de los estudios políticos comparados se presentan con cierta frecuencia algunos inconvenientes metodológicos, casi siempre vinculados con el problema de querer “comparar lo incomparable,” consciente o inconscientemente. G. Urbani88 ennumera algunas pautas de procedimiento para allanar esos inconvenientes: - comenzar con una buena clasificación, para asegurar el orden y la homogeneidad de los fenómenos; -usar conceptos “capaces de viajar” (aplicables en distintos países) y a la vez buenos colectores de hechos. Se trata de lograr un buen equilibrio entre requerimientos opuestos: generalidad y relevancia empírica. Se trata de evitar conceptos tán amplios que sean inespecíficos, o tán específicos que impidan comparar países diferentes; - tomar muy en cuenta la incidencia de los contextos socio-políticos de los países sobre los fenómenos comparados; - usar del modo más racional y productivo todas las técnicas de investigación conocidas.

Las posibilidades de aplicación y las perspectivas futuras de la Política Comparada son muy grandes: es un enfoque que aumenta el grado de validez de los conocimientos y la oferta de nuevas hipótesis significativas. Por otra parte, es un modo de pensar que aumenta las posibilidades de aprender de los demás, y disminuye los riesgos de experimentar a ciegas.

Prácticamente todos los campos especializados de la Ciencia Política son susceptibles de tratamiento comparativo: sistema político, partidos y sistemas de partidos, grupos de presión, técnicas decisionales, parlamentos, procesos judiciales, cultura política, socialización política, etc.

Por supuesto, es un enfoque que no está exento de objeciones89, que van desde la inmadurez metodológica, que no puede negarse pero que sólo se puede superar por medio de la aplicación, hasta el consabido argumento de que toda comparación es vana porque los fenómenos son irrepetibles.

A ésto puede contestarse que la “unicidad” de un fenómeno sólo puede comprobarse de manera seria…por comparación, y que ésta, las más de las veces, revela la existencia en el fenómeno de aspectos irreductiblemente propios (que efectivamente no son comparables) y de aspectos comunes, respecto de los cuales la comparación hace posible un mejor conocimiento y ubicación en relación con otros fenómenos similares.


  1. B. F. Skinner: SCIENCE AND HUMAN BEHAVIOR, New York, Free Press, 1953.↩︎

  2. F. Kent: POLITICAL BEHAVIOR, THE HERETOFORE UNWRITTEN LAWS, CUSTOMS AND PRINCIPLES OF POLITICS AND PRACTICE IN THE UNITES STATES (1928).↩︎

  3. Klaus von Beyme, op. cit., pg. 137 y ss.↩︎

  4. E. Durkheim: DE LA DIVISION DEL TRABAJO SOCIAL Bs. As., Schapire, 1967. EL SUICIDIO Bs. As., Schapire, 1965. LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA Bs. As., Schapire, 1968.↩︎

  5. Bronislaw Malinowski: A SCIENTIFIC THEORY OF CULTURE, New Caroline University Press, 1944.↩︎

  6. Eugène J. Meehan: PENSAMIENTO POLITICO CONTEMPORANEO, Madrid, Revista de Occidente, 1973.↩︎

  7. Ernest Nagel: THE STRUCTURE OF SCIENCE: PROBLEMS IN THE LO- GIC OF SCIENTIFIC EXPLANATION, Harcourt,Brace and World Inc., 1961.↩︎

  8. Ludwig von Bertalanffy: TEORIA GENERAL DE LOS SISTEMAS, México, FCE, 1981.↩︎

  9. Ver al respecto los Cap. 6 y 7 de este libro.↩︎

  10. Ludwig von Bertalanffy: TEORIA GENERAL DE LOS SISTEMAS, México, FCE, 1981.↩︎

  11. Eugène J. Meehan, op. cit.↩︎

  12. Ludwig von Bertalanffy: TEORIA GENERAL DE LOS SISTEMAS, México, FCE, 1981.↩︎

  13. Esta expresión, tomada de E. Meehan, en su sentido amplio alude al enfoque de convergencia estructural-funcional-sistémico.↩︎

  14. Idem nota anterior.↩︎

  15. Robert Merton: SOCIAL THEORY AND SOCIAL STRUCTURE, Free Press, 1949. Hay versión en español: TEORIA Y ESTRUCTURA SOCIALES, México, FCE, 1964. Robert Merton: ELEMENTS DE THEORIE ET DE METHODE SOCIOLOGI- QUE, Paris, Plon, 1965. Robert Merton et al.: SOCIOLOGY TODAY, PROBLEMS AND PROSPECTS New York, Basic Books, 1960. Robert Merton et al.: READER IN BUREAUCRACY New York, The Free Press, 1952.↩︎

  16. Michel Crozier: LE PHENOMENE BUREAUCRATIQUE Paris, Seuil, 1964.↩︎

  17. Talcott Parsons: EL SISTEMA SOCIAL, Madrid, Rev. de Occidente, 1976. ENSAYOS DE TEORIA SOCIOLOGICA Bs. As., Paidos, 1970. EL SISTEMA DE LAS SOCIEDADES MODERNAS México, Trillas, 1974.↩︎

  18. David Easton: THE POLITICAL SYSTEM New York, Alfred A. Knopf, Inc.; 1953 A FRAMEWORK FOR POLITICAL ANALYSIS Prentice-Hall, Inc., 1965 A SYSTEMS ANALYSIS OF POLITICAL LIFE John Wiley and Sons, Inc., 1965 (Hay versión en castellano: ESQUEMA PARA EL ANALISIS POLITICO Bs. As., Amorrortu, 1969) VARIETIES OF POLITICAL THEORY New Jersey, Prentice Hall, 1966 (Hay versión en castellano: ENFOQUES SOBRE TEORIA POLITICA Bs. As., Amorrortu, 1969) CHILDREN IN THE POLITICAL SYSTEM New York, Mc Graw-Hill, 1969.↩︎

  19. Eugène J. Meehan: PENSAMIENTO POLITICO CONTEMPORANEO Madrid, Rev. de Occidente, 1973.↩︎

  20. David Easton: THE POLITICAL SYSTEM New York, Alfred A. Knopf, Inc.; 1953 A FRAMEWORK FOR POLITICAL ANALYSIS Prentice-Hall, Inc., 1965 A SYSTEMS ANALYSIS OF POLITICAL LIFE John Wiley and Sons, Inc., 1965 (Hay versión en castellano: ESQUEMA PARA EL ANALISIS POLITICO Bs. As., Amorrortu, 1969) VARIETIES OF POLITICAL THEORY New Jersey, Prentice Hall, 1966 (Hay versión en castellano: ENFOQUES SOBRE TEORIA POLITICA Bs. As., Amorrortu, 1969) CHILDREN IN THE POLITICAL SYSTEM New York, Mc Graw-Hill, 1969.↩︎

  21. Helio Jaguaribe: SOCIEDAD, CAMBIO Y SISTEMA POLITICO Bs. As., Paidos, 1972.↩︎

  22. Helio Jaguaribe: SOCIEDAD, CAMBIO Y SISTEMA POLITICO Bs. As., Paidos, 1972.↩︎

  23. Eugène J. Meehan, op. cit.↩︎

  24. David Easton: THE POLITICAL SYSTEM New York, Alfred A. Knopf, Inc.; 1953 A FRAMEWORK FOR POLITICAL ANALYSIS Prentice-Hall, Inc., 1965 A SYSTEMS ANALYSIS OF POLITICAL LIFE John Wiley and Sons, Inc., 1965 (Hay versión en castellano: ESQUEMA PARA EL ANALISIS POLITICO Bs. As., Amorrortu, 1969) VARIETIES OF POLITICAL THEORY New Jersey, Prentice Hall, 1966 (Hay versión en castellano: ENFOQUES SOBRE TEORIA POLITICA Bs. As., Amorrortu, 1969) CHILDREN IN THE POLITICAL SYSTEM New York, Mc Graw-Hill, 1969.↩︎

  25. Eugène J. Meehan, op. cit.↩︎

  26. Eugène J. Meehan, op. cit.↩︎

  27. Domenico Fisichella: LINEAMENTI DI SCIENZA POLITICA CONCETTI, PROBLEMI, TEORIE Roma, NIS, 1990.↩︎

  28. Domenico Fisichella: LINEAMENTI DI SCIENZA POLITICA CONCETTI, PROBLEMI, TEORIE Roma, NIS, 1990.↩︎

  29. Domenico Fisichella: LINEAMENTI DI SCIENZA POLITICA CONCETTI, PROBLEMI, TEORIE Roma, NIS, 1990.↩︎

  30. Morton A.Kaplan: SYSTEM AND PROCESS IN INTERNATIONAL POLITICS New York, Wiley, 1957.↩︎

  31. Eugène J. Meehan, op. cit.↩︎

  32. Véase, por ejemplo, Domenico Fisichella: LINEAMENTI DI SCIENZA POLITICA - CONCETTI, PROBLEMI, TEORIE, Roma, NIS, 1990.↩︎

  33. Ludwig von Bertalanffy: TEORIA GENERAL DE LOS SISTEMAS- FUNDAMENTOS, DESARROLLO, APLICACIONES, México, FCE, 1981.↩︎

  34. Morton A.Kaplan: SYSTEM AND PROCESS IN INTERNATIONAL POLITICS New York, Wiley, 1957.↩︎

  35. Eugène J. Meehan, op. cit.↩︎

  36. Véase, por ejemplo, Domenico Fisichella: LINEAMENTI DI SCIENZA POLITICA - CONCETTI, PROBLEMI, TEORIE, Roma, NIS, 1990.↩︎

  37. Ludwig von Bertalanffy: TEORIA GENERAL DE LOS SISTEMAS- FUNDAMENTOS, DESARROLLO, APLICACIONES, México, FCE, 1981.↩︎

  38. Morton A.Kaplan: SYSTEM AND PROCESS IN INTERNATIONAL POLITICS New York, Wiley, 1957.↩︎

  39. Eugène J. Meehan, op. cit.↩︎

  40. Eugéne J. Meehan, PENSAMIENTO POLITICO CONTEMPORANEO, Madrid, Revista de Occidente, 1973.↩︎

  41. Giovanni Sartori: LA POLITICA - LOGICA Y METODO EN LAS CIENCIAS SOCIALES, México, FCE, 1984.↩︎

  42. Véase, por ejemplo, Domenico Fisichella: LINEAMENTI DI SCIENZA POLITICA - CONCETTI, PROBLEMI, TEORIE, Roma, NIS, 1990.↩︎

  43. Ludwig von Bertalanffy: TEORIA GENERAL DE LOS SISTEMAS- FUNDAMENTOS, DESARROLLO, APLICACIONES, México, FCE, 1981.↩︎

  44. G.A. Almond y G.B. Powell: POLITICA COMPARADA, Bs. As., Paidós, 1972.↩︎

  45. G.A. Almond y G.B. Powell: POLITICA COMPARADA, Bs. As., Paidós, 1972.↩︎

  46. H. Eckstein y D. Apter: COMPARATIVE POLITICS. A READER, New York, 1963.↩︎

  47. G.A. Almond y G.B. Powell: POLITICA COMPARADA, Bs. As., Paidós, 1972.↩︎

  48. G.A. Almond y G.B. Powell: POLITICA COMPARADA, Bs. As., Paidós, 1972.↩︎

  49. G.A. Almond y G.B. Powell: POLITICA COMPARADA, Bs. As., Paidós, 1972.↩︎

  50. Ver el artículo “Política Comparada” de G. Urbani, en el DICCIONARIO DE POLITICA, de Bobbio y Matteucci (comp.), México, Siglo XXI, 1986.↩︎

  51. S.E. Finner: “Metodo, Ambito e Fini dello Studio Comparato dei Sistemi Politici,” en STUDI POLITICI, 1, III, 1954.↩︎

  52. Giovanni Sartori: “La Scienza Politica” en IL POLITICO, 4, XXXII, 1967.↩︎

  53. L. Morlino (comp.): GUIDE AGLI STUDI DI SCIENZE SOCIALI IN ITALIA - SCIENZA POLITICA, Torino, Edizioni della Fondazione Giovanni Agnelli, 1989.↩︎

  54. G. Urbani: LA POLITICA COMPARATA, Bolonia, 1972.↩︎

  55. R.T. Holt y E. Turner: THE METHODOLOGY OF COMPARATIVE RESEARCH, Nerw York, 1970.↩︎